Desde el año 2016 me he mantenido al tanto de esta “nueva ola del terror” que viene siendo una respuesta al manoseado género con películas comerciales aceptables cada cierto tiempo, pero que no lograban evocar nada nuevo.
Cine de terror: un género agotado en tiempos de crisis creativa y escasez de argumentos
Estas tan solo te atornillaban en el asiento atento a los miles de jump-scares que atiborran a esas producciones. No me malinterpreten, no digo que estos largometrajes sean horribles (obviamente hay algunas cintas que ni ganas dan de señalarlas), no obstante el terror a veces se siente muy encerrado en sus propios conceptos, siendo que su estilo de narrativa tiene mucho que explotar, explorar y desmenuzar en pantalla, para que se te revuelva el estómago sin ser tan evidente con una monja asustando a unos cazafantasmas.
La primera película que empezó a llamar la atención fue The Witch, de Robert Eggers, la cual demostraba que los cuentos terroríficos pueden ser llevados a pantalla grande con una gran capacidad de hacernos sentir el miedo de aquellos pecadores del siglo XVII.
Luego vendría Get Out, con Jordan Pelee demostrando que el terror no debe encerrarse en solo asustar, sino que debe ser capaz de hacernos reír y criticar a la sociedad estadounidense racista impregnada en los cimientos de su cultura. Algo que incluso lo llevó a ganar grandes premios, dato insospechado para el género.
Ejemplos de esta “experimentación del terror” hay varios en los últimos años: Split (2016), ¡Madre! (2017) o Us (2019), son algunos de los casos que más han llenado los portales y medios dedicados al cine y que, realmente, valen la pena ver y observar con detenimiento.
Quien esté leyendo esto, a estas alturas, debe estar pataleando y pensando cuándo hablaré de Midsommar y si da miedo o no. La respuesta será tan imprevista como la irrupción de Hereditary (2018).
Cuando pensaba que ninguna cinta superaría The Witch en este estilo de películas, aparece el director estadounidense Ari Aster, para traer, indudablemente, una de las mejores películas de terror del último tiempo.
Midsommar: el drama familiar
El director estadounidense, de la mano de la productora A24, construyó un drama familiar en una película de terror que te revuelve el estómago y te vuela la cabeza (if you know what i mean), enmarcado en un ocultismo retratado en amor por los cultos satánicos.
No hablo de ese satanismo de un cura tratando de exorcizar a una niña poseída, sino de una vieja que maneja los hilos del destino de su hija y nietos, haciéndolos sucumbir en un eterno ritual de dudas y discusiones entre una Toni Collete que merecía su nominación al Oscar, junto a su atormentado hijo por la muerte de su hermana.
Con este precedente, su siguiente película, Midsommar, nos venía a ratificar si realmente era un director del cual hay que seguir todas sus películas o si tan solo debíamos quedarnos con el recuerdo de haber hecho El legado del diablo.
Y déjenme decirles algo: Ari Aster probó que no es un aparecido; es todo lo contrario, pues incluso el inicio de Midsommar es de por sí un corto de horror que te parte el alma con Dani llorando desconsoladamente por Christian (Jack Reynor), su alejado novio que tan solo abraza y piensa: “En lo que estoy metido”.Lo último es un dato de vital importancia, porque a medida que va avanzando el relato, el alejamiento emocional entre estos dos novios se hace más visible, con conversaciones incómodas y espejos representando visualmente la separación que perturba la relación entre ambos. Desde el tráiler de Midsommar pensamos: “¿qué tiene que ver esto con esa secta rara ultra blanca?”… créanme, tiene mucho que ver.
Midsommar resulta ser una especie de Hereditary a la inversa elevado al cuadrado. Metafóricamente (en vez de decir matemáticamente porque no soy bueno con estas), ambas son distintas, casi opuestas en ciertos sentidos, mas la dos llegan al mismo resultado: el drama horrorizado.En la cinta contextualizada en una comuna de Suecia, el principal foco es el drama que existe en la relación de pareja entre Dani, interpretada majestuosamente por Florence Pugh, y Christian, un clásico hombre que es incapaz de empatizar con su novia con la cual posee una relación que se mantiene por el vínculo del daño y externalización del cuidado.
De esta manera, el culto ejercido en esta celebración de verano en las praderas hermosas de Hälsingland, provincia sueca, son en realidad una especie de catarsis masiva para comprender y desmenuzar cada detalle detrás de esta pareja.
Pero ojo, eso no significa que veremos solo conflictos personales de estos dos tortolitos, pues Ari Aster, al contrario de esos mensajes ocultos en las paredes de las habitaciones de Hereditary, demuestra que incluso mostrándote y enrostrándote en tu cara todas las costumbres, runas, historias y pinturas del Hårga, aun así serás incapaz de entender el simbolismo detrás de esto (a menos que seas un odioso antropólogo que se quiere robar la tesis de su amigo).Pareciera que sigo dándome vueltas y vueltas para decir si la película da miedo o es de esas invenciones independientes que molestan a muchos cinéfilos que buscan solo el miedo común y corriente. Les seré honesto: Midsommar es un carrusel de emociones entre el horror y el amor, ambos unidos por la vida y la muerte.
Amor a la estética, amor a las costumbres, amor a los detalles hasta en los arbustos, amor a la creatividad artística detrás de un filme sublime en todo lo visual y visceral.
El horror es algo distinto, que no te va a encandilar como las hermosas flores alrededor de la reina de verano. El horror es sumamente subjetivo y es difícil que lo que a mí me genere miedo, les dé a ustedes.
Cada vez que avanzaba más la cinta, me encogía en posición fetal y con un dolor de guata intenso, logrando incluso hacerme llorar por tan solo escuchar el llanto unido de la nueva familia que nace; una conexión emocional que rompe la barrera entre los personajes y los espectadores. Por lo mismo, el haberme hecho sentir así es algo que recordaré por siempre, convirtiéndose Midsommar en una de las mejores películas del año sin duda alguna.Ahora viene la pregunta: ¿Es perfecta? Honestamente, no lo es, porque a pesar de la larga duración de la película (2 horas y 23 minutos), muchas veces se siente cortada, con escenas que dejan inconclusos ciertos detalles argumentales.
Es posible que lo justifiquen como un elemento argumental para aumentar el suspenso, pero en realidad la película perdió cierta estabilidad al tener que ser acortada en 30 minutos por la distribuidora, e incluso, la primera versión editada por Ari Aster contemplaba unas 4 horas de duración.
No obstante aquello, nunca se me hizo larga ni tediosa, sino todo lo contrario, quería mantenerme atento a cada detalle para conocer más de Hårga, una comuna que recopila una serie de tradiciones nórdicas y paganas.Además, todos estos errores en el filme resultaban ser nimiedades que podían dejarse pasar por alto, al igual que el típico comentario que vas a escuchar o pensar al ver una película de terror: “A mí sí me pasa esto salgo corriendo, que estúpido que se queden ahí”.
Bueno, en realidad hasta la obra suprema del séptimo arte encontrarás errores como estos, y a menos que sean muy evidentes y molestos, debemos entender que es ficción, en donde es la película la que debe proyectar emociones en tu persona y no proyectar tu persona en la película (a menos que realmente estes conectado con el filme).
Por lo mismo, sobre la base de la proyección de emociones por parte de la película, subjetivamente está muy cercana de la perfección, con emociones desde mi epidermis hasta mis intestinos, todo gracias a mis ojos que se mantuvieron encantados por el nivel visual de la cinta. De todas maneras, desde el plano objetivo, existen detalles que podrían molestarte y quitarle credibilidad a la historia, pero siguen siendo detalles que no opacan el gran producto final como lo es Midsommar.