Ciudad Gótica, el enclave urbano donde el alter ego de Bruce Wayne, Batman, se desarrolla como el antihéroe más famoso de DC Comics, es aquel epicentro en el cual el crimen, las mafias, los grandes asaltantes e incluso metahumanos como Bane o, más allá, el sociópata conocido como Joker, hacen constantemente de las suyas, atemorizando a la población local o llevando sus fechorías a niveles que han trascendido a la Tierra y las aventuras que alguna vez el hijo de Thomas Wayne imaginó.
Las historias del hombre murciélago, sin embargo, no estaría completa y no sería íntegra si no fuese por un personaje que jugase con el lado más oculto y místico de antiguas civilizaciones, donde incluso sería posible la resurrección de personas que llevan fallecidas mucho tiempo y la participación de armas de siglos de antigüedad. De la misma manera, expertos luchadores, casi invencibles, serían parte de la agrupación de hombres que un mítico, longevo (o súper longevo) reuniría para conformar sus huestes y poder cumplir con sus misiones.
La historia de Batman no estaría completa sin la creación de Dennis O’Neil y Neal Adams, Ra’s al Ghul.
El origen del hombre y del símbolo
Nacido en la época de las Cruzadas, Ra’s Al Ghul desarrolló su “vida terrenal” como médico de la Corte de Shalimb, una entidad de sabios de Medio Oriente. En su periplo por Arabia, mientras aún pertenecía a la tribu nómade, comenzaría a interesarse por la ciencia avanzada que conoció gracias a habitantes chinos que coincidieron con ellos en uno de esos viajes.
El hombre, cuyo nombre traducido al castellano significa “la cabeza del demonio”, descubriría los Pozos de Lázaro, salvando a un príncipe moribundo, quien al despertar perdería la cordura y atacaría a Sora, la esposa de Ra’s, matándola y terminando con él mismo acusado del crimen.
Luego de ser liberado, Ra’s, quien se sentiría carente de un sentido luego de la muerte de su amada, pasaría su vida viajando por el mundo luego de adquirir la inmortalidad peleando en las Guerras Napoleónicas, la Revolución Francesa y otras batallas, incluyendo la Primera Guerra Mundial, hecho que en el universo de DC sería ocasionado por él al asesinar al archiduque de Austria-Este, Francisco Fernando.
La longevidad obtenida lo haría, con el paso del tiempo, poseedor de una gran expertise en la batalla y la táctica, convirtiéndose así en uno de los mejores guerreros del mundo.
La Liga de los Asesinos
Ya convertido en un terrorista internacional, Ra’s Al Ghul reclutaría a un numeroso grupo de sirvientes que estarían a sus órdenes y serían formados en diferentes artes marciales y uso de armas letales, los cuales pasarían a conformar un gran grupo de élite que buscaría, sin medir las consecuencias, cumplir con las tareas que el Demonio les ha encomendado.
Ra’s al Ghul se convertiría, además, en uno de los villanos más cercanos a Batman, al ser este quien, sorpresivamente, mantendría amoríos casuales con su hija Talia, quien también seguiría los pasos de su padre, transformándose en una grandiosa luchadora y experta en el arte de asesinar.
Ra’s, de igual manera, buscaría incesantemente que Batman se convirtiese en su sucesor y, una vez que el Pozo de Lázaro no surgiera más efecto o, en su defecto, no pudiese usarse y este dejara de existir, así habría alguien que se hiciera cargo de Nanda Parvad y la Liga, además de, por supuesto, cuidar a su nieto Demian.
Assasins, “la verdadera Liga de los Asesinos”
Hace mil años, incluso antes de la época de los Caballeros Templarios, en Medio Oriente se viviría bajo la ley del más fuerte. Con gran influencia religiosa y espiritual, diferentes bandos o grupos se formarían para poder lograr defender sus propiedades y pertenecías.
Con notable influencia del ismaelismo, una corriente del islam chiita -de los más extremos de esta religión- los primeros Hashashins – o asesino en la traducción al castellano – serían conocidos como parte de la Orden de Ismael durante los primeros años del sigo XI, teniendo una data de existencia de casi dos siglos, incluso teniendo acercamientos someros en pequeños enfrentamientos con parte de la Orden del Temple, la cual en su misión de protección de los fieles católicos, se encontrarían con parte de esta secta.
Los Hashashins, semi aislados de la población, eran temerosos de las constantes persecuciones de otros reinados o califatos contiguos por ser una minoría religiosa, en defensa y de la mano de Hassan-i-Shabbab, los Hashashins atacarían Alamut, un enclave ubicado entre las montañas de lo que hoy sería Irán, el cual serviría como centro de operaciones y refugio, al sur del mar Caspio. Todo esto ocurría en el año 1090.
Ya establecidos en Alamut, los Nazaríes comenzarían a hacerse conocidos en territorio del Medio Oriente por sus habilidades en batalla, las cuales, como se dijo, serían adquiridas por la persecución de los diferentes califatos de la zona por motivos religiosos. Contando con gran preparación en el uso de armas blancas, los dos siguientes años serían de constante planificación para lo que significaría una horda de importantes asesinatos a reyes, comerciantes y políticos de la época, todos influyentes en lo que ellos consideraban un plan de contrataque para evitar ser asesinados.
Una de sus primeras víctimas fue Nizam al-Mulk, visir del sultán selyúcida Malik Shah, en 1092.
Dos años más tarde, en 1094, murió el califa fatimí al-Mustansir, cabeza del ismailismo, y estalló una guerra de sucesión entre sus hijos Al-Musta’li y Nizar. Los ismailíes de Irán tomaron partido por este último, que finalmente fue derrotado, produciendo una ruptura entre los seguidores de Hasan-i Sabbah (que en lo sucesivo se llamarían nizaríes) y la mayoría de los ismailíes.
Declive
El poder nizarí desapareció al enfrentarse a dos enemigos muy poderosos. Por un lado, la dinastía de los mamelucos, que había sucedido en Egipto al Sultanato Ayubí y cuyos ejércitos, dirigidos por el sultán Baibars, tomaron el último baluarte nizarí en Siria en 1273. Por otro lado, en Irán, tras el reinado insignificante y violento de Mohamed III, que dura hasta 1255, su hijo, Jur Shah, debe enfrentarse con el avance de las tropas mongolas dirigidas por Hulagu Kan, nieto de Gengis Kan, dispuesto a arrasar Oriente Medio.
Tras el ataque mongol, los nazaríes o Hashashins intensificarían y puntualizarían sus ataques, logrando acabar con una de las fortificaciones, entre ellas Alamut, reduciendo el lugar a cenizas, destruyendo y robando una de las bibliotecas más antiguas de la zona de Medio Oriente.
Renacimiento
En el siglo XV se experimentaría un relativo resurgimiento: desde Anjudan, en Irán, se retoman las predicaciones y se envían misioneros a la India y Asia Central, consiguiendo muchas conversiones. En la India, los nuevos nizaríes se llamarán Khodjas o Joyas.
En el siglo XIX, Hassan Ali Shah, descendiente lejano del hijo de Jur Shah, salvado de la persecución mongola y cuadragésimo sexto imán nizarí, recibe del sah de Irán, Fath Ali, el título de Aga Khan. En 1848 se instalará en Bombay y emprenderá la reorganización comunitaria ismailí. Las autoridades británicas que gobiernan el subcontinente obligarán a los joyas a reconocer la autoridad del Aga Jan, lo que hicieron hasta la independencia de la India. Hoy, el heredero de los imanes nizaríes y jefe del ismailismo, es Shah Karim al-Hussayni, conocido como Aga Khan IV.
Los Nazaríes -o Hashshins- y la Liga de los Asesinos, no solo tenían en común un espacio geográfico más o menos similar o una “profesión” común, la de asesinos, también son recíprocos en una historia común donde logran visualizar lazos culturales comunes, posibilitando entender, en parte, ciertos comportamientos y costumbres así como mitos y leyendas propias del Medio Oriente.
Ras al Ghul es más que un terrorista internacional que combate y riñe con Batman, sino que también es un personaje que, dentro de su mundo ficticio y cierta perversión, muestra espacios reales y reconocibles.