La destacada cineasta chilena, Claudia Huaiquimilla (a quien puedes conocer más acá), goza de un nuevo éxito en su meteórica carrera con “42 días en la oscuridad”, la primera serie chilena de Netflix, que co-dirige con Gaspar Antillo (“Nadie sabe que estoy aquí”), protagonizada por Claudia Di Girolamo, Daniel Alcaíno y Aline Kuppenheim.
En cuestión de días, la miniserie de Claudia Huaiquimilla se posicionó como una de las ficciones más vistas en la famosa plataforma de streaming a nivel mundial, cosechando en su mayoría excelentes críticas de usuarios.
La serie fue escrita por Huaiquimilla y el periodista Rodrigo Fluxá, que a su vez está inspirada en el libro “Usted sabe quién” del mismo Fluxá, y que relata la investigación del crimen de Viviana Haeger, ocurrido en la ciudad de Puerto Varas, el año 2010.
Después de estar abocada al cine y a protagonistas masculinos, “42 días en la oscuridad” acerca por primera vez a Claudia Huaiquimilla al mundo de las series y con las mujeres en roles centrales. La directora conversó con Revista La Máquina acerca de su experiencia trabajando para Netflix, la responsabilidad de la ficción por la memoria de Haeger y el escenario actual en que se encuentra el mundo de la cultura, con el gobierno del presidente Gabriel Boric.
¿Cómo has asimilado el gran éxito que ha conseguido “42 días en la oscuridad” y el ver vía streaming un trabajo que seguramente es muy significativo para ti como realizadora?
Fue impactante, fuerte y sorpresivo. Es algo nuevo para mí, aunque con el estreno de todas las obras, siempre hay un nervio entre todo el equipo. Pero en las otras instancias había tenido un encuentro presencial en las salas, donde escuchaba las reacciones en vivo y también las opiniones del público, al final de las funciones. Esto resultó súper distinto, porque fue simultáneo. Mucha gente vio “42 días en la oscuridad” al mismo tiempo y no directamente. Hubo mucha interacción en redes sociales y que la gente comentara que veía la serie de una, nunca imaginamos que llegaría a ocurrir. No estaba estructurada, para que fuera consumida de manera adictiva. Y lo otro que encontré muy bonito, fue que empezaran a destacar a compañeras y compañeros de distintos ámbitos de la serie.
¿Cómo y cuándo llegó este proyecto a tus manos, que llevaba algunos años en carpeta en la productora Fábula TV?
Llegó a mis manos, cuando estaba filmando las últimas escenas de “Mis hermanos sueñan despiertos”. La escritura de la serie se cruzó un poco con el cierre de mi segundo largometraje. Cuando recibimos el proyecto con Gaspar Antillo, la invitación trataba sobre desde qué punto de vista queríamos abordar esta historia y cuáles eran las ideas fuertes que queríamos rescatar y qué personajes las iban a encarnar. Ahí fue donde más que nada mi misión entró en eso, en el punto de vista que íbamos a darle y la construcción, sobre todo, de los personajes femeninos, que iba a tener “42 días en la oscuridad”.
Debido a la cantidad de episodios, ¿“42 días en la oscuridad” debería ser catalogada como serie o miniserie?
Es una miniserie. Nosotros la construimos como una historia en sí de un caso. Es curioso, pero de algún modo uno construye como de una forma similar esta estructura de, al menos, como tres largometrajes con tres estructuras más o menos distintas. Y eso me gustó mucho del desafío: aprender bastante. Fue bonito aproximarse al género de la televisión, pero desde nuestra área con Gaspar, como se trata de la primera serie para ambos, ocupando un poco nuestros aprendizajes en el área cinematográfica.
¿Considerarías que una de las principales temáticas de la ficción es cómo enfrenta la justicia chilena las desapariciones y crímenes contra mujeres?
Es una de las principales temáticas, pero no la única. Porque al hacer “42 días en la oscuridad” con Gaspar y con el equipo nos hacíamos la pregunta de cómo reacciona la sociedad completa ante la desaparición de una mujer. Cómo reaccionaríamos nosotros si nos tocara nuestra propia familia o nuestro propio entorno. Pero también cómo reaccionan distintos sistemas: uno de ellos el judicial, el policial y el mediático. En ese sentido, tratamos de estructurar un poco este relato y a dónde apuntar también a la hora de construir y en qué momento acompañar a los personajes.
Entrevistada en otro medio, señalaste que Netflix les brindó a ti y a Gaspar Antillo la libertad para hacer una historia policial “a la chilena”, según su punto de vista. Tras esta experiencia, ¿en qué se diferencia Chile a la hora de abordar thriller policial con otros países?
Hay muchas cosas del código policial que nosotros cambiamos y revertimos. Eso pudo haber tenido distintas formas de llegada a las y los espectadores. Lo que nosotros tratamos de mostrar es justamente cómo opera la policía en Chile. No son quienes justamente van a resolver y van a tener las grandes deducciones. Quisimos enseñar qué pasa cuando es esa institución la que empieza a fallar y cuando es la burocracia la que está por sobre el resolver un crimen. La particularidad, en nuestro caso, fue intentar volver reconocible a esta institución, con sus fracturas también, y que la gente pudiera reconocer, y hacer una mirada crítica a nuestro propio sistema y a nuestra sociedad, sin sobreestitizar tampoco. Tomamos otros referentes policiales, que atendían más a esa mirada y que no respondían al policial clásico.
¿Alguna razón para que los guiones de “42 días en la oscuridad” no estuviesen tan alejados de lo que fue en realidad el caso de Viviana Haeger, como para incluso no cambiar nombres de ciertos personajes?
Es un proyecto en el cual, durante todo el tiempo, nos hicimos esa y más preguntas. No solamente por qué o cómo contar esta historia. Tomamos la decisión de que era un caso que daba cuenta de parte de nuestra historia como país y lo que se resguardó tiene que ver con el archivo pericial o policial. A partir de eso, nosotros debíamos respetarlo y elegir hitos que dieran cuenta de la fractura del sistema tanto judicial, policial, como mediático y cómo podían impactar en los personajes. Eso es lo que se respeta. Sin embargo, se cambian todos los nombres e hitos que tienen que ver con la intimidad de las personas que sufrieron y que fueron víctimas en ese momento. El guion se construyó a partir de distintos testimonios de familias que han vivido hitos similares.
¿Cómo se dio el casting de “42 Días en la oscuridad” y qué tal fue para ti trabajar por primera vez con actrices tan destacadas en los roles principales?
Para nosotros, con Gaspar, fue un honor trabajar con actores y actrices de larga trayectoria, en mi caso, con los que me crie viendo en televisión abierta. Entonces poder convocarlos, ahora en un nuevo proyecto, a maestras y maestros, que jugaran con nosotros, y además que el público los reconociera de una forma como casi familiar, fue muy especial. Eduardo Paxeco fue el director de casting de “42 Días en la oscuridad” y efectivamente se trabajó con una agencia de casting. Pero en mi caso, trato de hacerlo de una manera mucho más personalizada e intento hacer variaciones. Me parecía que era importante darles espacio a actores de alta trayectoria, que con Gaspar convocamos al inicio, pero también a rostros nuevos. En ese sentido, para mí, fue súper importante convocar directamente a ciertos personajes y llamar directamente a los actores más jóvenes. Ahí me preocupé un poco más de hacer un llamado más directo, también a través de Eduardo Paxeco, para el grupo conformado por Julia Lübbert, Constanza Rojas, Iván Cáceres y Roque Artiagoitía. Por otro lado, una convocatoria especial se dio con Daniela Pino, actriz valdiviana. Me interesaba también poder dar cuenta de distintos lugares del país, a través del casting.
¿Alguna opinión que quieras compartir ante el hecho de ser una de las pocas audiovisuales chilenas dirigiendo películas y series, después de muchos años en que solo hombres ostentaban dicha función?
Lo tomo como un privilegio, pero también como una gran responsabilidad. Porque también la pandemia ha generado muchos estragos a la hora de paralizar producciones para las compañeras y es un espacio que es muy poco acogedor para quienes somos mujeres y madres. El cine no es un espacio que de algún modo esté preparado para que efectivamente mujeres y madres podamos ser parte de este sistema, sin tener que acostumbrar a todas nuestras familias al cine. No es como que el cine permita que nosotras podamos tener nuestra rutina normal, sino que nosotras tenemos que generar todo nuestro sistema familiar, para poder seguir trabajando en este medio. Es una responsabilidad a la hora de los contenidos y puntos de vista que generen el relato, pero también lo intento hacer al generar un espacio que ojalá sea lo más seguro posible para mis compañeras, que también están presentes en el desafío. Creo que en este momento todavía no está ese espacio absolutamente asegurado. Por ejemplo, la condena que le ocurrió a Nicolás López fue un precedente. Pero ojalá podamos generar espacios, donde en muchas otras ocasiones, las personas puedan tomar el valor para asumir esos casos de abusos, denunciar y que no existan represalias contra esas personas que hagan las denuncias. Creo que estamos en proceso de desarrollo de volver el mundo audiovisual un espacio mucho más resguardado y, en ese sentido, fue una gran experiencia la que vivimos con Netflix, porque una plataforma internacional tiene protocolos de trabajos. Eso fue muy importante y trascendental a la hora de trabajar este proyecto. El hecho de que los protocolos internacionales se respetaran en distintos ámbitos a la hora también de, no solamente la historia que íbamos a contar, sino que cómo contarla y también que eso fuera parte a la hora de cómo desarrolláramos este proceso, en el rodaje. Cada persona del equipo tuvo que asistir a una charla “Respect”, que hablaba de distintas formas, no solamente desde el abuso y el acoso sexual, sino que distintas formas de abuso y acoso que pueden existir laboralmente, y especialmente en el rubro audiovisual, con las jerarquías. Y la idea es justamente que uno pueda prever, no encubrir, y tampoco perpetuar ciertas prácticas que puedan ser abusivas. Es importante que todos tengamos una charla como aquella y nos preparemos. Dar redes específicas para que incluso nosotros pudiéramos hacer denuncias, eso también lo hace Netflix. Entonces uno siente un trabajo, un resguardo y una preocupación especial, que creo que son cosas que debiéramos empezar a aplicar en Chile de manera sustancial. Ojalá ese tipo de prácticas sea otras de las cosas que lleguen positivamente con las producciones de estas plataformas grandes a nuestro país. Fue una experiencia sumamente bonita en muchos ámbitos ese trabajo con Netflix.
¿Cuándo inició y finalizó el rodaje de “42 Días en la oscuridad”?
El rodaje empezó el 31 de mayo y duró 43 jornadas, aproximadamente. Fue muy bonito el hecho de que Netflix respetara nuestra visión con Gaspar de ir convocando y no nos impusieron un casting. Había gente que estaba participando desde antes del proyecto, pero en realidad, nosotros logramos hacer un abanico que nos ayudó a dar cuenta de dos Chile, y a este ámbito de gente con mucha trayectoria y también nuevos, y que la gente pudiera, sobre todo, sentir empatía con rostros femeninos.
Saliéndonos de “42 Días en la oscuridad”, en abril, el presidente Gabriel Boric presentó “Chile Apoya”, plan de recuperación inclusiva, que, entre sus medidas, incluye un bono de $450.000 destinados a los trabajadores de las artes en Chile. ¿Qué opinas acerca de lo que representaría este bono y si acaso es realmente suficiente para el mundo de la cultura, ya que proviene del presupuesto del 2021?
El área cultural fue uno de los sectores que resultó sumamente golpeado por la pandemia. Se paralizaron los trabajos y el apoyo fue bastante débil. En ese sentido, creo que el área de cultura y su presupuesto hay que evaluarlo, más allá de los bonos que es algo tangencial, que obviamente va a aportar a muchas compañeras y compañeros en este momento. Pero creo que hay un plan de desarrollo o proyecto a largo de plazo, para que dejemos la concursabilidad y que nazca un apoyo constante a los proyectos, y en todas sus áreas. No solamente en el desarrollo de contenidos, sino que también en los espacios que acogen esto. Por ejemplo, para mí fue sorprendente que un programa en el que yo participo, que me parece fundamental, como Escuela del Cine, tenga que postular a los fondos de cultura, y es para estudiantes de todo Chile y gratis, para acercar el cine. Que eso tenga que acceder a la concursabilidad y se queden sin fondos en la mitad de los proyectos, me parece terrible y vergonzoso. El bono es un avance, pero tenemos que hacer políticas públicas que hagan avanzar hacia ese sentido, para que proyectos tan importantes y que aporten como ese, tengan una estabilidad.
¿Propondrías otra medida para mejorar las condiciones en que se desarrollan y financian las artes, como también la labor de las mujeres artistas chilenas?
Hay un proyecto ahora, justamente respecto a los fondos y cómo evadir este tema de la concursabilidad. Creo que un avance fue incluir el tema de cuotas a la hora de dar los fondos de cultura. Pero también sería bueno que hubiera un resguardo, que se cumplan los protocolos de buenas convivencias y permitir que sean esas productoras las que sigan ganando fondos y si existen, a lo mejor, prácticas que no corresponden, que haya una sanción también, por ejemplo, a ese tipo de productoras o espacios. Es importante que no solamente exista fiscalización en ciertos resguardos de derechos, sino que también en ciertos derechos sindicales.
Tu siguiente proyecto, después de “42 Días en la oscuridad”, consistirá en tu tercer largometraje, titulado tentativamente “Mapurbe”. ¿En qué etapa se encuentra actualmente y qué podrías compartir acerca de esta historia?
Es una historia de época, enmarcada en los años 90, cuando se iban a celebrar los 500 años de la llegada del español al supuesto nuevo mundo. Pero en toda Latinoamérica, las comunidades indígenas no estaban celebrando nada. Porque justamente estaban en un momento de marcar la resistencia donde, por ejemplo, aparece la conocida bandera mapuche y gran parte del movimiento que dio cuenta después a este cambio en la constitución que se viene actualmente. Es una historia mucho más biográfica, sobre lo que me tocó vivir a mí. Ver ese movimiento, pero desde la mirada de una niña mapuche en la ciudad y todo lo que estaba ocurriendo acá, que es como la otra historia. Eso yo no lo he visto en libros de Historia, solo en pasquines y en publicaciones alternativas. Pero que sí son parte importante de la historia de nuestro país. Por algo, fue levantada esa bandera también durante el estallido social y esas cosas previas, creo que me gustaría contarlas, desde lo más íntimo, y sobre todo la historia que creo que ha sido más invisibilizada, que es de mujeres, y además mujeres mapuches. Estoy en escritura de guión en este momento y ahora, comenzando a buscar los fondos, que es la parte más lenta de todo. Quizás pasen varios años, hasta que logre el objetivo. Habrá que buscar caminos alternativos, para poder contar esta historia, que me parece necesaria también.