Es un hecho que los servicios de streaming han cambiado la forma en que miramos televisión. Aunque ya habíamos estado ligados a India o Brasil gracias a los canales nacionales, con la masificación de Netflix hemos tenido la oportunidad de mirar producciones alemanas, suecas, españolas y mucho más. Y es que sumirse en una historia dramática es, en cierto modo, sumirse en la idiosincrasia de un pueblo: el humor, la forma de ver el crimen, el romance y los conflictos interpersonales toman tintes característicos dependiendo del país en el que se desarrolla la historia. Aunque en ese viaje podemos encontrar muchas similitudes con nuestra propia forma de contar historias. Aquel es el caso de la serie española “Las chicas del cable”.
Hace años, específicamente de 2017, que conocimos a las chicas del cable, protagonizada por Blanca Suárez, Yon González, Maggie Civantos, Ana Fernández, Nadia de Santiago, Martiño Rivas y Ana Polvorosa, un grupo de amigas telefonistas que lidiaban con las injusticias de género, los problemas económicos y las vicisitudes del amor romántico en la España de los años 20. Desde el 3 de julio tenemos a nuestra disposición la temporada final en Netflix, para despedirnos de Lidia, sus amigas y sus amores.
Recapitulando la historia
La serie sigue, primeramente, la vida de Alba (Blanca Suárez), una delincuente que se infiltra en la compañía telefónica para hacer de las suyas. Allí, bajo el nombre de Lidia, forma un grupo de amigas y se reencuentra con Francisco (Yon González), su amor de la juventud a quien pensaba haber olvidado. Con el avance de los capítulos y de las temporadas, la vida de Lidia va tomando distintos caminos: se enamora y desenamora, se enfrenta a villanos maquiavélicos y participa de los cambios sociales y políticos que comienzan a suceder en su país.
El trabajo como telefonista fue, históricamente, un salto para las mujeres jóvenes de la época que encontraban una salida a la dependencia económica de sus hogares al abrirse paso al mundo laboral. “Las chicas del cable” tomó desde el inicio esta arista de la historia para construir el argumento: Marga (Nadia de Santiago), Carlota (Ana Fernández García) y Ángeles (Maggie Civantos) ven en sus trabajos y sus pequeños pero sólidos ingresos la oportunidad para construir sus vidas de la forma en que ellas quieren. Ligadas siempre a Lidia, toman decisiones sobre sí mismas y sobre sus destinos.
En este sentido, no se puede negar que el guion y la ejecución general de esta producción ha sido pensada para el espectador actual, que se ha aburrido de ver mujeres sumisas, inseguras de su sexualidad y dispuestas a obedecer ciegamente: la serie puso sobre la mesa la violencia de género, los problemas con la maternidad e incluso el difícil proceso de transición para una persona trans en aquellos años.
La primera parte de la última temporada nos dejó en una España resentida por el final de la guerra civil, con todavía muchas deudas políticas y sociales y con nuestra protagonista encarcelada en un centro reformatorio donde se enfrentará a su antagonista más dura, Doña Carmen (Concha Velasco).
Te advertimos desde acá que esta reseña puede contener spoilers.
Atando cabos sueltos
Si algo se le puede conceder a este final, es que se preocupó de cerrar todas y cada una de las problemáticas que alguna vez inició. Incluso aquellas que todavía producían un poco de resquemor (como el tema del hermano gemelo del esposo de Carlota) o el incipiente interés romántico de Sofía (la hija de Ángeles por quien inicia todo el conflicto de la 5ta entrega).
Con el ritmo ya conocido de este dramático espectáculo de actuaciones y giros en el guion, los personajes se van encontrando a sí mismos y van limando sus asperezas, de modo que el cierre inevitable de esta historia resulta redondo: no nos quedamos con dudas y no nos deja intranquilidad en nuestras conciencias, porque no dudamos del destino de nadie. Sabemos lo que ocurrió y conocemos cómo han de continuar esas historias sin nuestra presencia.
Por otro lado, es positivo el tratamiento que continúan dándole al personaje de Óscar Millán (Ana María Polvorosa), una persona transgénero que aprende a vivir la vida sin apoyos intelectuales o ideológicos sobre su transición, sino nada más desde su verdad y sus sentimientos. Vemos aquí algunos problemas en su relación con Carlota, que son rápidamente desenredados en pos del triunfo del amor. En lo que a objetivos respecta, la serie los cumple todos.

Un cierre novelesco
Es evidente, desde el primer capítulo, la clase de historia que estamos viendo: un drama pasional en el que los conflictos políticos y sociales son tan graves como los vuelcos de la trama al estilo de una novela latinoamericana; violencia, golpes, muertes, falsas muertes, revividos de entre los muertos, guaguas robadas y cuanto se les pueda ocurrir. Todo eso pasa en las vidas de estas mujeres y la temporada final posee recelo alguno en ir un poco más allá.
Ya parecía increíble la inmortalidad de doña Carmen, pero ahora parece obra del mismísimo demonio personal de Lidia: empecinada y obsesionada con torturarla y hacer de su vida un infierno, se esmera en castigarla y prohibirle que vuelva a ser feliz. Esta vez, más que impedir su amor con Francisco (como lo hizo en temporadas anteriores), doña Carmen busca castigar la amistad de las chicas del cable y la unión sorora que estas han ido construyendo.
Conforme avanzan los capítulos la trama se vuelve más y más irreal: Marga termina dentro del mismo centro penitenciario cuando Lidia logra escapar y, por cuestiones aún más intrincadas, Óscar y Carlota también. ¡Cómo tan mala suerte! Aunque nada de eso es un motivo de echarse a morir para estas chicas. Unidas y convencidas de sus propósitos idean con Lidia y la ayuda de sus amores fuera del presidio para organizar el escape, no solo de ellas, sino de todas las presas que están siendo torturadas bajo la mano dura de doña Carmen.

Algo que, a pesar de todo, no se puede negar, es el espíritu feminista que han querido transmitir a lo largo de toda la serie, pero especialmente en esta última temporada. Siempre tomando el camino de visibilizar la lucha de las mujeres trabajadoras, incansable e incluso mortal.
La última temporada cierra dejando esa bandera muy en alto y rindiendo un homenaje a todas las mujeres que lucharon por la libertad de España y por las que aun luchan en sus realidades y situaciones personales: por sus familias, sus amores y sus libertades.