“Yo no voy a cambiar por el marxismo. Que me rechazó tantas veces. No necesito cambiar. Soy más subversivo que usted. No voy a cambiar solamente. Porque los pobres y los ricos. A otro perro con ese hueso. Tampoco porque el capitalismo es injusto. En Nueva York los maricas se besan en la calle. Pero esa parte se la dejo a usted. Que tanto le interesa.
Que la revolución no se pudra del todo. A usted le doy este mensaje. Y no es por mí. Yo estoy viejo” (de Hablo por mi diferencia, 1986).
A orillas del Zanjón de la Aguada, rodeado por la precariedad, pobreza y de escasos recursos nació. En el barrio La Legua fue criado. Víctima de la intolerancia a la diferencia, muy común en esos años y hoy igualmente. Todo eso y más vivió Pedro Segundo Mardones Lemebel.
Siempre anclado y orgulloso de donde venía y quien era, nunca se ocultó y vivió con hidalguía su homosexualidad y su forma diferente de ver el mundo. Ingresó a la Universidad de Chile a comienzos de los años 70, lugar donde, a pesar de todo, se sintió discriminado, aun estudiando Licenciatura en Artes Plásticas.
Ejerció, sí, pero el contexto de una sociedad aun más conservadora le enterraron toda vocación y ganas, convenciéndolo de que la literatura y la performance artística, donde pudiese decir y hacer lo que pensaba y sentía, eran su terreno más fértil.
Siempre apegado al barrio Matadero, Lemebel abandonó la docencia en 1979, después de que se le despidiera, presuntamente, por declararse abiertamente homosexual.
Mantuvo siempre su ligazón a los barrios de gente humilde y trabajadora, porque, según él, eran los lugares que le recordaban a su madre y toda su historia familiar, marcada por lo malos tratos de su progenitor, alcohólico y machista. También fueron los terrenos en que basó sus intereses y su vocación política, manifestando en su quehacer artístico todo lo que era invisibilizado por lo medios y artistas tradicionales, según él, preferentemente “hombres muy machos que le tenían mala”
Lemebel y la dictadura
Después de abandonar la pedagogía, se unió de lleno al mundo literario en estos talleres donde conocería a escritoras de feministas como Diamela Eltit, Pía Barros y Nelly Richard, sintiéndose acogido completamente en esta reivindicación del rol de la mujer obrera y, sobre todo, de la lucha contra la dictadura de la época, motivación que lo llevaría a unirse y participar activamente del mundo de la izquierda clandestina, la cual, por cierto, tenía resquemores con su persona debido a su homosexualidad.
Homosexual, pobre y comunista, era rechazado completamente por el circuito artístico de la primera línea, por ende su obra debía mostrarse en aquellos circuitos underground de la época, particularmente en Matucana 19, lugar en el que junto a Francisco Casas, poeta y artística plástico y por ese entonces estudiante de Literatura, fundaron las “Yeguas del Apocalipsis”.
Este dúo tendría el mismo tono de la literatura, en ese entonces aún encerrada en talleres y cuentos, de Lemebel: ácida e irreverente, lo que quedaba constantemente demostrado por el sabotaje realizado a lanzamientos de libros y exposiciones de arte que, según ellos, mantenían el status quo de la sociedad, sin cuestionarla y sin integrar la diferencia, instalándose así como un elemento nuevo de sorpresa y provocación.
Durante esa época, Pedro Lemebel decidiría hacer uso del abandono del apellido paterno (Mardones), acto que él mismo definiría como político al reconocer la labor de mujeres, que al igual que su madre, vivieron (y aún viven) el abandono de padre, reconociéndola además legalmente desde la ilegalidad de un homosexual y travesti.
1987 y las Yeguas del Apocalipsis cabalgaron con prestancia y determinación por la Feria del Libro de ese año realizada, como es costumbre hasta hoy, en la Estación Mapocho. En la actividad irrumpieron vestidos como la vestimenta típica de las señoras integrantes de CEMA Chile (fundación liderada por Lucía Hiriart, exesposa de Augusto Pinochet), repartiendo panfletos sobre el SIDA y sus consecuencias, performance que fue bloqueada comunicacionalmente.
Su primera intervención netamente artística se realizó el 22 de octubre de 1988 en la entrega del premio Pablo Neruda al poeta Raúl Zurita realizada en la Chascona, casa que perteneció al difunto Premio Nobel de Literatura. Cabe destacar que esta es la primera actuación de la que se tiene registro.
Lemebel y los libros
Los tiempos grises de la política habían pasado y la década de los 90, aun en un país conservador, se vislumbraba cierta apertura cultural, por ende Lemebel daría el gran paso: publicaría su primer libro, “La esquina es mi corazón”, un recopilatorio de crónicas urbanas, de las cuales algunas ya habían sido publicadas en la revista Página Abierta y otras en el diario La Nación.
En su primera obra, Lemebel se hace cargo de aquello que conocía y vivía a fuego. El libro recientemente publicado retrataba espacios alejados de la literatura común de esos días, mostrando los entornos marginados de Santiago donde la pobreza, la homosexualidad y la prostitución se ocultaban como el mayor de los tabúes y además eran olvidadas por una sociedad que se aburguesaba cada vez más.
Al año siguiente Lemebel continuaría con sus publicaciones en crónica, dando a luz a Loco Afán: Crónicas de un Sidario, libro en el que relata su experiencia personal y el testimonio de travestis que, al igual que él, eran víctimas de esta enfermedad y estaban alejados de un tratamiento debido a su condición socioeconómica.
Ese mismo año, 1996, la radiofonía también sería una plataforma para la ácida prosa y el irreverente discurso de Lemebel, quien estrenaba en Radio Tierra su programa Cancionero, espacio en el que, a la vieja usanza del radioteatro, leía crónicas de su autoría acompañadas por sonido ambiental y música incidental.
«Cómo es la vida, yo arrancando del sida y me agarra el cáncer».
Pedro Lemebel
Pedro Segundo Mardones Lemebel, más conocido por el nombre que él después voluntariamente adoptaría, Pedro Lemebel, dejando atrás no solo su apellido paterno, sino siendo carne de sus ideas y diciéndole a todo un país con este acto que él, hace ya más de 30 años, creía en la reivindicación femenina y el reconocimiento al mundo homosexual. Lemebel fue ácido y confrontacional, sin pelos en la lengua. Cercano con los más suyos y con aquellos desplazados de la sociedad normativa, que aún, a pesar de todo, continúa vigente.
Lemebel era el escritor de la gente humilde y de los que se sentían marginados, retratando sus vidas, pasiones y necesidades en un Chile que hasta hoy es timorato y reacio a los grandes cambios.