Miguel Littín, consejero constituyente: “Chile se jacta de ser un país de poetas o de artistas, pero el Estado no lo reconoce como tal”

En entrevista con Revista La Máquina, el legendario cineasta chileno Miguel Littín, recién electo consejero constitucional por la región de O’Higgins, conversa sobre el rol de la cultura y las artes en el nuevo proceso constituyente que dio inicio el 7 de junio recién pasado.

También, hablamos con Miguel Littín sobre la situación del cine en Chile, los 50 años del golpe y algunas de las películas más inolvidables de su nutrida trayectoria.

Usted es nacido y criado en Colchagua, una zona tradicionalmente de derecha. Es más, el 7 de mayo pasado la región eligió como constituyentes a un republicano, una RN, y a usted. ¿Fue muy difícil hacer política como socialista en un ambiente así? ¿Cómo fue la campaña? ¿Recibió insultos, funas, amenazas?

No, para nada, fui muy bien recibido por la gente. Tuve alguna oportunidad de debatir de todos estos temas, siempre con mucho respeto desde las personas.

¿Qué propuestas tiene para mejorar la situación cultural y artística desde el Consejo Constituyente?

Mis propuestas van en relación con lo que se establece como bien común y relación común. Que el arte y la cultura estén en la formación y en el alma misma de un país. El Estado debe fomentarla y abrir todos los caminos para que tengan vía libre, en forma diversa, con pluralidad. Yo, en todo caso, no soy de la idea de una fórmula de constitución que lo establezca de forma tan concreta. Recuerde que las constituciones nunca son para un día o un año. Son pensadas siempre a futuro. Por lo tanto, como las tecnologías, los cambios, las situaciones judiciales van cambiando día a día, la ley debe establecer una estabilidad y plasticidad para ir adaptándose y cambiándose todo el tiempo.

¿Qué opina de la crisis por la que pasa el Ministerio de las Culturas? El “escándalo” de la subsecretaria Andrea Gutiérrez y el paro actual de sus trabajadores.

No tengo ninguna opinión ni tampoco lo voy a hacer. Sí creo que el Ministerio de las Culturas es una gran idea, pero que no ha cumplido el mandato que todos esperábamos que cumpliese, de abrir los caminos para que Chile establezca una unidad en torno a la cultura, el arte, y sobre todo, en torno a la creación.

Hay una confusión muy grande entre cultura y creación. Cultura es lo que vivimos todos los días, es nuestras costumbres, nuestra forma de ser, nuestra tradición. La creación es lo que no existe, lo que se inventa, lo que el hombre va creando va transformando a la cultura. Y este proceso no está claro. Por lo tanto, el desarrollo del Ministerio de Cultura ha sido un desarrollo bastante poco brillante. No ha creado ninguna instancia importante para que se desarrolle la creación, que es lo que transforma la cultura.

¿Qué opina del ministro Jaime de Aguirre? ¿Qué expectativas tiene sobre su gestión?

Es una persona que sabe, que conoce, tuvo un gran paso por la televisión pública, abrió una determinada cultura y tradiciones y creación nacional a través de Cuentos Chilenos, por ejemplo; dio a conocer escritores chilenos de todos los tiempos; también ha tenido una mirada cultural más abierta a la que hay hoy, que francamente puede ser todo menos Televisión Nacional, porque no tiene ninguna identidad de nada. También se abrió a la colaboración con el sector cinematográfico y en definitiva ha tenido una mirada mucho más abierta hacia las libertades culturales.

“Hará un trabajo importante en cultura siempre que cree las diferencias y actúe con la audacia necesaria. Porque en Chile se puede hablar de todo. De economía, bancos, hacienda… pero de la creación no se dice nada. Hay que ser muy audaz para hacerlo. A pesar que el país se jacte de ser un país de poetas o de artistas, en la práctica el Estado no lo reconoce como tal”, menciona Miguel Littín.

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Tradiciones y quebrar paradigmas culturales: La visión de Miguel Littín

Sobre las tradiciones, hablemos del rodeo. Los republicanos son partidarios del rodeo, pero hay organizaciones animalistas que ya están reclamando porque los derechos de los animales no fueron contemplados en el anteproyecto de constitución de la Comisión Experta. ¿Usted cómo lo ve, la relación entre cultura y rodeo?

Claramente que hay un respeto por la vida humana y de los animales. Yo pienso que este es un problema que hay que estudiar bien. Pero creo que el espíritu de este texto está en respetar la vida, y eso incluye la vida animal en general. Y no creo que la cultura sea un tema de determinadas prácticas como el rodeo. Otras prácticas, como la tradición que no es precisamente el rodeo, no implican el sufrimiento de los animales, hay que hacer las diferencias.

¿Usted cree que esto debe estar en el texto final, los derechos de los animales?

Debe estar, absolutamente.

Como artista, ¿qué opina de que afuera de Chile apoyen mucho más el arte que acá mismo, particularmente el cine?

Es un tema que hay que estudiar con mucho cuidado. El público chileno debe hacerse parte de ese proceso. Porque el cine no existe sin público. Si el cine chileno interesa más afuera de Chile, aquí hay un problema que interesa resolver. ¿Cuáles son los mecanismos que hacen que en Chile no existan las cadenas de distribución para poder distribuir estas películas para invitar al público a verlas? No hay ninguna cinematografía en el mundo que exista sin su público. No se pueden hacer películas que solo serán vistas en Europa. Está bien que tenga alguna importancia las plataformas de lanzamiento de las películas, pero no son eso su destino. El propósito es tener un contacto con su público y retroalimentarse y crecer, justamente como parte del fenómeno de la creación.

Miguel Littin agrega: “Yo aquí invitaría a todos a discutir este problema y encontrar una solución. Está bien y es valiosa la presencia del cine chileno fuera de Chile, pero también es muy importante a presencia del cine chileno en Chile. Como por ejemplo lo tiene Argentina y otros países de América Latina. Esto es algo que hay que investigar. ¿Por qué pasa esto allá y aquí no? En Chile, tiene que haber una cuota de exhibición tanto en televisión como en las salas de cine, para que el cine chileno tenga la posibilidad de establecer una relación fluida con su público”.

¿En la Constitución eso cómo tiene que ir? ¿Usted redactaría algún artículo específico para eso?

Pienso que tengo que estudiarlo, y en eso estoy, estudiándolo, y el anteproyecto también. Lo único que he encontrado allí es que habrá un órgano para la censura cinematográfica. Yo pienso que la censura tiene que terminar. En segundo lugar, tiene que haber un órgano que sí se preocupe realmente de financiar el cine chileno, que encuentre formas de financiamiento real para fomentar el cine destinado a nuestro público, que constituye la reserva cultural y es parte de su patrimonio.

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Del Chacal a Allende

En los 60s, usted dirigió El Chacal de Nahueltoro. La interpretación que predominó en su momento de la película, es que el criminal no es malo per se, sino que es víctima del sistema y del ambiente de pobreza y miseria que lo condiciona. No obstante, hoy vemos que existe un ánimo completamente distinto en Chile, de mano dura con la delincuencia. ¿Usted cree que una película como esta tendría una recepción distinta hoy?

Yo distinguiría. Porque se exhibe en colegios, institutos o municipios, y tiene una gran recepción en el público. Yo pienso que la delincuencia ocasional, la delincuencia de un hombre que guiado por el destino, por un mal trecho, por descuido social, comete un crimen sin darse cuenta, y una vez que se da cuenta es fusilado, es un caso paradojal distinto. Yo creo que con la delincuencia profesional, que es otra cosa, tiene que haber desde el Estado mano muy dura para terminar la delincuencia y la drogadicción y proteger al ciudadano común y corriente. Pero pienso que es un caso muy distinto.

Miguel Littin añade: “Ahora, sin tomar en cuenta que el Senado, cuando derogó la pena de muerte, la derogó porque tuvo muy en cuenta el Chacal de Nahueltoro. Pero yo insisto es que es muy distinto un delincuente ocasional a un delincuente profesional”.

¿Usted sigue estando en contra de la pena de muerte?

Absolutamente.

En la Unidad Popular, usted fue presidente del directorio de Chilefilms. De esa experiencia, hoy la derecha critica que se hizo una mala administración. Hace no mucho, el diario El Mercurio criticó que, entre otras cosas, el reemplazar películas norteamericanas por películas soviéticas hizo que los chilenos se perdieran el estreno de El Padrino, entre otras joyas del cine. ¿Usted hace alguna autocrítica al respecto?

No, porque no tengo nada que ver con eso. Yo estuve un año y algo en Chilefilms, y después me fui a filmar La Tierra Prometida. Lo que hice fue impulsar los talleres en Chilefilms, para que se formaran nuevos cineastas con otra mentalidad que la que existía, con una nueva mirada sobre Chile, su cultura e imaginería.

En este tipo de problemas de distribución yo no tuve ninguna responsabilidad. Y además, en términos generales, como todos lo saben, no fue algo de Chile, sino que EE.UU. decidió, de acuerdo a los perjuicios que quería crearle a Chile, no mostrar las películas. Y en cambio se importaron las películas soviéticas y de otros países, porque esos países estaban dispuestos a darlas en Chile. No fue una decisión de Chile. Como dijo Jack Lang (socialista), años después, cuando fue ministro de cultura en Francia en los 80s, EE.UU. también quería que la industria europea no estuviera protegida.

Sobre su película, La Tierra Prometida, ahí usted muestra una cooperativa y una revolución campesina acontecida en Colchagua. No obstante, hoy vemos que los lugareños tienen un ánimo totalmente distinto y votan mayoritariamente por la derecha. ¿Cómo lo analiza usted?

Mire, los votos que saqué yo no son de la derecha, en primer lugar. Yo soy una mayoría importante a nivel país.

¿Cómo lo veo yo? Es que son procesos distintos. La película recuerda algo que ocurrió en el pasado y, si el pasado se proyecta hacia el presente o el futuro, es la vigencia o no de una obra artística. No tiene relación directa con la política, es una metáfora. La revolución, los cambios, las transformaciones que se producen de una manera o de otra. Pero que constantemente en la vida cotidiana se produce. La Tierra Prometida contiene elementos del folklor, de la tradición, de la leyenda, de la gente, y además, en elementos antropológicos que la hacen notable, sin duda.

Así se reconoce en todas partes del mundo. Las cinematecas tienen las copias, exhiben las películas, se discuten, y proyectan de alguna manera la conducta humana que no solo están suscritas a una época o un tiempo, sino que también traspasan los tiempos. Eso es lo que tiene el arte que hace la diferencia con la política. Al confundir una cosa con la otra se arma un poquito un desaguisado que no es fácil de explicar. La película narra hechos que ocurrieron en Chile el año ´32, que pueden ser o no coherentes con lo que ocurrió.

Miguel Littín menciona: “Además, la película tampoco aspiraba a ser un proyecto electoral. La película es la película. Más allá que la haya hecho gente de izquierda. La gente va al cine a ver una película por placer, y el placer no está determinado por tendencias políticas. Si por el placer de ver el arte. Si yo miro una figura del renacimiento, no pienso si Rafael era de izquierda o de derecha. Sor Juana de la Cruz ¿dónde la pongo yo, en la derecha o la izquierda? ¿cómo pongo yo su poesía? En Chile estamos demasiado en la tendencia de politizar en forma electoral todo, y eso no me parece una buena visión”.

Sobre los 50 años del golpe de Estado, en sus películas Dawson Isla 10, y en Allende en su laberinto, usted opta por no mostrar cómo murió Allende. Es más, muestra una visión más o menos ambigua. Medio siglo después del golpe, ¿Allende se suicidó o lo mataron?

El arte es ambiguo, aparentemente. El arte es interpretación de la gente. Y yo muestro a Allende ahí luchando, y lo dejo abierto de modo tal que la gente saque sus propias conclusiones. No pontifica el arte. No es religión. El arte es la posibilidad abierta de dejar incógnitas, abiertas, que en la gente despierte a su espíritu y responda.

Ahora, en lo personal, yo creo que está claro. Allende toma una decisión. Va a La Moneda y sabe que su destino es ese. Allende lo dice públicamente, lo dice en un acto que es único en la historia de la humanidad. Que la gente puede estar muy lejos del suceso y estar viviéndolo al mismo tiempo. Cuando se dirige a la radio y dice “Compatriotas…” y hace su famoso discurso. Pienso que ahí está todo. Ahí están todas las respuestas.

Ahora, frente al proceso que da de forma jurídica y judicial, esta sentencia de que Allende se suicidó… Lo comparto porque no tiene ninguna certeza, realmente son solo suposiciones. No dice nada concreto, no se hizo ni siquiera reconstitución, y se dio por cerrado el caso. Sin embargo, la gente lo abre todos los días. Vaya usted y haga una encuesta. ¿Qué van a decir? Lo tankearon. Causa y consecuencia. Hay un golpe de Estado, asaltan el Palacio de La Moneda. Allende estaba adentro, los militares no le van a decir “buenos días, presidente”. ¿A qué van? ¡A matarlo! Hay un criminal confeso, lo dice él mismo “maten a la perra y se acaba la leva”. ¿Qué quiere decir eso? ¡Maten al jefe y se termina todo! ¿qué ambigüedad tiene Chile frente a eso? Están los hechos concretos. Hay un criminal confeso, punto.

Pero el juez dio vuelta, dio vuelta para acá… buscando acuerdos, estirar la cuerda larga. En 20 años más nadie va a discutir esto que estamos hablando ¡Es un hecho! La verdad, es que lo he dicho muchas vece, y cada vez estoy más convencido de ello.

En 1986, Gabriel García Márquez publicó el libro “La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile”. Si García Márquez siguiera con vida, ¿escribiría sobre las aventuras de Miguel Littín en la constituyente? ¿Cómo cree que sería ese libro?

No, jaja, ojalá, yo no lo sé, porque todavía no he vivido la aventura de la constituyente, estoy recién entrando. Pero yo tengo un gran respeto por el Gabo, un cariño entrañable, hace falta, lo quería como un hermano mayor. No puedo saberlo. Yo no sé qué haría hoy. Seguramente estaría escribiendo en algún lugar del mundo una bella novela, de la aventura de un hombre y una mujer, y que todos esperaríamos con ansias para leerlo.

Cabe recordar que Miguel Littín asumió la presidencia del Consejo Constitucional momentáneamente para la asunción de los consejeros constitucionales. Sin embargo, las votaciones del pleno eligió a Beatriz Hevia (republicana) como presidenta de la instancia.

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