“Mank”, la nueva película del descatado director David Fincher (El club de la pelea, Se7en), es una de esas herméticas odas al cine que encuentran su punto de valor precisamente en ese nostálgico acercamiento al séptimo arte.
Es una cinta que hay que ver con conocimientos sobre el cine, si no es altamente probable que no se puedan apreciar los detalles y referencias más específicas que concreta Fincher (que son bastantes), especialmente las referidas a la real protagonista de este filme: “El ciudadano Kane”.
Eso no es necesariamente algo positivo en primera instancia… porque no sé hasta qué punto estoy de acuerdo con que una película excluya de antemano a sus espectadores, pero para aquellos que encuentran goce en esas segundas capas, “Mank”, seguramente, será un deleite.
Puede ser debatible, pero ese punto hermético es lo que hace de “Mank” esa obra sensible que muchos ya están catalogando de obra maestra. Un cine sobre el cine que, irónicamente, adquiere aún más valor con la paralización cinematográfica que se ha vivido este año. Presenta una narrativa que pasa por completo del acontecer actual, sin embargo que, de todas formas, es contingente, aun cuando sea de la forma menos esperada.
Hablemos de Fincher…
David Fincher es un director que con los años se ha ido instalando de manera contundente entre aquellas direcciones autorales de Hollywood. Uno de los pocos que produce cine comercial “del bueno” y que tiene una clara perspectiva cinematográfica que mostrar y contar.
Fincher durante su carrera ha sido un autor interesado por el lado oscuro de la psicología humana. A veces esto toma forma en el retrato social norteamericano como en “Fight Club”, “The Social Network” o “Gone Girl”, en donde esta última alcanza de manera casi magistral el manejo de los ‘plot twists’ de la trama. Y en otras, se evidencia en la misma narrativa que Fincher decide tomar, como es el caso de la primera entrega de “The Girl with the Dragon Tattoo”, “Mindhunter” o la ya conocida “Se7en”.
Considerando lo técnico, su mano de director siempre se asoma en ese montaje segmentado de varias secuencias durante sus largometrajes. Planos detalles, cortos, que se suceden entre sí… mostrando pequeños recovecos de cajones mentales de manera visual.
Su dirección es siempre perfecta, mecánica, un tanto fría debido a ese molde calculado de sus premisas (el pequeño riesgo de que un director tenga todo tan absolutamente claro en su cabeza). Pero la emoción se asoma en el resto de los elementos de la película: las actuaciones, las historias, la estética.
Son características que a Fincher le vienen de maravilla y que dejan helado al espectador sin importar la historia que decida tratar.
Sin embargo, “Mank” parece escaparse casi por completo de esto. La nostalgia aparece desde el primer momento empapando la pantalla. El guion, escrito por su padre difunto, se respetó casi al 100%, dejando solo la dirección como destello de su punto de vista personal. Pero en lugar de esa estética que siempre parece dirigirse a lo oscuro y liminal, “Mank” se distancia del conjunto de películas que lleva acumuladas.
El Blanco y Negro
“Mank” es una película de época que retrata el proceso de creación del guion de “El Ciudadano Kane” a manos de Herman Mankiewicz (Gary Oldman), un famoso guionista plagado de defectos que parece ilustrar a la perfección el ambiente de esa época. Y la elección del guion no es coincidencia, ya que la película dirigida por Orson Welles fue la encargada de marcar una nueva manera de hacer cine y es considerada por muchos como la mejor película de la historia.
En este retrato, David Fincher nos muestra la edad de oro de los estudios de Hollywood: cómo funcionaban dichos estudios, el star system, la abundancia de oportunidades y el desarrollo del cine norteamericano no necesariamente como arte, sino como herramienta comercial.
Y David Fincher decidió grabarla en blanco y negro.
En primera instancia, uno pensaría que esto es muchísimo más simple que filmar a color. Pero la verdad es que hoy el color en el cine se ha desarrollado tanto, que el antiguo arte de iluminación en blanco y negro que manejaban los equipos creativos se ha perdido casi por completo.
Porque lo cierto es que las películas de otras décadas encuentran su expresividad en ese juego de luces y sombras. Era algo extremadamente difícil de lograr y fue desarrollándose como elemento específico desde los orígenes del cine hasta la aparición del color.
Actualmente, muchas veces se toma el blanco y negro como una fuente que se coloca por sobre una grabación a color, haciendo que todo se aplane para el ojo humano. Todas esas luces y sombras se pierden y lo que se ve es precisamente un filtro. Es algo técnico pero extremadamente sensible y, a pesar de lo complejo que pueda parecer, todo espectador puede dar cuenta de ello.
El mejor ejemplo que puedo poner de un pésimo trabajo del blanco y negro va en la película “The Giver”, dirigida por Phillip Noyce, en donde a simple vista se puede ver una diferencia sustancial con “Laura” de Otto Preminger.
David Fincher parece canalizar toda esa racionalidad que lo caracteriza como director en este aspecto del filme. Y pese a que a veces falla y el color se ve un tanto extraño, en gran parte de la película logra evocar la maravilla del blanco y negro. No logra llegar al nivel de sus antecesoras, pero funciona como gesto estético.
A esto se agregan varias citas visuales a “El Ciudadano Kane”: encuadres, tomas y decisiones de iluminación. Y así como el guion original de la película se basa en flashbacks y recuerdos de los diferentes personajes, “Mank” sigue la vida de Herman Mankiewicz de la misma manera: con fragmentos en un constante viaje temporal.
En ninguna circunstancia hay novedades técnicas, pero Fincher proporciona en cambio una cohesión casi perfecta con el guion.
Un Fincher Nostálgico…
“Mank” es una película correcta y respetuosa con una notoria nostalgia hacia el pasado. Los tiempos en donde las artes estaban en auge y la creatividad parecía flotar en el aire ante un panorama lleno de oportunidades y donde la vida parecía transitar de manera fugaz.
No habían pasos a seguir.
No habían moldes preimpuestos.
El mundo estaba cambiando de manera radical y las sociedades se transformaban de manera vertiginosa. Y a pesar de que la trama se centra y nombra a varias personalidades políticas y empresariales de la época, lo que queda retenido es el auge de los estudios y el desarrollo de la industria cinematográfica en el Estados Unidos de los 40’ con sus crisis y transformaciones internas.
Se produce un efecto nostálgico que Fincher también tenía al filmar (quizás por otras razones en ese entonces). Pero la verdad es que frente al panorama actual que presenta la cultura, una oda a los años de oro del mundo cinematográfico aparece como un hermoso regalo entre los estrenos del año.
“Mank” encuentra, de esta peculiar forma, una extraña contingencia actual. En una industria en donde todo parece estar dicho y hecho, en un contexto en el cual ahora se presenta la gran incógnita en torno a cómo va a continuar, el mirar hacia atrás resulta alentador. La esperanza y la tristeza se entremezclan… lo que hay es nostalgia y melancolía.
Los paralelismos son infinitos en una película que se rodó antes de la pandemia mundial que azotó en marzo de este año. Sin saberlo, Fincher rodó contingencia pura.
Así como la industria cinematográfica tuvo que ajustarse después de la Gran Depresión, el covid-19 vino a asestar un golpe decisivo a la manera de funcionar tradicional que tenía el séptimo arte. Las disputas electorales que muestra la película recuerdan bastante a lo que vivió Estados Unidos hace unos meses. Y por sobre todo el personaje de Herman Mankiewicz parece sintetizar una sensibilidad colectiva frente al acontecer mundial: la mirada crítica y escéptica a todo aquello que alguna vez lo atrajo y maravilló.
Conclusiones…
No sé si consideraría a “Mank” una obra maestra… probablemente no. Creo que tampoco la consideraría la película del año… aunque la verdad con los pocos estrenos que se han presentado el 2020 tampoco hay mucha competencia.
Pero sí es una película que despierta sensibilidades. Es una obra que emociona a su manera, que muestra a un David Fincher completamente nuevo, en una faceta que no se le conocía (lo más cercano sería “El curioso caso de Benjamin Button” quizás) y que nos habla de lo más relevante para él: el cine.
“Mank” es un largometraje hermético en que cuesta entrar, pero que en la cual una vez dentro maravilla y transporta: las dos cualidades originales que a manos de los hermanos Lumiére y Mélies definieron al séptimo arte y sentaron las bases para todo lo que conocemos hoy en día como cine.
“Mank” es una oda que viene a ofrecer una retrospectiva hermosa cerrando el año.
Quizás no es una película que te marca la vida, que revoluciona al cine, ni evidencia problemas sociales de manera directa en su guion, pero es un filme que invita de manera activa a la reflexión contemplativa del pasado… actividad que finalizando el año como mundo y sociedad nos urge un montón.