Cuando el documental “Lemebel” (disponible en Ondamedia), dirigido por Joanna Reposi, llegó a las carteleras del país en 2019, arrasó en las salas y se convirtió en el documental más visto. Ganó el premio Teddy a Mejor Documental LGBTQ+ en el Festival de Cine de Berlín y Mejor Película Chilena en SANFIC.
El documental no es, ni aspira ser, un biopic, una biografía clásica acerca de la vida de Pedro Lemebel. Es un documental de autor y el énfasis es claro, se centra en la obra visual de Pedro, la performance. Ocho años trabajó Joanna Reposi en el trabajo audiovisual que recoge un valioso archivo: su documentación, grabaciones de las performances, entrevistas en televisión, videos, fotos y registros personales.
La apuesta cinematográficamente de la película está puesta en explorar con el archivo, remirarlo y reinterpretarlo. Jugar con el archivo, con su materialidad, tonalidad, textura y grano. La construcción narrativa surge del mismo material. Una propuesta cinematográfica construida sobre las diferentes materialidades de las cintas recobradas. El trabajo de Joanna Reposi también es un acción performática a partir de la performance de “Lemebel”. Un trabajo visual de muchas capas.
Lemebel performer
La revisión que el documental hace a las performances de Pedro Lemebel es valiosísima y la materialidad que Lemebel ocupa en su performance, es su cuerpo. Usó el cuerpo como soporte de expresión artística y social. Un cuerpo político en movimiento, el cuerpo como discurso. Un cuerpo trasgredido, travestido, pobre y homosexual. Un cuerpo confrontado a la dictadura.
En la cinta podemos apreciar el trabajo de Pedro Lemebel en el colectivo de arte “Las Yeguas del Apocalipsis”, que fundó junto a Francisco Casas a fines de los 80s.
Revisar acciones de arte como: “La Conquista de América”, una cueca bailada a pies descalzos sobre vidrios. Un baile en homenaje a las madres de los detenidos desaparecidos, donde pies danzantes dejan huellas de sangre sobre el mapa de Latinoamérica. También “Las dos Fridas”, escenificación que hacen del cuadro homónimo de la artista mexicana Frida Kahlo. Un cuadro vivo de una transfusión de sangre, en un momento donde la sociedad estaba consternada por la propagación del sida. Con el cruce de sangre, el colectivo expone el estigma del contagio y el discurso de la defensa de la pureza racial en el periodo colonial.
Asimismo, como un acto de descolonización, Pedro Lemebel asiste en 1994 a la marcha del Orgullo Gay en Nueva York, travestido como una versión de la Estatua de la Libertad, pero esta vez coronada de jeringas con sangre. El artista interviene con un cartel que decía: “Chile return aids”, que en español sería: “Chile les devuelve el Sida“, aludiendo a la dominación norteamericana desde el frente del sida.
Sin duda, Pedro fue uno de los grandes performers de Sudamérica. Fuego, molotov, neoprén, encontramos en sus obras. Una verdadera pirotecnia corporal. Lemebel era un artista transgresor y denunciaba desde el gesto extremo. Sangre y fuego son elementos que siempre estuvieron presente en su obra. “Yo uso mi cuerpo como barricada”, oímos decir al artista. Pedro siempre jugó con fuego.
La figura de Pedro Lemebel, uno de los impulsores del movimiento queer en Latinoamérica, se aprecia nítidamente en el documental. Un artista que siempre estuvo al limite, al borde. Inteligente, brillante en todas sus dimensiones y agudo. Siempre coherente, siempre irreverente. Arrojado, provocativo y sobre todo valiente, nadie puede decir que Pedro Lemebel no era valiente. Dijo las cosas sin ambigüedades, lo que nadie quería oír. Habló de derechos humanos en televisión cuando nadie se atrevía a hacerlo. Se reveló ante la dictadura, cuestionó la democracia, el modelo neoliberal y sacudió la conservadora y clasista sociedad chilena.
Pedro habla desde el resentimiento, la discriminación, sin embargo en su corazón rabioso, más que odio, prima visión. Pedro era un visionario, un vanguardista, que quería, desde lo más profundo, darle el espacio que correspondía a las minorías, redignificarlas. En su arte hay una lectura homosexual, aun así Lemebel no solo le dio voz a los homosexuales, sino a todos los que no tenían voz, las etnias, los pobres y también a la mujer. Con su pluma punzante y su cuerpo, se reveló ante las injusticias, las diferencias de clases sociales.
El movimiento se lo dio la calle y el documental hace una revisión a su infancia, al block donde vivió, porque el artista nunca olvidó sus orígenes, entendía cómo el contexto determina. “Sin pasado no tendría nada que decir, no tendría un aval“, escuchamos decir a el autor de “Tengo miedo torero”. Pedro Lemebel defendió la infancia, apeló al derecho de ser libres, en sus propias palabras, habló por la diferencia. Con lucidez hizo una radiografía de Chile. Pedro Lemebel sin duda, está mas vigente que nunca. Su arte trasciende.
Emociona en el documental el registro de sus últimos años en vida, acercarnos a su humor y su calidez. Conmovernos con su ultima performance, sus últimos días, porque Pedro pidió que no lo dejaran de grabar. Es imposible no mirar las imágenes en retrospectiva.
La mirada interior a Lemebel
En La Máquina conversamos en exclusiva con la directora del documental Joanna Reposi, quien confesó que desarrolló una amistad con Pedro, que se remonta a cuando ella conducía el programa de televisión “El show de los libros”. Relata que en ese momento fue muy difícil contactarlo, ya que al artista no le gustaban los medios, menos la televisión, asi que fue a abordarlo a la Radio Tierra donde él tenía un programa que leía sus crónicas y las musicalizaba. Finalmente Pedro accedió.
“Tuve la oportunidad de entrevistar a Pedro una hora y luego le pedí que llevara trajes, atuendos, para sacarle fotos. Yo hace tiempo trabajo la foto no digital, la análoga, la diapositiva en ese momento. En la entrevista se generó una muy buena relación y ya cuando lo empecé a fotografiar, que llevó sus boas, se maquilló, enganchamos mucho. Cuando eres fotógrafa y empiezas a fotografiar, se genera una relación. Y después hice este Videoarte de “Manifiesto”, uno de sus textos más emblemáticos y estas diapositivas las proyecté en la ciudad de noche y las filmé también e hice este pequeño video arte. Cuando sale en pantalla, me llamó al otro día, a Pedro le gustaba ver mucha televisión, a pesar de que renegaba de ella. La vio y me dice “Jovy, me encantó” y ahí se genera una complicidad, un respeto mutuo por nuestros trabajos. A el le gustaba lo que yo hacia y se generó una relación, donde yo iba a su casa, hablábamos de proyectos, de cine, de amores, de desamores.
“Yo me fui a estudiar a Londres, vuelvo y siempre me quedé con ganas de hacer una película con él, que tuviera que ver con la obra performática. Le planteo que hiciéramos una película sobre sus obras visuales y empezamos a filmar y es la película. Él estaba muy involucrado, con muchas ganas de participar, ideas, con ires y venires y me abrió sus puertas porque confiaba en el trabajo, sabía que no iba a ser una biopic clásica y que a mi tampoco me interesaba hacer“, agrega Joanna Reposi, directora de “Lemebel”.
–Joanna, hay un momento que es muy emocionante en el documental que dices: “me dijiste que te filmara y que no dejara de hacerlo“. ¿Qué te pasa con eso? Partir la película con Pedro bien, luego Pedro enfermo y después muere y no alcanza a ver el documental.
Esa frase es una súper importante: “me dijiste que te filmara y que no dejara de hacerlo”, finalmente uno termina de escribir la película en el montaje y yo partí esta película con un Pedro vivo, sano, con ganas de hacer hartas cosas, teniendo todo el tiempo del mundo. De hecho, los primeros guiones o ensoñación, era una película mucho más del videoarte, soñábamos hacer muchas puestas en escena, etc, etc. Pero claro, esto empezó a mutar, pasaron ocho años, durante la filmación Pedro se enferma, una carraspera. Luego le detectan un cáncer que lamentable lo termina matando.
Yo filmo durante ocho años, en esos ocho años tengo distintos registros, de distintas cámaras y me enfrento al material en el montaje y me doy cuenta que cuando empiezo a montar, el Pedro ya no estaba vivo. Este amigo artista ya no existía. Entonces también la figura de la muerte estaba super presente.
Esa frase surge y emerge en el montaje, o sea la materialidad, las distintas materialidades de la película, hablaron por sí solos. Esta película no podría haber sido terminada, montada, sin entender que ese personaje que estábamos mirando ya no existía. Entonces yo creí la necesidad de instalarla al principio, “me dijiste que te filmara y que no dejara de hacerlo”, fue un momento que pasó también en la vida real, cuando el venía saliendo en la silla de ruedas del hospital, fue la ultima vez que lo vi también. Todo lo que yo digo ahí es realmente así, tal cual ocurrió.
Joanna agrega: “Me llama la productora y me dice vamos a hacerle un homenaje a Pedro en vida, en el Teatro a Mil, ven a grabar. No iba a estar Pedro, así que decido ir a verlo al hospital, le compro rosas rojas, que eran las que le gustaban. En ese momento yo me enfrento a la familia que nunca la había visto antes. Y Pedro me ve, me hace entrar, y me dice: ¿Joby, vení a grabar? y yo: no, hueón, te vengo a ver, ahora igual tengo la cámara atrás, si querí te filmo. ¡Sí!, me dice, voy a ir al GAM. Bien punki como era, contra todo pronostico, porque el estaba en un estado de salud bastante delicado, no le querían dar el alta”.
“Bueno, finalmente logra salir del hospital y va a su presentación. Y yo lo estoy filmando y entonces él me decía: fílmame, fílmame y la familia decía: no filmí, no filmí. Y mi lealtad era con él y con la película, tiene que ver con ese proyecto y con la última vez que lo vi y esa frase surge en el montaje y la pongo al principio y al final, como un mantra, como un inicio y un cierre, porque de alguna manera tiene que ver con la película que estábamos haciendo, como que le dio el sentido finalmente a la película”, continúa.
–¿Cómo fue para ti enfrentarte a todos estos archivos? Es muy bonito cuando Pedro saca sus cajitas, con fotos, abriendo un gran espacio de intimidad y confianza al tú poder acceder a esos registros.
Mira, eso fue hermoso, yo quise hacer esta película con Pedro, sobre Pedro y sobre la performance, porque me permitía cinematográficamente poder explorar con el archivo y la puesta en escena, como hacer una performance con el archivo, que era algo que a mí me gusta y venía haciendo en mis otras películas, de hace mucho tiempo, que tenía que ver con el mismo registro que hice para “El Show de los Libros”, esta proyección de las fotos de Pedro, en espacios públicos, usar la proyección, re mirar un archivo de otra perspectiva, con el grano, con la suciedad, lo anti full HD, lo anti perfección que te entrega el full HD. A mí me gusta mucho esa materialidad porque te permite jugar también con la imagen de una manera distinta.
Y eso se suma a todas las grabaciones, que cuando yo he ido filmando, nunca sabía muy bien si me iba a servir el material, pero sí sabía que era algo importante y tiene que ver un poco con la formación documentalista que uno tiene, que es firmar el cotidiano. Y por eso me servía el filmar esos momentos y cuando Pedro abre sus cajitas, donde sacaba todos estos materiales hermosos y comparte todo su archivo. También dentro de la película participan una serie de fotógrafos y videastas que compartieron sus archivos, además de mi registro personal con él. Eso le da una materialidad y una propuesta cinematográfica.
Y después trabajo con Nilles Atallah (Casa Lobo, Rey) que es un súper director de foto, un talento, fue un acierto trabajar en conjunto, porque también lo convoco a este proyecto pensando reinterpretar todo este archivo de una manera distinta. Que fue como construir este yeso, como una figura y proyectamos sobre ese yeso, que era como este Pedro que ya no está, que también le da una textura distinta a la película o a la propuesta narrativa. No solo está el contenido de los encuentros con Pedro, sino que la película tiene estos otros niveles, capas de visualidad, que te entrega otra información, emoción y relato.
Lemebel y las mujeres
Pedro siempre fue una persona vanguardista, adelantada a sus tiempos. Hoy el movimiento feminista está en auge, pero él llevaba hablando de las mujeres desde mucho antes. El artista le dio voz a las minorías y entre ellas estaba la mujer. En el documental el artista dice: “de mi madre heredé la voz que hay en mi texto, ella fue mi primera voz” y “todo lo que he aprendido, lo he aprendido de las mujeres”.
–¿Podrías ahondar, Joanna, en la relación de Pedro con las mujeres, con darle voz a las mujeres?
Sus grandes amigas, sus grandes amores, son las mujeres que estuvieron cerca de él, partiendo por su madre, sin duda. Pedro cuando emerge a fines de los 80, parte escribiendo en un taller literario de la Pía Barros, una gran escritora chilena feminista, del grupo feminista “La Morada”, donde Pedro era muy bien acogido. Las primeras mujeres que lo contuvieron, le abrieron las puertas, fueron estas mujeres feministas. Grandes mujeres como la Carmen Berenguer, una gran amiga de él, Diamela Eltit, grandes pensadoras, filosofas chilenas, escritoras, feministas, muy poderosas. Por nombrarte alguna, Marisol Vera de Editorial Planeta, fue una de las primeras que editó el primer texto de Pedro, “Los Incontables”. Nelly Richards también, personas que estuvieron muy cerca de él, influenciadoras de sus textos, con quien conversaba y mantuvo una gran amistad.
Siempre las mujeres estuvieron cerca de Pedro, fueron sus grandes aliadas, sus grandes amores y muchas otras, que han estado cerca, conteniéndolo. Y como tú bien dices, la lucha de Pedro, no solamente se suscribe a la homosexualidad y a los derechos humanos, sino a los derechos fundamentales, también de las luchas de las minorías y dentro de esta minoría, estamos nosotras, las mujeres.
-Pareciera que fue en las mujeres el único espacio donde Pedro estuvo contenido. El artista tenía ideas de izquierda, pero el mismo Partido Comunista no lo aceptaba. Todos los lugares donde iba era excluido, pero en las mujeres encontró una acogida, una contención.
Un refugio, lo mismo, su relación, como tú bien dices, con el Partido Comunista, hasta que no llega la Gladys Marín, que fue su gran amiga, entró con bombo y gloria. Lo que pasa es que Pedro era “pobre y maricón”, como él lo decía, yo lo pongo entre comillas, y ser pobre y maricón en un país como Chile, al tiro te lleva a los bordes. En la literatura incluso, Pedro fue muy ninguneado siempre y lo ninguneaban diciendo que era un pobre escritor de crónica, como si la crónica no fuera una escritura de nivel, importante y súper relevante.
Hasta que llega Bolaño, que dice que es uno de los grandes poetas de Latinoamérica, es que la Editorial Planeta lo empieza a mirar y a editar. Pero también incluso en las élites culturales, Pedro fue bastante menospreciado, yo te diría más bien por un tema clasista, no viene de una familia aristocrática que lo pueda contener, no, era pobre y maricón y venía desde ahí.
“Pedro usó el resentimiento para poder escribir, con esa crudeza y acidez e inteligencia y su radiografía de Chile es increíble. Vanguardista como los grandes, que son capaces de ver mucho antes. Ósea el estallido social, está escrito en su literatura hace mucho tiempo”, manifiesta Reposi.
-Viajaste con el documental por varios festivales internacionales. ¿Cuál era la visión de Pedro Lemebel en el exterior? ¿Lo conocían? ¿Cómo fue la recepción?
Digámoslo por su nombre, la figura de Pedro emerge mucho más fuerte cuando muere, se hace más conocido, incluso en Chile, no todos lo conocían como escritor siendo que era un super escritor latinoamericano. Efectivamente es un escritor de nicho, o lo era. Lo mismo pasa en Europa, en algunos lugares de cierta literatura lo conocían, pero como un grupo. En los festivales de cine, que es otro espacio, que no tiene que ver con la literatura, es un espacio donde es mas desconocido. Por lo menos la experiencia en Berlín fue increíble. Cuando estrenamos en La Berlinale, llamó mucho la atención el personaje, primero que nada por la agudeza, por lo que significó, por el arrojo, la valentía, por lo arriesgado, vanguardista que era como personaje. Si bien no lo conocían, las funciones de cine que estaban a tablero vuelto. Yo salía de las funciones y las personas se acercaban a decirme, emocionadas, lloraban muchos y me agradecían el poder conocer a este personaje y que por favor dónde podían comprar su literatura para leerlo. En Grecia, se me acercó una señora de 70 años, llorando, y me dice en ingles: “esto es una verdadera tragedia griega”.
El documental está disponible de manera gratuita en Ondamedia. Lo puedes ver aquí.