Gonzalo Justiniano es, sin duda, uno de los cineastas más destacados de nuestro país. Su madura trayectoria ha tenido frutos no solo a nivel nacional sino internacional.
Justiniano, quien ha realizado 10 películas a lo largo de su carrera, filmó su primer largometraje, “Los hijos de la guerra fría”, bajo la dictadura de Augusto Pinochet. En los años 90 grabó magníficas películas, como la emblemática “Caluga o menta”, largometraje que aborda la juventud marginal, y “Amnesia”, filme que rodea el concepto de desmemoria que se instaura en nuestro país.
A comienzos de los 2000, sorprendió con “El Leyton” y con una de sus películas más exitosas, la cautivante “B-Happy”, que plasma el camino que recorre una niña de 14 años mientras atraviesa la descomposición de su familia, que emociona desde su simpleza. Su último largometraje, “Cabros de mierda”, retrata las experiencias de una valiente joven y el rol de las poblaciones en dictadura.
La filmografía de Justiniano tiene un sello, en función de lo que ha vivido. Con una mirada penetrante, ha retratado en sus películas una época histórica, una sociedad.
En exclusiva para La Máquina, hablamos con el cineasta acerca de la memoria, de sus vivencias y la de su generación. Del Chile de la dictadura y el Chile actual; Gonzalo Justiniano no tiene miedo de hacer retrospectiva ni de mirar hacia adelante. Compartió detalles de su filmografía, nos contó cómo vivió el 18 de octubre con el llamao “estallido social”, su opinión de la sociedad chilena y el modelo económico imperante, sobre los medios de comunicación y la forma de hacer cine en nuestro país. Y, claro, adelantó sus futuros proyectos.
N.E.: Esta entrevista con Gonzalo Justiniano se realizó de manera remota, debido a las precauciones dictadas para evitar la propagación del coronavirus covid-19.
Quería que comenzáramos hablando de la memoria. Siendo Chile un país donde, por un lado, hay personas como Zúñiga, de tu película “Amnesia”, que piensan “que el tiempo todo lo borra como si nada hubiese ocurrido” y, por otro lado, hay personas como Ramírez que se retracta de asesinar a una persona porque nunca va a poder olvidar que mató a alguien. También con todo lo que pasó con el estallido social, donde centenares de personas perdieron sus ojos y ahora es como si nada hubiera pasado. ¿Cómo ves el tratamiento de la memoria en este país y por qué piensas que hay personas que aún son tan reticentes de hablar estos temas?
Bueno, yo, de una forma u otra, he hecho películas que abarcan todo un periodo muy especial, muy cruel, muy brutal, muy criminal. Una sociedad que le costó aceptar que se volvieron en financistas promocionando a criminales. Mi generación, da lo mismo si tu no eras militante político, tú por ser joven, por pensar, porque te interesara la cultura, pasabas a ser peligroso. Durante la dictadura, que es un paréntesis terrible, una sociedad vive bajo un grupo de gente que, por decirte, yo siempre ponía como ejemplo, porque mis películas han hablado de eso, ¿quién le pagaba la bencina a los autos de la DINA?, ¿quién le pagaba la electricidad? No era Álvaro Corbalán, el torturador que pagaba, era el Estado, entonces había unas bestias, unas ratas, que estaban buscando enemigos para justificar su pega.
Había unos monstruos, desde Pinochet para abajo; que Pinochet no es un monstruo, es un mono que pusieron ahí, y que fue el primero que se prestó a creerse rey. En el fondo lo pusieron ahí, esto no fue una dictadura militar fue una dictadura cívico económica militar. Entonces agarraron a un personajito, como el general Schneider, que era el comandante en jefe, quien no quiso hacer el golpe de estado, cuando salió Allende, lo mataron. El General Prat que tampoco quiso ser golpista, lo mataron. Entonces es tan evidente la historia de Chile, es tan grotesca. Porque aquí en Chile como se creen ingleses, occidentales, dicen: no, los centroamericanos son bananeros. Este no es un país bananero, es peor. Eso es una parte.
Gonzalo Justiniano afirma, de todas maneras, sentirse parte de Chile: “Yo igual me siento chileno; no sé qué significa ser chileno, pero ya me tocó nacer acá. Mi experiencia es que yo empiezo a hacer películas y me voy fuera de Chile el año ’76 con la dictadura. Porque ser joven y pensar un poco, tener amistades, estar vinculado al arte, hacer clases a los obreros, estar vinculado a cierta gente de la iglesia, era como peligroso, caía gente muy cercana a uno. Yo me fui de Chile y me tocó volver como 8 años después, cuando vine a filmar. Fue un desafío casi irresponsable, pero igual me atraía venir a filmar a Chile, cuando se cumplían 10 años de la dictadura. Vine con un periodista francés para la televisión francesa y era bastante peligroso, filmamos 6 días y después, irse. Cuando yo estuve acá, esa vez, me di cuenta de que estaban pasando muchas cosas y, pensé, yo tengo que estar acá, tengo que volver y lo decidí y volví”.
El creador de “Caluga o menta” asevera que sus películas tienen que ver con la memoria, pero no solo con la memoria, con la vivencia. Porque vivió esas situaciones y lo filmó.
Justiniano continúa: “‘Los hijos de la Guerra fría‘ lo filmé bajo Pinochet, sacamos los materiales misteriosamente con un avión Iberia, hice la película, después hice otras películas, después pasó supuestamente la dictadura y filme “Amnesia”, una película que trata del tema, yo le iba a poner otro nombre: “Cabeza de pescado”, pero al final dije voy a ponerle “Amnesia”, intentando provocar, ahora que supuestamente volvió la democracia, una democracia donde teníamos al monstruo como comandante en jefe y decir no al “que seamos positivos, pensemos positivo y no hay que recordar, pensemos en un Chile nuevo”. De una forma u otra eso son campañas comunicacionales potentisimas y que todavía funcionan, todavía hay gente que me dice “no, no me hables de ese tema”, de otros temas le puedes hablar, y ese es el tema más importante de los últimos 50 años”.
“Entonces pasó eso, yo hice esa película y volví a tratar el tema, yo estaba un poco saturado, hice otras películas que hablaban de la experiencia de Chile, de lo que se está viviendo o mi experiencia y dije voy a hacer una nueva película: “Cabros de mierda”. Porque no puede ser que de una forma u otra la historia la estaban tergiversando y después entendí que no era tergiversar, sino que la historia había que contarla como uno la había vivido, que cuenten ellos lo que vivieron. La historia es una suma de recuerdos, entonces cuando presente la película tenía un trauma porque la gente te hace mierda, “hasta cuando, si los chilenos no quieren ver eso, hasta cuando hablan de lo que vivieron” como si fuera algo grave. Yo me acuerdo que yo ya estaba con más experiencia para manejar estos temas, entendí que yo no tenía que tragarme el discurso que ellos implementaban y me preguntaron “¿hasta cuándo tratan los cineastas chilenos estos temas?” y yo le dije: “discúlpame no me faltes el respeto, es mi vida y la vida de una generación”. En EEUU la gente que vivió Vietnam hizo 100 películas, para que decir la Alemania Nazi se hicieron 300.000 películas. Entonces yo le dije, dile a tu editor que el problema es otro, hay gente que tiene problema con la memoria, le tiene un trauma a la memoria”, contó Gonzalo Justiniano con respecto a la creación de “Cabros de Mierda”, última cinta hasta la fecha.
Tus películas han tenido importantes personajes femeninos como protagonistas. Katty en “B-Happy”, interpretada por la talentosísima -en ese instante- principiante Manuela Martelli. Sussi interpretado por Marcela Osorio y La Francesita en “Cabros de Mierda”, protagonizada por Nathalia Oragonese. Son personajes femeninos muy interesantes y movilizadores. ¿Qué te atrajo de estas mujeres para hacerlas justamente las movilizadoras de la historia?
Yo parto de la base que los hombres y las mujeres son iguales. A mí me tocó vivir en un país quizás un poco más evolucionado como Francia, todas las reivindicaciones que hacen aquí ahora, anda a decirles a los franceses de la igualdad de trabajo, te retan, ya lo superaron. De una forma u otra “Cabros de mierda” era la experiencia de gente que conocí. Esta cinta se basa en una época donde yo vine a filmar para la televisión francesa, lo que pasaba en las poblaciones y me impresionaba mucho el rol de la mujer ahí en ese momento. Los hombres, unos estaban muertos, otros estaban presos, otros se quedaron y estaban alcohólicos. Las mujeres tuvieron que aperrar en el barrio, hacer la olla común, para que los viejitos y los niños comieran.
Gonzalo Justiniano, amplía su perspectiva frente a esta mirada de la mujer: “Cuando pasó esta semi vuelta a la democracia, a mí me parecía importante resaltar el rol de la mujer, porque fueron las que asumieron una cantidad de responsabilidades y que sufrieron mucho por ser mujer, porque la represión hacia la mujer era doble. Los casos de violación y todo eso a mujeres. Yo pensaba que había que contar eso y contar un poco anécdotas de distintas personas que yo admiro profundamente, que eran mujeres jóvenes, valientes, que no eran militantes cuadradas con un discurso político en primer plano, sino que eran de corazón, de corazón, porque contra la barbaridad, ellas estaban ahí”.
Con esto que hablas de tu época, de tus vivencias, ¿cómo viviste el 18 de octubre y el estallido social? Muchas de las consignas eran justamente “no tenemos miedo porque no tenemos nada que perder”, que es el mismo diálogo que se escucha en “Caluga o Menta”. ¿Cómo ves el Chile de ahora del estallido social en comparación a la época cuando tú eras adolescente y tu generación?
La época de la dictadura brutal militar fue fuerte, distinta, yo le explico a mis hijos, a gente joven. De una forma u otra, mi pensamiento era: si no le tuvimos nosotros miedo a Pinochet, le vamos a tener miedo a lo que estaba pasando. A mí me pasó una cosa muy especial, yo me fui de Chile el 17 de octubre, tenía que ir a presentar dos películas en Europa y en Cartago. El 18 llamo a mi hijo a Chile y me dice: papá está la caga y yo pensaba: la caga, habrá habido una manifestación.
Yo me fui de Chile decepcionado, como diciendo este es un país entregado, que se entregó a los malls, a la sociedad de consumo, porque estaba todo así. País que se entregó a un modelo, modelo de mierda consumista, donde la prepotencia es el dinero, se impone y eso es lo que vale. Y la prepotencia del dinero que tienen los medios de comunicación, poseen la imagen que nosotros tenemos de nosotros mismos. Cualquier persona que se aparte un poco, como tantos periodistas que trabajaban en medios de comunicación y si no se callaban, si no se acomodaban, los echaban. Entonces eso es la barbarie, algo que en Chile estábamos acostumbrados. Porque en Chile de una manera u otra fue muy brutal la dictadura y se tomaron el poder, se tomaron todo.
Gonzalo Justiniano confiesa que estuvo varios días sin pisar tierra chilena: “Estuve como 25 días afuera y volví a Chile y para mí es un privilegio, nunca pensé que iba a vivir algo así, ya me había entregado. Pero más encima, la experiencia personal de irme una noche antes, el 17 de octubre y vuelvo en noviembre, entonces llegué y me fui a caminar a la Alameda y habían todos los signos de lo que había pasado. Fui con una amiga y estábamos frente a la Universidad Católica, tomando una cerveza, porque había habido un acto en la Plaza Dignidad, bajamos, nos quedamos ahí y estábamos ahí en Lastarria y de repente vienen corriendo 200 jóvenes y entra un zorrillo, se para a 30 metros, se baja un marciano y dispara unas bombas lacrimógenas que pasan cha cha cha. Entonces yo dije, no lo puedo creer, yo recién llegado de vuelta de un país sumiso, a la realidad que estábamos viviendo. Y me acuerdo que por broma me paré y dije: ¡Corten! Ya de nuevo, los extras que se devuelvan, el paco que lo hizo bien que tire más arriba la bomba. Parecía una película. Me acordé de una película de Theo Angelopoulos, un griego que hizo una película cuando fue la revolución griega. Él tiene una escena maravillosa, donde en el fondo está filmando los militares, que tienen tomado una plaza, hace un paneo y viene una masa de gente y hace un paneo de vuelta y ya no están los militares, en un mismo momento, era como un salto en el tiempo que a mí me tocó vivir y lo encontré maravilloso”.
Ahora todos los conflictos, tienen un riesgo, pero nunca esperé que una masa tan grande, transversal incluso socialmente, se revelara. Es gente que quiere que la respeten, que le paguen bien. El modelo como estaba planteado, que había que ganar mucho dinero algunos pocos, aniquilar el Estado, que se supone que es la representación de la gente y que esos pocos, cuando ganen mucho dinero van a salpicar un poco. La gente dijo no, eso era otro mundo, otro Chile. Lo que está pasando ahora, es que en el fondo el tema es la clase media, la clase media es Chile, entonces no es la revolución obrero campesina que hubo antes, que en su momento fue totalmente legítima, sino que ahora es mucho más grande. Es la renovación que tienen que hacer, ciertos partidos políticos. Para mí lo que pasó fue realmente un milagro, no esperaba que pasara eso en Chile.
“Yo me acuerdo cuando hablaba con ciertos economistas y se hablaba del ingreso per cápita, entonces decían, Chile orgulloso porque tiene un ingreso de 25.000 dólares per cápita y antes tenía 4.000. Yo siempre decía es una gran mentira. Un premio nobel de Economía de Chicago puso como ejemplo que el ingreso de 100 personas era 25 dólares per cápita y llega Steve Jobs que tiene 300.000 millones, entonces se divide 300.000 millones más los 25 de los 100, entonces el per cápita pasa a ser 50.000 dólares por persona, pero es mentira, hay uno que tiene casi todo. Entonces es interesante ver lo que está pasando ahora, pero es triste todo el tiempo que perdió este país por sumiso, por el poder del dinero que se convierte en represión y en miedo, mucho miedo”, culmina Gonzalo Justiniano.
Hablando de cine, se ha hablado mucho de la industria cinematográfica chilena. ¿crees tú, como Gonzalo Justiniano, realmente que hay una industria cinematográfica chilena? ¿Existe un cine chileno? O no es así.
Dos cosas. Uno, industria chilena, o sea en Arkansas no hay industria de cine y Arkansas tiene más dinero que Chile. Aquí el mercado es muy pequeño. Por eso se organizó, abriendo coproducciones para asociarse con otros países y tener acceso a sus mercados y todo eso. Entonces, yo siempre lo digo con mucha desconfianza, pero es problema mío: admiro el crecimiento que se ha tenido y obviamente hay una estructura que es mucho más sólida, pero yo creo que en el fondo nosotros somos más artesanales.
Gonzalo Justiniano prosigue la idea, enfatizando las dificultades de construir una industria en Chile: “¿Qué industria? Porque más encima cuando tratamos de plantearnos así, nos acercamos a la televisión y está tomada. No nos dejan entrar a la televisión porque la televisión está tomada y se financia por el avisaje. Se financia porque los dueños, son de las industrias y el retail y ellos mismos hacen circular el dinero. ¿Qué industria? Yo después de un tiempo que me costó aceptarlo, no somos nada, somos la feria del Bio Bio y dale. En el fondo, el cine que más me interesa a mi es ese, mi finalidad nunca fue hacer una película y hacerme millonario. Y respeto a los que de una forma u otra tienen ese objetivo. Como mini industria es interesante lo que ha logrado, varios directores muy interesantes y que se ha conseguido éxito principalmente afuera. Pero la palabra industria no se aplica al trabajo que yo hago, porque si no me hubiese ido a vivir a EEUU como me ofreció un productor. No me interesa el cine para hacer carrera y caerle bien a los que tienen el poder”.
“Ojalá se abra la televisión, es como si hicieran un favor a los cineasta recibirlos, como si fuese una cosa peligrosa pasar una película, entonces todo el cine chileno debería pasar en la televisión, en distintos horarios obviamente y hay muchas que tienen que estar en prime time, pero le tienen miedo. Yo creo, puede ser que me haya vuelto paranoico, pero no creo que estemos paranoicos todos los chilenos, hay gente que no le interesa que la gente piense y transmita. Hay gente, como son el directorio de TVN, ¿por qué están ahí? los ponen para controlar el discurso, entonces son partidos políticos, que más encima todos los partidos políticos dependen de los grupos económicos y dicen que las cosas tienen que ser así y asá y controlan los medios de comunicación”, menciona Gonzalo Justiniano.

Hay gente que no creen en la libertad y esa es la gran hipocresía, no creen en la libertad de prensa. la libertad de prensa es la que tienen ciertos grupos económicos de mucho poder para controlar la prensa. El poder económico tiene sus parlantes y eso no se cuestiona. Y tratar de abrir que sea más democrático, más pluralista, más entretenido, es peligroso.
“Con lo del cine chileno, es bien curioso, yo he hecho 10 películas, me ha tocado viajar a los festivales y cuando estaba recién empezando siempre me hablaban: ¿Cuál es la característica del cine chileno? Entonces uno trata de responder y, siendo honesto, yo no tengo idea lo que es ser chileno, primero que todo. Entonces agarré una respuesta que leí en una entrevista que le hicieron a un polaco, que decía, y aplicándolo a Chile: yo sé que mi cine no es rumano, no es belga, no es chino, no es ruso, pero no tengo idea lo que es chileno. Entonces es por la negación. Yo creo que el cine chileno es la suma de todas las cosas que hacemos los y las cineastas chilenos”, reafirma Gonzalo Justiniano.
Para terminar, queríamos que nos contaras de tus próximos proyectos, lo que nos puedas adelantar ¿Qué vamos a ver de Gonzalo Justiniano próximamente?
Ojalá, ojalá. Vengo viento en cola, confiando que la velocidad crucero va a seguir funcionando, pero en el fondo, las expectativas, nadie sabe qué va a pasar. Pero no queda más que seguir trabajando, en lo que estaba trabajando. Afortunadamente, he tenido buenas señales desde España, con un proyecto que tengo que se llama “El fotógrafo de Dios“. Que tiene un productor español encantador, un actor y ahora trabajamos en cuarentena el guion virtualmente, un guionista cubano, otro español y yo. Espero que se haga esa película, está bastante avanzada. Una película que, me parece increíble cómo el espíritu de los tiempos, pasó a partir de la pandemia, se plasmó y me hizo re trabajar el guion, con esa visión.
Gonzalo Justiniano cuenta algunos detalles de este nuevo filme: “Habla de este fotógrafo, Sergio Larraín, que a partir de un momento desapareció y se fue a refugiar al norte de Chile y nadie sabía muy bien. Y con toda la mística que él tiene y que plantea que la fotografía es una forma de explorar la vida y más allá, porque es darse cuenta de que en el fondo la fotografía logra captar un momento, o sea que vence al tiempo como diría Tarkowsky, congela el tiempo porque somos seres efímeros. No me quiero volver metafísico, pero es real. Nuestro amigo Shakespeare decía que la sustancia de los sueños, no es tan distinta a la sustancia de la vida. Viene un sueño y se va. Y la vida de nosotros es igual, y tener consciencia de eso es importante, somos como una especie, en lo más amplio de la palabra, de espejismo. Porque igual en los momentos hay que preocuparse y hay que pelear por que la gente esté bien, pero todo es como una brisa que pasa. Y el elemento del cine y la fotografía es un elemento básico. Si cae un meteorito y queda un cuarto de una foto, es un reflejo de que algo fue, de ese instante único y que pasa. Ese es el trasfondo de la película porque yo no hago películas para hacer filosofía”.
Además, tengo otro proyecto que me gusta mucho que se llama “Cueca brava”, que trata sobre la situación de la mujer campesina. En el fondo, en el campo estaban acostumbrados y estábamos acostumbrados los chilenos y en otras partes, que ellas eran casi un animalito que era propiedad del dueño del fundo. “Cueca Brava” es la historia de una niñita que la entregan a los 14 años a casarse con el patrón de fundo y que tiene una hija que tiene otra hija. Entonces son tres mujeres que cuentan su historia, que de una forma u otra, reflejan parte de la historia de Chile. Porque una fue antes de la reforma agraria, otra fue durante la reforma agraria y la última, que tuvo acceso a la educación, empieza a investigar qué había pasado y porque en su casa no se podía bailar cueca. Y ella descubre, para un trabajo que hace para la universidad, que no se podía bailar cueca, porque su abuelo no era su abuelo. Su abuela que había sido la campesina, había tenido un hijo con un bailador de cueca que la había encantado. Es una ficción que quiero llevarla también a la violencia patronal del campo, está entretenida.
“Espero las pueda hacer“, finaliza Gonzalo Justitiano.