Este martes 26 de abril se conoció lo que muchos especulaban después de mucha dilación: el juicio contra el director de cine nacional Nicolás López resultó en la culpabilidad del malogrado cineasta por el abuso sexual de dos mujeres de forma consumada, pero con un acto de violación no acreditado ni comprobable, según el tribunal.
Un personaje involucrado desde hace años en escándalos sexuales que lo han mantenido en tela de juicio todo este tiempo. Recientemente, se descubrieron más de dos mil (2.000) mensajes que, desde distintos dispositivos, habrían sido eliminados y comprometerían aún más al director de la trilogía “Qué Pena”.
Los hechos cometidos por Nicolás López, en un principio, involucran a diferentes actrices – algunas en aquellos momentos menores de edad- que fueron víctima de abuso y acoso sexual y laboral por parte de López. Licor, cámaras, luces, carreras en sus inicios, todo eso y más fue el contexto en el que se habrían desencadenado hechos que no solo ponen al propio López en cuestionamiento y juicio (literalmente), sino que también a la industria y que hicieron sentir al director de cine un ser que se creyó todopoderoso y con facultades que evidentemente nunca ha tenido ni tendrá.
El mundo audiovisual, del Teatro y las Artes en general, a raíz de esta y otras denuncias, han levantado banderas para luchar contra este y cualquier tipo de abusos, contra esta y cualquier tipo de situación que involucre, sobre todo a mujeres, en hechos de denigración. En aquello han sido vitales instituciones como ChileActores o la Red de Actrices Chilenas, pero ¿Y el Estado?
El Estado, en un trabajo continuo y mancomunado debiese – a través de ministerios como el de la Mujer y Equidad de Género y el de Culturas, Artes y Patrimonio- incentivar a que de manera estructural se motivase a la creación de protocolos de denuncia, prevención y educación al respecto, ayudando además a combatir mediante el factor comunicacional la dura realidad que atraviesa nuestro país en temas de género, violencia, abusos y acosos tanto en el área de la Cultura y las Humanidades como en cualquiera otra sea.
El Estado es, sin lugar a dudas, uno de los primeros motores por la que se debe promocionar la creación de redes de apoyo, denuncia y destrucción de estas nocivas y dañinas costumbres que, desde una cultura vertical y masculinamente dominante, ha generado personas como López, las cuales creen y se sienten con el poder de pasar por sobre otra persona.