Para nadie es novedad que Chile además de ser una tierra fecunda en cuanto a la producción de vinos, es además un país donde se dan a conocer grandes plumas que, de tanto en tanto, van marcando la discusión cultural y literaria, que se presentan como el recambio de lo que fueron escritores y poetas como Manuel Rojas, Teresa Wilms Montt, Gabriela Mistral o Enrique Lihn.
Ya en el siglo XXI podemos ser testigos de esta nueva pluma que viene a refrescar a las letras y estanterías de nuestra ya rica historia literaria.
Montserrat Martorell es una de ellas, una mujer que viene pisando fuerte y firme en la literatura chilena.
Martorell (31), periodista, ha desarrollado una carrera ascendente en los espacios dedicados a la literatura y cultura en general, con especial atención en la poesía.
Podemos hablar hoy de que se ha instalado una nueva gran escritora, a la que, si bien le hace falta crecer mucho, ya da claras y concretas muestras de que su talento, versatilidad y capacidad de incluir a la literatura, no solo como la actividad misma de escribir, sino también integrándola y visibilizándola desde su pasión por el periodismo.
Y no, no necesariamente debe haber un reconocimiento en premios, también puede darse que su trabajo literario, el que ya cuenta con dos publicaciones (“La última ceniza” y “Antes del después”), sirva como un plataforma de desarrollo, como decía, integral y más completa que el hecho de sentarse a escribir, además aportando desde la masificación, realización y proyección de espacios literarios tanto tradicionales como modernos.
De literatura íntima y apasionada, Montserrat Martorell ha sabido plasmar su ser más profundo, el que puede vislumbrarse, en forma bastante sincera, mediante las palabras y párrafos escogidos en cada uno de sus libros, los cuales sumergen al lector en un mundo vertiginoso pero agradable, probablemente muy al estilo de la naturaleza humana de la autora.
Apasionada, rauda, atrapante, honesta y con una capacidad de crear sensaciones prístinas y más allá de la experiencia literaria misma, casi como un poema hecho prosa. De personajes con una propia historia en sí mismos son, quizás, el reflejo más natural de ella misma, de su historia, de sus vivencias. Se sienten seguros y cándidos, quizás como una conversación en un café sobre la vida, libros, música o un tema cualquiera. Están ahí y sabes que están, puedes creer en ellos, sus acciones y sentimientos. Definitivamente plasmó dos mundos que ya son en sí mismos un horda de interesantísima riqueza de emociones, pasiones, memoria y literatura.
Los años que vienen por delante serán, sin duda alguna, una oportunidad que tendremos para apreciar todas aquellas emociones y temáticas que a Montserrat Martorell le interesan abordar, probablemente dándonos esa oportunidad de encontrarnos, además, con algo que, quizás sin querer nos muestra, necesitamos como sociedad: honestidad y transparencia, tocando temas que sensibilicen y hagan a los lectores encontrarse con su “yo” más propio.
Creo, sin miedo a equivocarme, que Montserrat Martorell será una de las grandes escritoras que broten como un árbol de primavera desde esta tierra durante los próximos años, siendo además una propulsora de nuevas plumas e ideas.