Durante años, los superhéroes han sido objeto de diversificación artística y de explotación comercial. Sus aventuras entre viñetas y globos de diálogos no solo quedaron impresas en el papel, sino que también han sido llevadas a exploración a otros espacios de realización, como el cine, las series o, incluso, los dibujos animados.
Dentro de lo que respecta a la televisión, variadas han sido las entregas que se han hecho a base de este mundo. Spiderman, Batman, Superman o la Mujer Maravilla son solo algunos de los héroes que han adquirido su espacio, ya sea propio o compartido, en la pantalla chica.
Pero hubo una época especial en que dos realizadores marcaron un antes y un después a cómo se concebían las aventuras de los –en ocasiones- ridículamente vestidos personajes: Tim y DiniVerso.

Paul Dini (1957) y Bruce Timm (1961) fueron los encargados de entregarle una orientación artística a un subuniverso que marcaría no solo desde el respeto y potencia argumental del personaje de Batman, sino también desde la riqueza estética que significó el tratamiento de las imágenes y específicamente de la animación.
Batman (1939), es, sin lugar a dudas, uno de los personajes más importantes de la historia de la creación literaria moderna, incluso yendo más allá del mundo del cómic.
Durante años se insistió con sacar al murciélago de Ciudad Gótica fuera de las viñetas, incursionando en diferentes formatos. Uno de ellos, y era que no, fue la televisión.

El primer intento de transportar las aventuras del mítico antihéroe a la pantalla chica se llevó a cabo en 1943, con un Batman protagonizado por Steve Wilson. A pesar de los escasos y limitados recursos de la época, la serie logró marcar un antes y un después en aquellos tiempos, haciendo que muchos niños y niñas de la época vieran en forma “real” al personaje con el que crecieron durante sus infancias y vieron a través de las viñetas. Batman, por primera vez, era real.
El avance social y tecnológico de la sociedad mundial, sumado a las innovaciones en el mundo audiovisual, fueron dándole nuevas oportunidades al alter ego de Bruce Wayne, quien vio como en la década de los 70 Adam West dio vida a un particular Batman mucho más extrovertido, colérico y extravagante en relación a la formación argumental inicial del personaje, el cual, marcado por su historia, era de características más serias y lúgubres, entregándole una personalidad apática, fría y calculadora ante los hechos que debía enfrentar, viendo su labor como una “obligación moral” que debía enfrentar.
Los años pasaron y la dominación de un sistema económico y social que cada vez se asentaba en las bases morales, permitiendo el relajo ético en relación a la realización de actos que reñían con las normas sociales y donde además se dejaba de lado el asumir los riesgos que una determinada acción vandálica, del impacto que sea, implicaban, dieron paso a una contextualización casi idónea para el vigilante de la sórdida, bélica y bastante áspera Ciudad Gótica.
Los 90, la época del grunge, el apogeo de la Generación X, el postpunk y donde la relativización valórica de los antiguos dogmas comenzó a hacer presente esperaban a Batman.
Batman, La Serie Animada
El trabajo realizado por productores y artistas Bruce Timm y Paul Dini, fue el pináculo de una creación que superó las expectativas y que poco a poco, capítulo a capítulo, fue entregando a los espectadores, tanto niños, jóvenes e incluso adultos, una reivindicación de lo que era (y es) un Batman lúgubre pero con sentimientos y un marco ético fieramente establecido.
La complejidad y buen trato que se le da a esta serie tiene directa relación con su esencia en los cómics, donde el hombre murciélago recorre las calles de Ciudad Gótica viendo cómo los más variopintos personajes de su universo intentan lograr su objetivo y posteriormente detener a su contrincante enmascarado.
Esta serie llegó a revolucionar los 90 y marcar precedentes para lo que sería la realización de la animación de superhéroes y en forma íntima el desarrollo de un universo que está compuesto por esta serie, Superman (1995) y las posteriores entregas de la Liga de la Justicia (2000) y Liga de la Justicia Ilimitada (2002).
Sus marcas más importantes tienen que ver con su desarrollo, dinámica e identidad, es decir, con una estructura que era fluida y por sobre todo entretenida no solo desde el ya excelente trabajo de guion, que incluso llegó a replantear el origen de un personaje desde los cómics, sino que también desde la imagen que servía al espectador para la construcción de un relato y una identificación con historias que no solo eran golpes, patadas y explosiones de gran magnitud, sino que además eran muestra de enseñanzas, reflexiones y reflejos de una realidad –sobre todo la citadina- en donde la ley y el orden quizás no estaban siendo suficientes para el control y buena mantención de estado apacible de convivencia.
Batman, la serie animada no revolucionó ni estableció ciertos cánones de realización solo por ser un show que siguiera manteniendo la creatividad propia de sus realizadores, al pie de la letra lo que es el personaje y su historia en sí mismo, sino que además sirvió de espejo para una sociedad que ya había logrado ser domada por los nuevos dogmas de lo desechable, pero que a su vez, también servía como una especie de correctivo para demostrarle, con énfasis en los más jóvenes, que una sociedad de compromiso y responsabilidad eran también una buena oportunidad de cambio.