La primera noche del Festival de Viña 2025 será recordada por la rutina del comediante venezolano George Harris. Tristemente, no por lo graciosa que fue su rutina, sino por lo caótico que fueron sus minutos sobre uno de los escenarios más importantes de Latinoamérica.
Los inicios de la jornada no parecían hostiles. Cuando anunciaron su nombre al inicio del festival hubo gritos y aplausos. Además, era un día con un público en el papel favorable, ya que tenía un enfoque caribeño. Pero todo cambió cuando fue el turno de su show.
En Revista La Máquina también tenemos nuestra visión sobre todo lo que ocurre en el Festival de Viña 2025.
Una tormenta perfecta
George Harris tuvo un inicio lento, con un lenguaje que no estaba adaptado a un escenario chileno, y que le faltaba algo vital para hacer reír a este país: el remate. Un chiste corto, un cierre sencillo, alguna cosa primitiva para enganchar al público. En cambio, su contenido se basaba en temas de nostalgia de su vida en Venezuela, la gordura como argumento para humillar a alguien y un asunto con los teléfonos que no terminó nunca.
Con eso en consideración se escucharon las primeras pifias (para mí eran pocas, pero no sé cómo las vio él). No comparto la pésima costumbre de silbar las rutinas de humor, sin embargo, en el Festival de Viña eso está tristemente legitimado. Es sabido que “El Monstruo” despierta con la comedia. Ahí Harris cometió su segundo y más grosero error: desviarse de su trabajo para pelear con el público.
Su reacción fue desastrosa. De forma alzada, amenazó con irse, acusó a la gente de dejarse influenciar por la prensa amarillista para perjudicarlo e incluso tuvo un comentario sexista acusando que, en vez de pifiar, deberían “levantarse una venezolana”, como si la falta de risas pudiera satisfacerse con una mujer. Ya con eso la relación con el público se rompió y el ambiente se volvió una disputa de barras bravas: por un lado, sus compatriotas que gritaban y aplaudían a pesar de que no estaba contando nada gracioso; y por otro, quienes pifiaban y no dejaban continuar.
Quiso irse dos veces del escenario. Sacó a colación su trayectoria internacional y su éxito en nuestro país, recordando que llenó un Movistar Arena (como si fuese lo mismo). Harris se fue de lo que era su espectáculo y se centró en ser una víctima de una persecución casi que política. Los animadores lo alentaron a seguir y lo retaron por discutir con la gente. Ya nadie quería estar y a pesar de eso todos estábamos.
Tuvo su oportunidad de tirar chistes y no lo hizo, y cerró su pobre presentación con un karaoke y la frase “qué lástima que ganen los malos siempre”.
Cosecha y cultivo
Hace algunos meses George Harris fue tema porque se viralizó contenido de él hablando de Chile y de Salvador Allende. Esto generó un morbo anticipado y en redes sociales había muchos comentarios que esperaban que en el festival le fuese mal. Él se disculpó por sus palabras y pidió que lo dejasen trabajar en su presentación. Pero la tensión ya estaba instalada y había una predisposición al conflicto que lamentablemente se trasladó al escenario de la Quinta Vergara.
Dudo que alguien pague su ticket sólo para pifiar a alguien, se pasaría de gil. Por mucho que molestaran los dichos de George Harris, uno va al Festival de Viña a pasarlo bien. Lo mencioné en la columna anterior “El humor después del humor”: hacer reír es más complejo de lo que parece y se necesita una conexión entre el comediante, el público, su mensaje y el contexto. Harris quiso hacer una rutina que no tomó en consideración a los chilenos presentes y, en vez de enmendar su propuesta, les tiró la pachotada.
Antecedentes de esto hay. En 2019 Jani Dueñas se fue pifiada de la Quinta por una reacción similar a la de ahora. Al público chileno, en especial al de Viña, le cae mal la confrontación del comediante. De hecho hay un contraejemplo: en 2023, Laila Roth, standupera argentina, hizo una rutina fome, con pifias, pero se fue cuando debía y es recordada con cariño, a pesar de su “fracaso”.
Para hacer reír se necesita una gran retórica. Sin considerar los elementos que la componen, es frágil como vidrio. Por eso es que también los comediantes son líderes de opinión, aunque no busquen serlo. Son voces que entretienen y generan identificación.
Contra la xenofobia
Uno de los “golazos” de la jornada televisiva fue la transmisión en vivo de Primer Plano de lo que opinaba los asistentes al festival con un despacho en terreno, además de un panel en estudio con Bombo Fica y el Flaco, dos humorista triunfadores de Viña. Las opiniones estaban fuertemente marcadas. El público venezolano acusó xenofobia y falta de educación por las pifias; en tanto que los chilenos decían que Harris fue aburrido e irrespetuoso. Ambas audiencias acusaban predisposición del otro para entrar en el conflicto.
A mi criterio, hay de todo. Hay una falta de criterio en pifiar un show que lleva tres minutos. Si a uno no le gusta simplemente puede ir a comer o ver el celular, opciones tenemos. Pero también la propuesta fue muy aburrida, sin chispa ni conexión. ¿Hay xenofobia en las pifias a Harris? Yo creo que no. Si la rutina era buena o hacía sinergia con el público los primeros minutos, salvaba y nadie acusaría discriminación. Es el show el que gana. Excusarse bajo la capa de la xenofobia solo menoscaba la trayectoria que Harris dice tener. Fue una rutina fome que además contó con un mal ambiente.
De todas maneras, no podemos hacer caso omiso a los que acusan xenofobia. Sería hipócrita decir que no existe una actual animadversión contra el pueblo venezolano radicado en el país. Un malestar que es resultado de múltiples factores y que en redes sociales se toma la pauta a través de comentarios odiosos y burlas. Es posible que alguna de las personas haya silbado impulsada por tintes discriminatorios, pero no creo que tuvieran el suficiente peso como para provocar lo que pasó.
Es triste ver cómo dos pueblos latinoamericanos se enfrentan por lo ocurrido con George Harris. Es algo que no me gusta ni deseo y que espero no se traslade a otros espacios, como parece que ocurrió en Viña. Como en todo, hay que tener cierta distancia y mirar con ojo crítico estas situaciones para que no pasen a mayores.
¿Ganan los malos siempre? Al menos en el humor, no. Ganan los buenos, como Sandy, que era boliviano y es uno de los humoristas más recordados del festival.
Al menos la situación nos dejó buenos memes. Quedémonos con eso.