Estas últimas semanas de movilizaciones a lo largo y ancho de Chile, se han apreciado varios símbolos en las calles, ya sea el infaltable “Negrito Matapacos” que corría junto a estudiantes por la Alameda, carteles haciendo alusión a la cultura pop y una foto de un muchacho que me llamó mucho la atención, quien portaba un escudo “casero” que llevaba pintada una frase basada en este diálogo del cómic “V for Vendetta”.
Y justamente es este contexto perfecto para recordar esta trascedental obra de la mano del maestro de las viñetas, Alan Moore (Watchmen), e ilustrado por David Lloyd: V for Vendetta está cargada de un fuerte mensaje social de un modo muy similar a como nos acostumbramos a descubrir al leer a Moore.
Situada en una Londres totalitaria, con organismos llamados por las partes del cuerpo (una suerte de “gran hermano”) para la vigilancia de la población, surge “V”, un terrorista con todas sus letras que hará de protagonista a lo largo de los 10 tomos de este lanzamiento, el cual originalmente se publicó en formato “comic book” o “grapa”, como se le conoce por estas tierras.
Sobre su argumento, arte o mensaje social, no hay mucho que se pueda escribir, puesto que hay mares de palabras que se han escrito al respecto de esta novela gráfica, por lo que se dificulta replicar lo que todos ya han dicho sobre este trabajo, sobre cómo su arte resulta atrapante e inmersivo y un largo etcétera. Pero si hay algo innegable respecto a “V for Vendetta” es la forma en que llega a reflejarse en la realidad todo lo que se ve y cuenta en sus páginas.
Tomemos como ejemplo la “revolución” actual en Chile, la revolución de los chalecos amarillos en Francia o los independentistas de Cataluña, el cómo los medios (con riesgo de sonar paranóico), especialmente los televisivos, están manipulando, tergiversando u omitiendo la información y todo lo que se proyecta a través de la televisión. Cuando V hace explotar el edificio parlamentario, los medios hacen parecer que era una “demolición programada”, para que las personas no sepan que un hombre, cuyo plan por derrocar un gobierno totalitario, comenzó ese miércoles 5 de noviembre.
También es en Evey Hammond donde descansamos nosotros como lector y hasta empatizamos con ella, con su viaje personal desde que está a punto de ser violada por agentes de la ley y es salvada por el enmascarado, hasta que se da cuenta de que es una persona libre de ser, pensar y actuar. Una vez se avanza en la historia, va avanzando uno mismo con el personaje, cosa que no siempre se da al momento de leer un cómic.
Sin ánimos de dar muchos más detalles sobre esta clásica historia, hacemos en La Máquina una invitación a todos a sumergirse en esta novela, que en tiempos como estos nos lleva a reflexionar sobre como una utopía ficticia puede parecerse más a la realidad de lo que uno desea. También hacer un llamado a recordar el cinco de noviembre…