El futuro es joven. Bajo esta frase, hace algunos meses se promocionaba “Dark Knight Rises: Golden Child”, con una imagen de Batwoman a punto de lanzar un cóctel molotov. Acto que le daría una “mala publicidad” al cómic, debido que el amarillismo hizo malentender a muchas personas que era un mensaje de DC Comics a favor de los protestantes de Hong Kong.
Pero a pesar de que “Dark Knight Rises: Golden Child” no buscaba aliarse a esa revolución, tiene mucho de revolución en sus páginas, a causa de que ocurrió lo que, como lector, pensé que no iba a ver: Frank Miller volvió a escribir un cómic bueno, como solía hacer antes de pedir a gritos una jubilación.
Como es sabido, al menos en el mundo del cómic, existen ciertos dibujantes que se sienten como una espina en la garganta, para nuestra suerte, John Romita no fue parte de este one-shot de 48 páginas, sino que lo reemplaza Rafael Grampá, cuyos dibujos fueron coloreados por Jordie Bellaire.
A grandes rasgos, esta es una breve pero intensa historia, muy cargada de política, que si bien se sitúa en un Estados Unidos al borde de una reelección de Donald Trump, su historia se puede interpretar en distintas situaciones, sobre todo la que vive esta semana nuestro país.
Con Batman fuera de operaciones, tenemos como protagonista a Carrie Kelley, que en compañía de los dos “súper hijos” de Superman, Lara y Jonathan Kent, tendrán que enfrentarse al Joker y Darkseid, una dupla que a pesar de ser algo “extraña” sabe aprovechar muy bien las protestas en contra del candidato que busca la reelección, insertando a sus esbirros entre la multitud, llamando al caos y la destrucción.
Todo esto puede parecerle aburrido a los lectores, debido a que este cómic no trata los temas políticos con sutileza, va directo con un puñal a la garganta y demuestra su descontento, entregando un primer acto que sienta las bases del mundo que está sumido en el caos (de manera similar hace el DKR original con Ronald Reagan) y una segunda mitad con más acción y de enfrentamientos de “el bien contra el mal”.
No obstante, una parte es muy “ad-hoc” a la situación por la que pasa Chile en este momento, son el modo en que ven los personajes este proceso electoral, controlado tras bambalinas por el Joker y Darkseid, quienes buscan sumir al país en el caos y la locura, demostrando la naturaleza autodestructiva de los humanos. Y algo que destaca Darkseid del Joker es su capacidad de ser perfecto, tanto como un agente del caos, como una audiencia perfecta.
Debido a que los payasos que van a las manifestaciones, que golpean a los manifestantes pacíficos y que desatan el caos en Gotham, hacen que los votantes que siguen la ley, aterrados por la destrucción que hay en las calles, se encierren y prefieran no salir a arriesgarse, mientras los “agentes del caos”, como los llaman, llenan las urnas. Consiguiendo desmoronar la sociedad de manera democrática, dejando en claro la tendencia autodestructiva de los conjuntos grandes de personas.
A modo de espejo, Carrie se enfrenta a la muchedumbre y tras ver como todos se pelean, de manera brutal por una elección, llega a la conclusión de que todo lo que ve es locura, que el mundo se está volviendo loco y que la única forma de combatir la locura es con más locura. Carrie ve el comportamiento de los ciudadanos y se sorprende al ver que esos son los agentes de la democracia, personas sedientas de sangre que se encuentran dispuestos a matar a quien no les de la razón. Los payasos del Joker tomando el rol de víctimas, violentadas por los manifestantes, más y más noticias sobre el daño que causan las protestas y personajes políticos soltando opiniones como “Si de mi dependiera, cada ciudadano tendía un arma para protegerse”. Ahora, ¿Les suena alejado de la realidad?
Esta parte de la historia se puede reflejar de manera perfecta con la realidad que ya hace un año viene azotando nuestro país, personajes nefastos como Sebastián Izquierdo, aglomerando grupos de personas dispuestas a matar a todo aquél que no siga sus visiones del mundo, horas y horas de metraje en las noticias, en los matinales, sobre los destrozos que causaron los manifestantes. Se incendia una iglesia y todos apuntan a la manifestación, ignorando casi por completo que uno de los detenidos era parte de la Armada.
Políticos haciendo un llamado de atención sobre los niveles de violencia que enfrentan y controlan las “fuerzas especiales”, quienes creen que ser atacados cubiertos de blindaje, dentro de sus vehículos armados cuenta como excusa para lanzar a un chico desde un puente al río Mapocho. Ni hablar de las vidas perdidas, los ojos mutilados y los ciudadanos que día a día son abusados por estos “agentes de la democracia”, crímenes por los que nadie paga.
Porque si ellos tiñen las calles con sangre nadie hace nada, pero si se pinta de rojo una estatua, al otro día amanece como nueva.
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Tras esta reflexión les pido encarecidamente que este domingo vayan a votar. Porque por más desconfianza que pueda entregar un proceso electoral, en una democracia tan manchada como la que hay en este país, es la única oportunidad de ver un cambio real.