No hay comentarios

Columna: Carlos Larraín y la hacienda con complejo de país

Aunque los programas de conversación o discusión política se han vuelto habituales y en una especie de “caballitos de batalla” de los diferentes canales de televisión, esto no ha significado, en lo más mínimo, que aprendamos a conversar sobre política. Todavía nos pena esa alma de terratenientes y patrones de fundos; es como si nunca nos hubiésemos convertido en una República, menos en una Democracia. Lo ocurrido con el exsenador Carlos Larraín es el mejor de los ejemplos.

El hacer eco de personas cuyos parámetros políticos, sociales y éticos son tan atrasados y difusos, dice mucho del país adolescente en que aún somos; no tenemos, ni en lo más mínimo, atisbos de maduración y muestra de ello es la pataleta de Carlos Larraín, expresidente de Renovación Nacional. Pero más importante, encubridor de Martín Larraín, símbolo de impunidad y de privilegios que, al parecer, ellos no se han enterado que poco a poco en Chile ya no correrán más.

En el programa televisivo Pauta Libre (La Red) se le da espacio y demuestra ser el mismo “señor” que constantemente amedrenta el espacio público cuando este decide progresar y ser diferente a sus cánones morales, éticos y políticos (válidos en la intimidad de su casa, por cierto). No es, en ningún caso, una figura que aporte a lo que se supone busca este país desde el 18 de octubre: dejar el tercermundismo.

Respecto a la labor comunicacional, aunque parezca obvio, el periodismo debe estar al corriente y ojalá adelantarse a los cambios sociológicos, situación que al parecer ni José Antonio Neme ni Mirna Schindler parecen entender, pues el solo hecho de pedir “perdón” (el que, por cierto, se ofrece), no es una actitud propia de un periodismo (y periodista) que esté a caballo y sea punzante en su indagatoria. Por otra parte, Alejandra Matus muestra algo que, aunque mínimo esperable, es lo correcto: solidez.

Lo sucedido con Carlos Larraín respecto a su negativa y sus evidentes berrinches respecto a los cuestionamientos sobre los hechos vividos por su hijo, Martín Larraín, en el atropello a Hernán Canales y el equívoco, nervioso y poco prolijo actuar de Schindler y Neme respecto a no hacer nada y no insistir en las preguntas de rigor, son parte de ese Chile fútil, liviano, “amarillo” y poco sólido del que gran parte de la ciudadanía se aburrió.

Es necesario un nuevo periodismo, que no solo sea incisivo, también conductor y generador de contenidos que pongan en el tapete lo que somos como sociedad. Porque aunque cueste creerlo, Chile no es una hacienda ni una tierra tenencia, sino – supuestamente- un país.

Columna de Ignacio Osorio, subdirector Revista La Máquina.

También podría gustarte
Etiquetas: , , ,

Más publicaciones similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.
Tienes que aprobar los términos para continuar