Es la primera obra de la recién creada compañía La Tiritona y una apuesta bastante ambiciosa. Nos referimos a “La Dama de Carroña”, una obra llena de fantasía, terror y magia, que cuenta la historia de Hamet, una niña que desea conocer el secreto de cómo vuelan los cuervos, por lo que hace un trato con el Gran Cuervo Negro. Al hacerlo, se convierte en monstruo y concreta una antigua profecía que pesa sobre su pueblo llamado Kiaat, cuyos habitantes tienen la piel color gris.
En el montaje, se incluye un libro de 3 metros de alto por 3,5 metros de largo, de cuyas páginas salen los actores caracterizados con máscaras venecianas o manipulando títeres, y se mueven en dos líneas temporales: el pasado, donde los pueblerinos son pobres y famélicos, y el futuro, donde son gordos y ricos, y exhiben sus barrigas como señal de estatus.
El director, Tomás Kipreos (26 años y oriundo de Puerto Varas), cuenta en La Máquina que le vino la idea para esta historia una noche de 2021, a mitad de la cuarentena. Como no podía dormir, tomó un cuaderno y aprovechó el tiempo dibujando. Tirando trazos, surgió la imagen de una bruja sin brazos ni piernas, “y me dije, sabes qué, quiero saber la historia de por qué esta señora no tiene brazos”, cuenta Tomás. Tras esto, comenzó a escribir en la misma hoja el cuento que después dio paso a la obra de teatro. Tras mostrárselo a unos amigos, todos egresados de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica, decidieron que esa sería su primera obra como compañía. “Fue súper difícil organizarse para los ensayos durante la pandemia. Tuvimos tiempos bien parcelados, en que no podían estar todos, recién ahora tuvimos ensayos con toda la compañía”.
¿Qué dijo el equipo cuando les contaste de tu idea, cómo la recibieron?
“El cuento les gustó harto. Es un cuento de terror, que tiene temas bien heavy, tiene personajes bien macabros sin que sean necesariamente malos. Está la intención de contar la historia del origen de un monstruo desde los ojos de tal monstruo, que al principio parte siendo una niña, cuál es el hecho macabro que le ocurre que la hace convertirse en un monstruo, y las consecuencias que eso tiene para el pueblo en el que vive”.
“Otra cosa que les gustó es que tampoco es una obra con un final feliz o moralizante, ahí el cuento tiene una cosa bien genuina que no pretende moralizar, sino que simplemente vuelve a narrar historias, que es una necesidad que creo que muchos tenemos. No es por despotricar contra las escuelas de teatro, pero de repente uno termina viendo cosas demasiado experimentales y abstractas. No quiero decir que eso es mal arte ni nada, pero uno queda con ganas de ver y contar historias, y de mostrar eso a un público”.
Mostrarle la obra a tu mamá y que la entienda, por ejemplo…
“Sí, de nuevo, no hay que ser taxativo diciendo “este teatro es malo”, pero me ha pasado que he llevado a amigos a ver obras y de la nada la gente se empieza a empelotar y a gritar en el escenario, y ellos me ven y me preguntan “¿de qué trata esto?” y yo como “no sé” jaja”.
¿De dónde viene tu interés por las marionetas y las máscaras?
“Yo creo que del dibujo, y de poder crear imágenes, personajes, seres distintos a nosotros, y después darles vida, eso me da mucho placer. Y todo arte que te sirva para eso, maquillaje, esculpir, las máscaras, marionetas, todo lo que pueda volver carne un personaje que pensaste, que diseñaste, eso me fascina. Cada vez le vas añadiendo capas de dificultad con distintos artes”.
“Luego cuando llevas eso al teatro y le pasas ese traje a una persona, adquiere 3 dimensiones. Tienes que darle una voz que encaje con el personaje, y hacer eso con cada personaje, es un proceso muy angustiante, pero rico. Estas de acá –tomas unas máscaras inconclusas, hechas con cartón y cola fría- son como mis guaguas. Igual es un gesto de confianza el que tiene que hacer el director cuando le pasa la máscara a otro actor y le dice “tú tienes que encontrarle la voz a mi niño” jajaja”.
El resultado es una obra de teatro de 90 minutos recomendada para mayores de 14 años, y con una narración bastante ágil, donde los actores se expresan con un lenguaje corporal basado en la “comedia del arte”, un estilo teatral de origen veneciano que se caracteriza por sus máscaras, y mediante la “danza Butoh”, otra escuela, esta vez de origen japonés, surgida post Segunda Guerra Mundial.
Cuéntame de estos estilos, la comedia del arte y de la danza Butoh.
“Primero que todo, yo no soy experto ni en máscaras, ni comedia del arte, ni en danza Butoh. Yo aún estoy aprendiendo y experimentando con cada uno. Vamos aprendiendo en el camino, y a mí me gusta nutrirme de distintas disciplinas. Por eso hemos llamado a distintas personas que nos han hecho clases de estos temas”.
“La comedia del arte me gusta porque todo es muy claro. Todo gesto, toda palabra, todo conflicto, pasa muy rápido y el público lo puede aprender al tiro. Y además hay todo un tema con el respeto con la máscara, una tradición con centenares de años”.
“Sobre el Butoh, lo que nos ha aportado es la conexión con cierta densidad con el cuerpo, con conceptos más oscuros, relacionados con la muerte y un estilo grotesco que viene más como dejarte poseer por entidades un poco oscuras, que es algo que también tienes que hacer con la máscara, y que juega mucho con cuerpos quebrados. Recuerda que viene de la guerra, del horror”.
“Al principio nos dedicamos a experimentar temas del Butoh, porque nos dijimos “si vamos a incursionar en el horror, no tenemos que copiar al cine”. Si queremos llegar a causar terror tiene que ser un terror teatral, no “jumpscares”, que es un recurso muy de cine. Estás en un medio distinto, que es el teatro. Por ejemplo, con la sangre, en vez de traer un líquido rojo que parezca sangre, traes una tela roja, ese tipo de recursos más artesanales. El Butoh nos sirvió para darle más peso a los cuerpos de los actores”.
Es una mezcla bastante particular, una inspiración viene del renacimiento italiano, otra de Japón, y adaptaste todo eso en un contexto latinoamericano, pero con nombres anglosajones (uno de los personajes se llama Abraham Jackobson, por ejemplo), ¿a qué se debe esta mescolanza, esta hibridación cultural?
“Este cuento salió de forma muy libre, sin cuestionar nada. En la universidad, siempre sentí que te hacían justificar todo, que no es necesariamente algo malo, pero creo que este cuento salió de forma muy explosiva, muy espontánea, dejé que saliera no más, y creo que esas mezclas de nombres responde a un deseo mío de transportarnos a un mundo distinto. Una necesidad de mirar una cosa con otros ojos, en un universo distinto, sin pretensión de conectar esta historia con la memoria que hay en Chile, sino con el olvido de un crimen que ocurrió en su propio mundo. Que podría ser, si alguien decide verlo con un lente más sociológico”.
Si tuvieras que buscar algún referente en la cultura popular, ¿cuáles serían? ¿Edgard Allan Poe, H. P. Lovecraft, Tim Burton, quizás?
“La verdad nunca lo he estudiado, pero veo las máscaras, y creo que Burton está muy presente. Y sí, está muy presente el tema más gótico, romántico, más europeo, el cuento, por ejemplo, es súper lovecraftiano, toma mucho esta noción del miedo, lo desconocido, las entidades que vienen de afuera, hay varios cuentos que tienen referencia a “se tienen que alejar de todo forastero, porque todo eso les va a traer dolor”, yo leo harto a Lovecraft, yo partí leyendo esos cuentos, y creo que este cuento busca imitar un poco”.
“Creo que yo me excuso un poco de eso, porque no todo en este cuento tiene que estar explicado. Una cosa que me gusta mucho de Lovecraft es la idea de lo inexplicable, de lo que no puedes entender, y del terror que te causa eso. Yo no sé si logramos eso en la obra, todavía, quizás en algunos años más vamos a lograr que salgan tentáculos en escena y que muera gente de verdad jajaja”.
“También hemos buscado referentes de varias cosas, en películas clásicas de terror, mitologías, yo quería poner estas runas nórdicas que tú puedes ver en ciertos vestuarios. Hay una cosa que me llamó mucho la atención de ciertas runas, que si tú las das vuelta significan otra cosa, distinta, opuesta a la original. Por ejemplo, para representar el paso del tiempo, el traje de los miembros del concejo, del tiempo antiguo, tiene una runa que significa “sabiduría, poder de las palabras, liderazgo”, cuando pasas al futuro, y ya están todos gordos y ricos, se da vuelta la runa y significa “vanidad, aburrimiento”. Eso no tiene por qué saberlo el público, es como un secretito que nos guardamos nosotros”.
Para terminar, ¿por qué el público debería ir a ver La Dama de Carroña?
“Porque las obras inspiradas en terror, o de terror, son un bien escaso, en primer lugar. Dos, porque a través de este tipo de historias, más fantásticas, te proponen una forma distinta de hacer paralelos con lo que está pasando en el mundo real, porque acá se presenta una reflexión en torno al olvido y la creación de un monstruo, y quien es responsable de eso, si el monstruo o alguien más. Y porque es una obra muy bonita”.
Por estos días, tras haber estrenado ante un público reducido en el Campus Oriente de la UC, la compañía está preparando una gira a Puerto Varas donde tendrán tres funciones en el Centro Parque Estación, tras lo cual, esperan realizar más funciones en Santiago en abril. Mientras tanto, el dramaturgo se encuentra haciendo ajustes finales en el guion y preparando nuevas máscaras para nuevos personajes, “ese es otro de los clichés que se escucha harto aquí, que el teatro nunca está terminado”, reconoce Tomás.