Durante décadas, “The invisible man” (El hombre invisible) ha sido el puente mal construido en la ruta hacia el cine de terror, pero que todos quieren terminar de alguna u otra manera. Esto, debido a que la novela escrita por el pionero de la ciencia ficción H.G.Wells en 1897, ha atravesado adaptaciones variopintas en cuanto a calidad y como retrato de lo que nos cuenta esta obra, a veces terminando en desastres que es mejor no acordarse.
Desde una primera aparición en la pantalla grande por el año 1933, en manos de James Whale, la cual fue bien recibida y, para algunos, es la mejor adaptación, “El hombre invisible” ha cruzado por una olvidable secuela en 1940, asimismo por una reinvención del clásico en 1944 con toques de cine noir, terminando en “El hombre sin sombra” (2000), que a pesar de ser muy recordada, es una de las más vapuleadas a la hora de hablar de ella.
Asimismo, las referencias en la cultura popular, en las viñetas, la música e incluso en la fotografía, son incontables. Sin ir más lejos, en la película nominada al Oscar en 2020, Marriage Story, hallamos una escena en la que Adam Driver se disfraza del Hombre Invisible para Halloween.
Sabiendo ello, uno se puede preguntar: ¿por qué un personaje tan icónico del terror no ha tenido una película que la represente en su totalidad?
Una incógnita que Universal tuvo en mente al momento de intentar crear el malogrado “Dark Universe” junto a la productora Blumhouse, un proyecto que mantuvo entre sus redes crear un mundo de monstruos clásicos, con el fin de unirlos, que todos confluyan y convivan en el mismo espacio y tiempo. Una estrategia que, como muchos saben, terminó siendo la peor debacle del estudio cinematográfico, sobre todo luego de la primera gran apuesta del Universo Oscuro: el estreno de “La Momia”, que fue un fiasco en taquilla y una de las peores cintas de 2017, siendo una sentencia de muerte temprana.
Pues bien, El hombre invisible fue considerado dentro del listado de futuras apariciones en este universo, teniendo a Johnny Depp como el personaje titular en la película, con Ed Solomon escribiendo el guion. Sin embargo, cuando fue informado que este proyecto no prosperó y todo fue cancelado, la incertidumbre de una adaptación quedó en entredicho.
Eso hasta 2020 con el estreno de “The Invisible Man”, uno de los mejores intentos de traernos a este histórico personaje.
Bajo la dirección y guion de Leigh Whannell, The Invisible Man (2 hrs y 4 minutos) nos relata la enclaustrada vida de Cecilia Kass (Elisabeth Moss), quien vive subyugada a su pareja Adrian (Oliver Jackson-Cohen), un científico óptico famoso quien la controla en todo aspecto: en cómo viste, qué come, con quién habla y hasta lo que piensa.
Por ello, es que una noche ella decide escaparse con ayuda de su hermana (Harriet Dyer), para luego esconderse en la casa de su amigo (Aldis Hodge) y su hija (Storm Reid). Tras un tiempo, ella sabe que su exnovio se suicidó, haciéndola pensar que todo el tormento acabó. Pero extraños sucesos y particulares coincidencias con su vida pasada empiezan a ocurrir en la casa, provocando dudas sobre una posible defunción de este hombre.
Esta premisa nos recuerda algunos largometrajes de similar índole, como Durmiendo con el enemigo (1991) o Cercana obsesión (2015), especialmente con la lucha constante de una mujer por alejarse de su maltratador a pesar de que nadie le crea que este hombre es un desquiciado de primera, teniendo que arreglar las cosas solitariamente con resultados poco agradables.
El condimento especial de esta reivención del hombre invisible es justamente eso: un hombre con la capacidad de hacerse invisible para acechar a su pareja y atormentarla por no ser “propiedad de él” prácticamente. Esto está excelentemente demostrado por la interpretación de Elisabeth Moss como Cecilia, quien pone a disposición todo su garbo actoral, recondando en muchas ocasiones su papel en la serie The Handmaid’s Tale, confirmando que es una de las grandes actrices de los últimos años.
Ella es esencialmente el soporte vital y argumental de un filme con aciertos y errores. Nos hace sentir una claustrofobia constante con sus miedos, sus traumas y su miedo del pasado. Captura de principio a fin las consecuencias físicas y mentales de vivir el maltrato recurrente por parte de una relación tóxica y misógina.
El meticuloso diseño y uso de los espacios es un factor que resplandece al filme. Se denota que el australiano Leigh Whannell plasma su visión en cada rincón, proporcionando un lenguaje e intención claros en cada escenario. Esto se sustenta por su trabajo como guionista en la primera parte de la saga Saw y su dirección en la trilogía Insidious.
Desde la diáfana, pulcra, algo futurista y álgida casa donde convivía Cecilia con su maltratador novio, hasta la reconfortante, familiar y tranquila morada del amigo de ella, se nos enrostra cómo los colores, las formas y el lugar donde ocurren las acciones juegan un rol crucial, unido a la perspectiva tanto de la protagonista y la mutación de los espacios dependiendo de lo turbio o relajado que puede ser una escena. Una cocina bellamenta decorada puede convertirse en la cuna de un asesinato a sangre fría y se denota excelentemente.
Cuando hablamos que The Invisible Man es una cinta de terror, podemos pensar, prejuiciosamente, que los jump scares y los sustos fáciles estarán a la orden del día… sí y no. Afortunadamente, esta película no abusa de las secuencias habituales de este género para generarnos horror, sin embargo hay momentos en que no se justifican los espantos y, en otros, hay sucesiones de tomas que no poseen ninguna relevancia para la trama, solo de generar un pequeño brinco en el asiento.
El efecto que produce esta cinta con mayor certeza es más analógico a un thriller psicológico y, en momentos, al slasher, manteniéndonos tensos en cada enfrentamiento entre el hombre invisible y la protagonista, siendo parte esencial del sello que distingue a la productora Blumhouse, denotándose en cintas de bajo presupuesto como Black Christmas (2019), The Gift (2015), Halloween (2018) o, en mayor medida, Get Out (2017).
Un detalle que pasa medianamente inadvertido como “mensaje”, al no ser el más evidente, del largometraje es el origen del “hombre invisible” -sin dar mucho detalle-, a causa de que los avances tecnológicos no tan alejados de nuestros tiempos, son proyectados como una herramienta eventualmente utilizable para fines denostables, como un capricho personal y repletos de maldad.
A final de cuentas, The Invisible Man no es la mejor adaptación, nuevamente, de la obra creada por Wells o, mejor dicho, no es la gran recreación que todos esperamos. No obstante, cumple con innovar, mejorar y reinterpretar correctamente ciertos aspectos del personaje, ubicándolo en un contexto moderno de una buena manera, que, aun así, no justifica su duración, posee un ritmo inconstante en el primer arco y no toma tantos riesgos como podría permitirse este icónico “monstruo”.