A más de un año de la llegada de la pandemia a Chile, el mundo del arte ha tenido que buscar nuevas maneras de llegar a su público, ya sea a través de redes sociales, transmisiones vía streaming o cualquier otra vía que les permita seguir desempeñando su labor. La histórica banda nacional Los Jaivas no son la excepción, dado que el confinamiento los ha mantenido alejados físicamente, muy por el contrario a lo que estaban acostumbrados, porque durante un año normal se la pasaban en giras por Chile y el extranjero.
Si bien han tenido shows online, las principales fuentes de conexión entre el público y la agrupación han sido la Fundación Cultural y la Revista Los Jaivas, esta última -con más de doce años de vida-, repasa cada movimiento de la banda y el acontecer de la industria musical en Chile.
De hecho, el encargado de administrar la revista es Eduardo Parra, miembro emblemático de la agrupación, quien hace más de una década decidió bajarse de los escenarios. Actualmente, reside en el municipio colombiano de Fusagasugá junto a su pareja e hijo, valorando “la reunión familiar” como uno de los pocos elementos positivos del contexto sanitario.
En otra latitud, en el centro de Santiago, su hermano, tecladista y pianista de Los Jaivas, Claudio Parra, reconoce lo duro que fue para él aislarse, siendo un cambio radical en torno al estilo de vida de la banda, donde llevan décadas en giras y presentaciones. “Hay veces que hemos hablado por teléfono casi todo el día”, asegura.
La Máquina conversó de manera exclusiva con los hermanos Eduardo y Claudio Parra, quienes dieron a conocer su visión sobre la importancia de la cultura en los procesos sociales, en cómo ven la industria musical en la actualidad y qué esperan hacer con los derechos de autor de sus obras, siendo una interrogante que prontamente desean resolver.
Chile y su música: el eje de Los Jaivas
–¿Cuál es la importancia de las artes en los cambios que está viviendo Chile?
Claudio: Siempre ha estado presente y ha ido acompañando lo que los países han estado viviendo. Las transformaciones se han impregnado en la cultura, evidentemente se reflejó en nuestro país. Los músicos hemos estado presentes, solidarizando y narrando lo que sucede. No podemos estar exentos de lo que todo el mundo pide.
Eduardo: En la “Plaza de la Dignidad” y en todo Chile, repercutieron los sones de un cambio, que terminaron en la proposición de la nueva Constitución. Desde luego, la cultura no ataña solo a la música ni las artes, la cultura somos todos nosotros. He pensado mucho en ese futuro que todavía no existe. Todo este movimiento va hacia la nueva Constitución, pero es imposible pedir resultados, puesto que todavía no está redactada.
Me da la impresión de que todas las comunidades están levantando el dedo, porque nadie quiere quedarse fuera. La nueva Constitución debería considerar a todos, he ahí el problema, porque hay plazos de tiempo, donde se deben solucionar diferentes bloques. Al fin de cuentas, creo que todavía no se ve eso, realmente la pandemia nos afectó (risas).
“Tengo mucha fe y optimismo en la redacción de esta nueva Constitución, espero que sea todo un éxito para nuestro país”, aseguró el músico de Los Jaivas.
-¿Qué sector creen que no está siendo considerado del todo en este proceso constituyente?
Eduardo: Tenemos un tema pendiente con los pueblos originarios, que empieza mucho antes de la primera Constitución. Gran parte de nuestros pensamientos originarios, como la cosmovisión, fueron mutilados.
Los pueblos originarios merecen mucha más importancia de la que se les está dando en el proceso constituyente. He escuchado sobre sus escaños reservados, pero no sobre su visión, su pensamiento, que muchos creen que se ha extinguido, pero no, está acá desde mucho antes. Vive.
Debemos proporcionarles un plano más protagónico. No deben ser relegados. Nos corresponde y nos correspondió a nosotros como artistas. Nuestro pensamiento artístico está basado en dos temas principales: El paisaje de nuestro continente y el pensamiento de nuestro pueblos originarios, que en un principio no conocíamos, pero los empezamos a estudiar e imaginar.
–¿Cómo ven la actualidad de la música chilena?
Claudio: Ha habido un cambio bastante grande con todo el manejo de la computación y las redes sociales. Cuando nosotros empezamos, había que convencer a alguna discográfica para que se interesara en nuestro trabajo. Era muy caro acceder a una grabación, no cualquiera podía tenerlo, había una gran dependencia de los sellos discográficos.
Nos tocó vivir eso. Nuestro primer disco, “Volantín”, lo debimos financiar nosotros, ya que la música que hacíamos en ese entonces (las improvisaciones y libre improvisación) no atraía a ningún sello. Tuvimos que vender nuestros instrumentos para contratar un estudio de grabación.
Esto ha cambiado. Ahora casi todos tienen acceso para hacer una grabación, la pueden producir desde la casa y con buena calidad. Ha cambiado la forma de moverse en la música. Los sellos han desaparecido u otros han sido absorbidos.
“Se ha democratizado el proceso de difusión musical”, asevera el integrante de Los Jaivas.
Eduardo: Cuando llegamos a Santiago, nos pasó lo mismo que le pasan a todos los principiantes: Teníamos tantas ganas de ser escuchados, de grabar un disco. Previamente ya habíamos cumplido el sueño de ser animadores de fiestas, fuimos muy aclamados en los matrimonios y universidades. El contacto con el público ya lo habíamos aprendido tocando covers de música popular como bossa nova, chachachá, boleros, rock and roll, etc.
Nuestra propuesta original no era entendida, no se escuchaba y recorrimos sello tras sello sin éxito. Nos pasó, al igual que a todos los grupos musicales; habrán unos que otros más afortunados, pero eso pasa con frecuencia.
A través del Sello Parra quería tenderle una mano a los jóvenes. Lo curioso es que el internet y todos los programas musicales calaron muy profundo en ellos, quienes llegaban a mí como si yo no tuviera nada que aportar. Hay una dicotomía entre los grupos emergentes, no tienen público, pueden tener buena música, pero no saben estar frente a 500 personas. Es una falta muy grave hoy en día. Es una crítica a la manera en que se está llevando el sistema musical.
–¿A quién destacarían en la escena nacional?
Claudio: Hay muchas cantantes femeninas que enriquecen el escenario nacional, como Francisca Valenzuela. Existe un movimiento musical importante en Chile, con mucha creatividad. Afortunadamente, hasta antes de la pandemia, habían muchos escenarios donde los músicos podían mostrarse ante el público, nos tocó compartir con ellos.
Eduardo: Ejemplos hay varios, como Flor de Rap, Denisse Rosenthal, que tienen un proyectos interesantes. Los Kuervos del Sur, han hecho un trabajo muy profundo y laborioso, se han rozado con un gran público. Obviamente Mon Laferte, que también es una artista visual.
El mundo musical yo lo catalogaría como infinito. Todos los días hay grupos nuevos gracias a la técnica contemporánea. Todos pueden hacer música bonita desde sus casas.
Sobre los derechos de sus canciones
A principios de año, Shakira vendió los derechos de 145 canciones a Hipgnosis Songs Fund Limited, empresa británica encargada de administrar derechos intelectuales en la música. Este acuerdo trajo para la artista colombiana una gran cantidad de dinero, pero no ha sido la única, ya que, antes de ella, Bod Dylan había vendido su catálogo con más de 600 canciones a Universal Music Publishing Group, en una transacción en torno a los 300 millones de dólares, según informó The New York Times.
Con estos ostentosos antecedentes, Los Jaivas están en proceso de definir qué harán con los derechos de sus obras en casi 58 años de trayectoria. Mientras el propio Claudio Parra se refiere a una situación bastante peculiar.
–En un reportaje publicado por La Tercera, se habla de los derechos de su álbum “El Volantín” (1971), del cual el año pasado hicieron una reedición en vinilo. ¿Por qué tuvieron que pagar los derechos de autor a sí mismos?
Claudio: Normalmente cuando un artista firma un contrato con un sello, está firmando un contrato que se llama “de artista”, que en el fondo es un contrato de intérprete. Uno se compromete a grabar el tema, sin importar quién es el autor.
Al ser intérprete, el artista cobra los derechos conexos, que le corresponden por su trabajo. El productor discográfico vendría a ser el dueño del máster, el que paga para que exista y que cobra unos derechos.
En nuestro caso, somos los productores de la mayoría de nuestros discos. Solo tres discos fueron producidos por sellos discográficos: “La Ventana”, “El Indio” y “Canción del Sur”. Todo el resto nos pertenece a nosotros, quienes producimos y financiamos esos máster.
Cuando se editan nuestros discos, si no lo hacemos nosotros mismos, damos una licencia. Nosotros tenemos una regalía de productor y debemos pagarle a los artistas que contratamos para que hicieran esta grabación. En este caso, somos nosotros mismos y por eso nos pagamos los derechos conexos.
–¿Qué piensan hacer con los derechos de sus canciones como Los Jaivas? ¿Están abiertos a una posible venta?
Claudio: Reconozco que estamos preocupados de eso hace harto tiempo, queremos saber qué hacer con todo el patrimonio del grupo para cuando ya no estemos. Queremos evitar que pase lo que le ha sucedido a los patrimonios de Pablo Neruda o Claudio Arrau.
Eduardo: Ahí empiezan los problemas, las peleas y todo eso. Pasó en el caso de Michael Jackson. Nosotros estamos buscando una solución. Queremos que el patrimonio de Los Jaivas quede protegido en manos de una institución que lo administre de la mejor manera posible, como a nosotros nos gustaría.
Una opción que hemos pensado es que la Fundación Cultural que quede como dueña, aunque todavía no lo hemos decidido. Otra posibilidad, es que parte del material pase a la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM) para que sea de todos.
El material fílmico podría ser a la Cineteca Nacional, ya que debe recibir un cuidado especial y hasta el momento lo tenemos en nuestras casas. Es una inquietud que tenemos en este momento.
Hay quienes han vendido su material a editoriales y eso a nosotros no nos gusta. Sabemos que se puede recibir una cantidad de dinero importante que nos puede salvar por el resto de nuestros días, pero resulta que quedarían en manos de empresas privadas, que no sabemos qué pueden hacer. Quizás pueda ser utilizada para publicidad, lo que no queremos. Imagínate “Mira Niñita” en una fábrica de calcetines (risas). No nos conviene esa solución, ya que entra en el mundo de los negocios. Queremos preverlo en vida.