Si existe una verdad absoluta en la humanidad, es que tener un hijo te cambia la vida, para bien o para mal. En Mátate, amor, la paternidad es una forma de caer en la locura.
Basada en la novela homónima —Mátate, amor— de la escritora argentina Ariana Harwicz — un brutal relato sobre la maternidad, la locura y la autoflagelación —, la nueva película de la directora escocesa Lynne Ramsay se adentra en el abismo emocional de una mujer que ya no logra distinguir entre el amor y la destrucción, así como nosotros, tanto en el libro como en la cinta, no logramos distinguir lo que es real y lo que pasa en la mente de la protagonista.
Harwicz dijo alguna vez que escribir Mátate, amor casi la lleva a la autodestrucción. La directora logra tomar esa misma energía y la logra llevar a la pantalla con éxito.
Ramsay, directora de Tenemos que hablar de Kevin y You Were Never Really Here, adapta la novela con tanta precisión, como si lograra entender la psique de la autora original – quien, según ella, es casi autoficción –, alejándose del mito romántico y transformándolo en un acto de violencia contra la protagonista misma. Es así como consigue un resultado hipnótico y desgarrador, donde Jennifer Lawrence entrega una de las interpretaciones más feroces de su carrera — comparable con Mother! —, acompañada de un Robert Pattinson contenido y explosivo por partes iguales.
En La Máquina te contamos más sobre este filme que ya está disponible en salas de cine.
“Soñé que lo esperaba a la salida del Tribunal de provincia y lo mataba”
La historia sigue a Grace (Lawrence) y Jackson (Pattinson), una joven pareja que se va a vivir a una casa en medio del bosque. Una casa que anteriormente fue del tío de Jackson, quien se suicidó en ese mismo hogar. Ese antecedente solo funciona como presagio a lo que vendrá luego. Un lugar que, aunque está firme en estructura, le falta alma y arreglo. La humedad del bosque, junto a su silencio y saturado de verde. Todo esto se convierte en el espejo de su propia descomposición.
Así es como la directora toma el campo/bosque y lo convierte en una trampa que tiene forma de hogar, adentrando la cámara en la espesura, los animales y una luz que, durante la noche, no dejaría dormir a nadie. En este lugar es donde la maternidad irrumpe: Grace amamanta, sangra, se encierra en su propia casa que termina siendo reflejo de su cabeza. Por otro lado, Jackson (Pattinson), quien está más fuera que en su hogar, es incapaz siquiera de ver lo que se viene, pero cuando ya ocurre, es incapaz de sostenerla a ella ni a sí mismo.
La cinta se hunde en la mente de Grace, sin ningún prejuicio ni explicaciones. No hay psicología ni diagnósticos, solo una mirada fragmentada, febril, que oscila entre el sexo, el deseo, la violencia y el agotamiento. Ramsey hace que cada plano transmita la sensación de estar al borde del colapso.

“A mí me gusta pensar en el sexo, no hacerlo.”
Mátate, amor es hipnótica. Ramsay estructuró su cinta como un largo dolly in entre el día y la noche, entre lo real y lo imaginado. Esto último es parte fundamental tanto del libro como de la cinta, ya que en muchas secuencias no sabemos si lo que vemos – o leemos — es literal o parte del colapso de Grace. Esa ambigüedad le da a la película un aire casi onírico, aunque el dolor que retrata sea completamente tangible
La protagonista, Grace, transita entre una engañosa calma mientras todo la conduce a una catarsis violenta. Ramsey no entrega respuestas, pero muestra cómo funciona la desintegración emocional como un proceso físico y palpable.
Grace a veces funciona como un animal, arrastrándose por el pasto o corriendo sin medir nada. En este caos, Jennifer Lawrence entrega un retrato impecable, creando a un personaje roto que atraviesa por una depresión post parto brutal, moviéndose en escenarios desafiantes para una actriz que ya ha mostrado sus dotes y registros actorales en distintas cintas. Es por esto que no sorprende ver a Lawrence entregada al 100% por un papel, pero su interpretación podría — debería — ser considerada en los próximos premios de la Academia.
Por su parte, Pattinson, compone a un hombre perdido, aunque, por momentos, más reprimido, lo que no quiere decir que no tenga momentos explosivos. Jackson no es un villano y mucho menos una víctima. Es un hombre incapaz de comprender el abismo en el que se encuentra su pareja, construyendo juntos una dinámica tóxica.

El estilo Ramsay en “Mátate, amor”
Lynne Ramsay lleva años explorando el sufrimiento y la locura con una mirada única. Su cine, marcado por el silencio y las elipsis, no busca explicar, sino mirar y entender. En Die, My Love, esa sensibilidad la logra con creces e incluso, pudo alcanzar un nuevo nivel. Primeros planos, colores saturados y un montaje que alterna la violencia con la calma — una calma engañosa — es la forma en que Ramsay logró narrar una historia que desde su material original era casi imposible lograr.
La música acompaña el desequilibrio constante, mientras que los sonidos del bosque, el llanto del bebé, el ladrido constante del perro, se mezclan para volverse insoportables. Incluso la música diegética se siente insoportable, ecualizándola a un sonido poco agradable para el espectador, pero funciona para mostrar, nuevamente, la cabeza de la protagonista. Todo esto funciona para mostrar una naturaleza hostil.
Y es que hay algo de poesía en esa destrucción.
“Somos parte de esas parejas que mecanizan la palabra «amor»“
Mátate, amor muestra la depresión post parto como casi (?) ninguna otra película: con crudeza. Aquí no se muestra redención o aprendizajes, aunque eso puede traerle problemas a la cinta, ya que, en un momento se cree que se alcanza el tope de la locura y viene la calma, pero luego se extrema aún más para reforzar un punto que no era necesario reforzar más.
Aún así, Ramsay filma la cinta como una radiografía que muestra al mundo contemporáneo, con el aislamiento, la exigencia y la soledad que se esconde bajo el cuidado doméstico — ya sea de un hijo o de un padre o un esposo o esposa—.

“Los días sin mi marido estoy agresiva” – El reflejo de Mátate, amor
La adaptación de Mátate, amor resultó ser una película violentamente humana. Ramsay demostró una vez más que no hay nada más cinematográfico que el sufrimiento, sobre todo, si se muestra honestamente.
Ramsay filma la locura pero no hace un espectáculo de ella, sino una experiencia sensorial.
Actuaciones intensas, una puesta en escena hipnótica y una dirección brutal, Mátate, Amor se impone como un drama que mezcla el Realismo Mágico con el American Gothic, creando escenas tanto perturbadoras, como hermosas.
Lawrence y Pattinson brillan (jeje, entendieron?) con interpretaciones devastadoras.
Al final, la cinta deja la sensación de haber presenciado algo íntimo y a la vez, peligroso. Un momento en que el amor, se confunde con el deseo de hacerse daño y/o morir.
Nota del autor: Los subtítulos son frases sacadas del libro Mátate, Amor.












