“Aún Estoy Aquí” nos adentra en la intimidad de una familia, víctima de uno de los períodos históricos más oscuros de Brasil.
Gracias a nuestros amigos de Andes Films, tuvimos la oportunidad de ver la última película del director brasileño Walter Salles, previo a su estreno en salas nacionales. Con tres nominaciones a los Premios Oscar 2025, Aún Estoy Aquí promete emocionar y hacernos reflexionar sobre la fragilidad de las relaciones humanas.
Protagonizada por Fernanda Torres (ganadora del Globo de Oro a Mejor Actriz de Drama), junto a la participación de Fernanda Montenegro (Estación Central de Brasil, 1998), narra cómo la vida de Eunice cambia drásticamente cuando su marido es capturado por el régimen de la dictadura militar en 1971. Decidida a reconstruir su vida y la de su familia, se involucra en el activismo político y en una incansable lucha por la justicia.
En Revista La Máquina, te invitamos a ver esta impactante adaptación del libro autobiográfico de Marcelo Rubens Paiva. En cartelera desde el jueves 6 de febrero.
Consciente de la situación a nivel país, su enfoque particular recae en la valentía de una madre
La nostalgia coexiste con la tensión en este drama político que retrata los horrores de la dictadura militar en Brasil (1964-1985). La película inicia en 1970, sumergiéndonos en la cotidianidad de una familia en Río de Janeiro, una de las ciudades más afectadas por el régimen. A través de un relato marcado por el amor genuino y fraternal, conocemos sus sueños y aspiraciones, aunque una sensación de inquietante nostalgia nos acompaña desde el inicio.
A principios de 1971, el padre de familia, esposo y excongresista, Rubens Paiva, es detenido por agentes del Estado en su propio hogar. Entre la incertidumbre sobre su paradero, se revelan secretos y aspectos de su pasado político, aunque sin profundizar en ellos. En su lugar, la historia se enfoca en la pérdida, los conflictos que surgen tras su desaparición y el modo en que Eunice asume ambos roles parentales. Ante la censura y la impunidad, pronto se ve envuelta en el activismo político, decidida a recuperar la tranquilidad de su familia.
Si bien la dictadura es el contexto de la historia, la película gira en torno al duelo. El dolor se presenta como un vacío irremplazable, una repetición constante del “por qué” y de preguntas que, quizás, nunca obtendrán respuesta. Con el tiempo, la angustia cede, pero la ausencia permanece.
Uno de los mayores logros de Aún Estoy Aquí es su brillante ejecución, que evita caer en un melodrama forzado. En cambio, la narrativa se desliza con naturalidad por nuestras emociones, haciéndonos partícipes de una vulnerabilidad que nos acompaña hasta el final.
“Aún Estoy Aquí”: Una historia que conmueve y se palpa emocionalmente desde distintas perspectivas
Como mencioné, el brasileño Walter Salles maneja magistralmente nuestras emociones. A través de una sucesión orgánica de acontecimientos y diálogos naturales, refuerza un ejercicio de dirección excepcional. Cada elemento de la película—desde la cinematografía hasta las actuaciones—se entrelaza en armonía, componiendo una narrativa que evoca la nostalgia y nos permite experimentar el duelo desde dentro.
La historia se enriquece con múltiples perspectivas del mismo sentimiento, narrado desde la niñez hasta la vejez, lo que fortalece la compasión por los personajes. Nos invita a la empatía más allá de ideologías, porque nadie está exento de vivir una pérdida.
Por otro lado, la banda sonora complementa la textura análoga de la imagen, conformando una atmósfera densa que representa fielmente la angustia y la incertidumbre de la época. El uso del sonido es preciso y efectivo, acentuando momentos clave sin excesos ni carencias. En ciertos pasajes, la película nos sitúa implícitamente en contextos de tortura, generando suspenso y preparándonos emocionalmente para los acontecimientos venideros.
Eunice reinterpreta el sentido de la pérdida
La familia de Eunice, principalmente conformada por sus hijas, son su principal motivo a no decaer. Como un escudo, les protege del sufrimiento que le ha tocado vivir y se mantiene optimista frente a un futuro incierto. Fernanda Torres nos otorga una actuación digna de admiración, razón por la que, hasta el momento, le ha valido gran cantidad de premios, destacando un Globo de Oro a mejor actriz y la disputa por la misma categoría en la próxima edición de los Premios Oscar.
Cada personaje, con sus propias cualidades, definen un estilo de vida familiar que los destaca por su complicidad. El amor que existe entre ellos atraviesa barreras y nos permite comprenderlos como personas, más que por su historial político y social. Asumiendo que la película se basa en las memorias verídicas de su autor, se toman decisiones reales y totalmente coherentes acorde al contexto, entrecruzados por nuevos sentimientos que solían no ser habituales. Cada una de las interpretaciones nos llevan al límite de la emoción, de la tristeza, pero también de la angustia, del temor y la ira.
“Aún Estoy Aquí” se vuelve una poderosa reflexión sobre la fragilidad humana
Es evidente el amor que rodea a esta familia, lo que hace aún más desgarradora la pérdida de uno de sus pilares. Sentimos su dolor y la inmensa ausencia que enfrenta una madre, cuya valentía le permite darle a sus hijas una vida digna y esperanzadora.
Más allá de la historia personal, Aún Estoy Aquí nos invita a reflexionar sobre el valor de la memoria en una sociedad donde el negacionismo parece ganar espacio. La película nos recuerda la importancia de no olvidar los hechos históricos que marcaron a un país, porque sin memoria no hay justicia, y sin justicia no hay paz.
El tiempo puede sanar heridas y fortalecer las relaciones, pero debemos recordar que estas son frágiles. Nunca estará de más decir cuánto amamos a alguien, porque nunca sabemos cuándo será nuestro último contacto, nuestro último beso o nuestro último abrazo.