En relación al “Pride Month” (Mes del orgullo) que partió hace unas semanas en el mundo, creí que sería interesante analizar la presencia de personajes LGBTQ+ en diferentes series y películas a lo largo de los años y cómo se concibe la incidencia de estos personajes en las historias que cuentan.
Al hacer un barrido por diferentes filmes y comparándolos entre sí, se puede decir que hay una especie de evolución, articulándose al menos tres maneras distintas de posicionar y visibilizar este movimiento a lo largo de los años.
Primera etapa: son villanos o bichos de circo que siempre mueren
Todo partió cuando tuve que analizar el arquetipo de la femme fatale en la película “Basic instinct” (1992) de Paul Verhoeven (RoboCop, 1987). Una cinta con una enorme fama de misoginia, en la cual todos los atributos que se le entregan al personaje de Sharon Stone van ligados a la demonización de la independencia femenina. Y si bien se pueden encontrar algunas pequeñas contradicciones que hacen a Catherine Tramell un personaje extremadamente interesante, lo que más me llamó la atención fue encontrarme con varios artículos que argumentaban a favor de la película desde la perspectiva LGBTQ+.
Catherine Tramell, el rol de Sharon Stone, es una escritora multimillonaria que genera su fortuna narrando la muerte de sus personajes masculinos. Lo curioso es cuando gente cercana a ella comienza a morir de la misma manera, por lo que toda narrativa de la película se sustenta en esa duda de si es la asesina o no mientras vemos cómo el personaje de Michael Douglas se enamora de ella.
Todas las características negativas asociadas a la imagen de una mujer independiente y brillante comienzan a aflorar, porque además se agrega como condimento que Catherine Tramell es bisexual. Es acá en donde entra el punto interesante de las defensas, debido a que, si bien es irrefutable que se presenta la bisexualidad desde una perspectiva negativa (las interacciones lésbicas existen por y para el personaje de Michael Douglas y el ojo masculino y se presenta a estas personas como libertinos inmersos en un mundo de drogas, sexo y alcohol), también es una de las primeras películas mainstream en posicionar a un personaje bisexual como protagonista.
La gran mayoría de estos artículos desarrollaba la idea de que había sido fundamental observar a Catherine Tremell como personaje principal en la propia formación y reconocimiento de su sexualidad, puesto que era el primer referente que tenían de esa índole. Era la primera vez, además, que el personaje bisexual no moría (aunque Roxy y Beth, los otros dos personajes LGBTQ+, sí lo hacen), que se asociaba a una posición de éxito económico a su persona, presentándose con ese pequeño espacio de admiración expectativa y que se fortalecía de manera empoderada en la narrativa de la historia.
Es por eso que, para mí, “Basic Instinct” presenta un elemento de transición entre una antigua y una nueva visión de tratar estas temáticas. Empieza a dejarse de lado, muy de a poco, esa visión de la bisexualidad como algo malo, como algo extraño. Y al hacer que el personaje de Sharon Stone sea bisexual, se le está otorgando visibilidad y se está normalizando algo que hace años debería ya estar normalizado.
La película tiene más falencias que aspectos positivos, pero me sorprendió encontrarme con este tipo de análisis de los mismos miembros de la comunidad. De hecho, una de las preguntas que abre uno de los autores fue para mí la más clara en ejemplificar todo lo anterior:
La segunda: personajes que viven por y para el movimiento
Después de este largometraje se abre una nueva etapa en la representación del cine. Comienza a haber películas que tratan esta temática de manera directa en las narrativas y es aquí cuando podemos posicionar gran parte de las realizaciones que hemos visto acerca de la temática LGBTQ+.
Películas como “Boys don’t cry” del 99’, “Girl” (2018), “La chica danesa” (2015) y “Una mujer fantástica” del 2017, por brindar algunos ejemplos, potencian el punto central de la trama que es la vivencia del personaje LGBTQ+ en una sociedad heteronormada y sus respectivas dificultades y logros en desarrollarse como seres humanos comunes y corrientes.
Son producciones, sin duda, emocionantes, tremendamente necesarias, que nos enseñan lo terrible que puede llegar a ser nuestra sociedad y lo mucho que nos falta aprender a nosotros, los heterosexuales, acerca de estas experiencias. Sirven de referente para millones de personas que están luchando con su propia liberación sexual, pero, al mismo tiempo, posicionan a estos personajes con ese punto de vista externo, en donde se observa a estos individuos luchando por calzar en una sociedad que insiste continuamente en rechazarlos.
Se genera ese ojo externo escrutador, al igual que en “Basic instinct”, en que hay una cierta fascinación por el protagonista y sus circunstancias, pero que irradia ese pequeño aura paternalista de “observa a estas pobre víctimas y empatiza con ellas”.
Son películas irrefutablemente necesarias en la actualidad, sin embargo, de igual manera, se quedan cortas al limitar a sus personajes principales a la temática LGBTQ+, porque a final de cuentas una mujer lesbiana es muchísimo más que solo eso: es un ser humano complejo, con sus contradicciones y con sus procesos personales igual que todos nosotros.
Tercera etapa: los personajes son seres humanos complejos y con contradicciones
Es aquí en donde identifico una última etapa que ha surgido en estos últimos años, donde en la serie “Euphoria” (2019) se puede ver un puente de transición (así como “Basic instinct” fue el puente de su época).
“Euphoria” trata la temática LGBTQ+, posicionando a estos personajes al centro de su narrativa, pero que amplía su círculo de atención evitando limitar a sus personajes.
Lo más interesante de Jules (Hunter Schafer) no es que sea trans (algo que personalmente noté recién en el tercer capítulo), lo interesante es cómo se relaciona ella con el sexo y cómo se empieza a enamorar y desenamorar de su mejor amiga.
Por supuesto que también está la reflexión de cómo ella sufre en esta sociedad, mas la serie desarrolla muchísimos más arcos narrativos que a fin de cuentas complejizan al personaje.
Jules no se limita al hecho de ser trans y a su proceso de transformación (de hecho es algo que está resuelto desde el comienzo), sino que abre aristas de cómo funciona un adolescente común y corriente en esas circunstancias, porque ella es precisamente una mujer común y corriente.
Otra serie que comienza a hacer este mismo tratamiento es “Sex education”, en donde las orientaciones sexuales pasan a un segundo plano en relación al enfoque que le da la serie al proceso interno de la adolescencia. Los temas aparecen de manera clara y también hay discusión en torno a cómo viven esas personas en nuestra sociedad, pero al mismo tiempo se normaliza y se da paso a otras aristas.
El personaje de Eric no se limita a su homosexualidad. Eric tiene contradicciones y lo importante es ver cómo se va desarrollando su amistad con Otis, cómo va aceptándose a si mismo de manera paulatina, cómo se vincula con su imagen externa y el estilo que quiere proponer con su vestimenta. El personaje es muchísimo más que su sexualidad, por lo que se vuelve más interesante.
Y, por último, el ejemplo que me hace pensar que efectivamente hay un cambio generacional, en la manera de representar al colectivo en el medio audiovisual es “The politician”. Esta serie me sorprendió porque trata temáticas que no están en lo absoluto relacionadas con la típica reflexión adolescente.
La serie sigue la carrera presidencial escolar de Payton Hobart, como si fuera un “House of Cards” del instituto. Pero más allá de que Payton hubiese tenido un pequeño amorío con River Barkley y que sea bisexual, a mi me sorprendió la presencia de Theo Germaine en la serie.
No fue hasta que busqué a los actores y llegué a Theo Germaine, que supe que era trans, ya que la serie jamás revela esto. De hecho, es tan simple como que el personaje de Germaine en la serie es hombre y esto es algo que jamás se cuestiona. En ningún momento se plantea la existencia de una conversación emotiva en donde él explica su transformación, sino que su personaje es hombre simplemente porque él también lo es.
“The politician” es la primera producción que libera y expande el espectro interpretativo de los actores trans (las personas detrás de esos personajes). Porque así como se limita muchas veces a los personajes LGBTQ+ al proceso de transformación y el hecho de ser parte de esta comunidad, también se hace lo mismo con los actores.
“Un actor/actriz trans solo va a poder interpretar papeles de trans”, es un enunciado que ha funcionado en Hollywood y en el mundo hace muchísimo tiempo, tanto que Antonia San Juan, quien interpretó a un personaje trans en “Todo sobre mi madre” (Pedro Almodóvar), sigue desmintiendo hasta hoy que ella en la vida real no lo es.
“The politician”, de alguna manera, abre ese molde y permite que exista esa representación sin la necesidad de limitarla al mismo tiempo. Es completamente necesario que sigan existiendo producciones que abren la reflexión en torno a cómo crecen y se desarrollan estos individuos en la sociedad actual, porque es necesario generar reflexión.
Pero asimismo es necesario abrir camino a la normalización de la existencia y de las vidas de personas LGBTQ+, porque si no se siguen colocando sobre la palestra escrutadora de este mundo heteronormado, haciendo que algo que ya a estas alturas debiese ser completamente natural… no lo sea.
Conclusiones…
Me parece tremendamente emocionante esta evolución, porque efectivamente se esta provocando un cambio, así como también se está generando una mutación en la representación de la mujer, que ha pasado extrañamente por exactamente las mismas etapas: de estar villanizada, a películas con tono paternalista que nos muestran “mira lo que una mujer puede hacer” a películas que genuinamente posicionan roles femeninos al centro de la narrativa, no de manera discursiva sino que real.
Esta nueva etapa que se está desarrollando es precisamente la representación de cómo es la realidad. Finalmente vivimos en un mundo en donde las mujeres son personas comunes y corrientes con todas sus contradicciones, igual que las personas LGBTQ+, e igual que cualquier minoría. Por fin el cine está derrumbando un muro que se veía inquebrantable.