Hace pocos días Jorge Rivas, más conocido como el “Niño Poeta”, volvió a hacer noticia, esta vez, por una entrevista que se salió de los márgenes tradicionales, demostrando el poder que actualmente (y hacia el futuro) poseen las plataformas digitales. La entrevista en cuestión se enmarca en el nuevo programa (“De qué se habla”) de uno de los comediantes más promisorios del país, Claudio Michaux, 26 (@claudiomichaux).
Su carrera comenzó gracias al programa La Huincha de TVN, pero su inquietud por la comedia, las comunicaciones y el quehacer artístico estuvieron desde su infancia y juventud, estudiando Fotografía. Ya con el bichito en él, y habiéndose demostrado capaz al ganar el programa, Claudio inició una carrera meteórica. A su paso por el Festival de Olmué se le puede sumar la rápida inserción que tuvo en el mundillo en el stand up chileno, donde destacó por su humor negro y un metalenguaje muy similar a lo que, hasta hace algunos años, podía concebirse como un humor más adolescente. Esa mezcla, que puede percibirse fácilmente en sus diferentes videos en YouTube y Twitch, lo han catapultado a ser considerado una joven promesa de la comedia nacional.
Pero, no solo de humor vive este comediante. Su canal de YouTube (100.000 seguidores) ha sido una de las formas que ha tenido de mostrar, quizá de manera inocente y sin quererlo, que estamos en presencia de algo grande. Ampliar la razón de sus contenidos, esta vez con un podcast, que a pesar de ser algo ya común entre comediantes, no había tenido tanta repercusión, demostrando con ello lo vivo y necesario de nuevos lenguajes, de nuevos tratamientos y registros, donde el comunicar no requiere – necesariamente- de una formalidad que, en muchos casos, únicamente termina por interponer una barrera que dificulta los lazos, sobre todo con un público joven, de entre 15 a 30/35 años, que se encuentra habido de nuevas formas, de contenidos ad hoc y sobre todo de flexibilidad y alejarse estructuras fijas.
Michaux, en torno a su forma de hacer humor, su contenido audiovisual y las conversaciones en De qué se Habla (que ya cuenta con cinco capítulos al fin de esta redacción) logra hacer evidente esa necesidad de nuevos códigos, de que lo digital llegó para quedarse y que él, en específico, es más que un comediante, es un comunicador con un techo que sólo puede ponerse entorno a su propio trabajo e intereses.
Sin duda, es un rostro cuyo trabajo debe seguirse de cerca, tanto por el trabajo particular como por su representación en relación al fenómeno que representa.