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Columna | CachaguaGate, la pandemia, Chile y su eslabón perdido

Ayer estalló Twitter: Los videos y memes sobre lo que fue el llamado “CachaguaGate” transitaban de cuenta en cuenta como el más rápido de los correos. Pero ¿qué hay detrás? Muchas cosas.

Las actitudes evidenciadas en los videos y audios que circulaban de tope a tope en redes sociales, varias dan muestra de que algo estamos haciendo mal como país. Cuando aquellos que, supuestamente, deberían tener la educación por ir a “mejores colegios” y tener acceso a gran capital cultural responden en medio de una pandemia con una fiesta clandestina con una persona contagiada, generando, como se ha dicho hasta el cansancio, una atentado a la salud pública, evidentemente algo no funciona.

Y lo mismo aplica para aquellos que en Maipú o Espacio Broadway realizan el mismo tipo de celebraciones. ¿La razón que se da para justificarlos? El estrés, el espacio, el derecho a esparcimiento. ¿Es tu derecho a esparcimiento superior al derecho a la vida del otro? No. Pero no lo entendemos, ¿por qué?

Chile es un país sumido en una esfera que se subdivide en otras miles, las que finalmente no se tocan. Nunca. Lo que se ha llamado “distancia social” (que debería ser física), efectivamente se cumple en nuestro país. Porque no tenemos el concepto de tribu. Unos porque sus papás son empresarios exitosos, otros porque sus papás y mamás trabajan en dos o más lugares para poder apenas subsistir.

¿Por qué pasa esto? Imitación. Tanto desde el significado como desde el significante, sumado a las grandes brechas sociales, Chile ha crecido a base del “objeto” y no sobre la base del “sujeto”. Según Maslow – que explica la conducta humana- para que esa situación no ocurra en lugares donde el capital cultural escasea, debido a la forma en la que se concibe el modelo socioeconómico y cultural, lo que debe estar satisfecho para que se dé un avance en la conducta personal es lo fisiológico, que en términos sociales, sería la tribu.

Chile es un cumulo de errores sociales y culturales, fomentados por los vicios económicos y políticos. Carecemos de narrativa y aglutinar a las masas, pues el “yo” es más importante que el nosotros. Todo se deja a la deriva, o en lo llamado “cultura del winner”, aquel individuo que pasa por sobre todo y todos con tal de lograr a su objetivo. ¿Cómo corregir? Con educación, pero no solo esa educación que dan en el Saint George, Verbo Divino o San Benito, también nos urge la educación fraterna, humana y que nos enseñe la civilidad del vivir en comunidad.

Todos aquellos errores derivan, deductivamente, en ese eslabón perdido que se llama capital cultural, educación civica, histórica y cambiar de una vez esos patrones conductuales que nos llevan a saltarnos los protocolos sanitarios, adelantarse en la fila o caer en cohecho en pro de que una ley nos favorezca para negocios determinados.

Dejemos atrás, por favor, esas conductas del “yo”, en donde solo unos pocos “yo” pueden irse a Miami siendo autoridad o hacer fiestas por ser “yo” hijo de.

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