Carlos Cabezas se presentará en el Teatro Municipal de Santiago el 18 de octubre, con su show “Mil cabezas”, una experiencia ambiciosa.
Carlos Cabezas (Ovalle, 1955) es uno de los nombres fundamentales de la música chilena contemporánea. Compositor, cantante y productor, ha construido una trayectoria que cruza el rock experimental, la electrónica, la canción de autor y la música para cine. Fundador y líder de Electrodomésticos, banda nacida en plena dictadura en 1984, supo captar con crudeza y poesía las tensiones de la época, con discos ya históricos como ¡Viva Chile! (1986) y Carreras de éxitos (1987).

Su inquietud creativa lo llevó también al camino solista con El resplandor (1997), y más tarde a experimentar con formatos diversos: desde boleros (Has sabido sufrir, 2010) hasta colaboraciones con artistas como Manuel García, Jorge González y Angelo Pierattini. Paralelamente, ha sido un nombre habitual en el cine chileno, firmando bandas sonoras de títulos icónicos como El chacotero sentimental, No, El club o la serie 42 días en la oscuridad.
En los últimos años, junto a Electrodomésticos, ha vuelto a la primera línea con trabajos de gran impacto como Se caiga el cielo (2013) y Mirar la luz (2024) (Reseña Aquí). Este último galardonado con el Premio Pulsar al Mejor Álbum de Rock 2025. Ahora, a sus 70 años, celebra cuatro décadas de creación ininterrumpida con el concierto “Mil Cabezas”, una revisión de su amplio repertorio en el Teatro Municipal de Santiago.
Más que un músico, Carlos Cabezas es un artista de época y en La Máquina tuvimos la oportunidad de dialogar con él previo a su show “Mil cabezas” en el Teatro Municipal de Santiago este 18 de octubre. Entradas por Passline acá.
Aquí también puedes revisar la entrevista que tuvimos con Edita Rojas hace un tiempo atrás.
Una charla con Carlos Cabezas
Carlos, ¿qué opinas sobre la música actual y la música urbana?
Bueno, es una pregunta bien amplia. Yo creo que no es labor de uno juzgar —si es que va por ahí la consulta— la música que hacen otros músicos. Yo me quedo con el valor general de que hoy tenemos muchas más herramientas que nos permiten tener una expresión musical mucho más democrática y amplia. Actualmente, alguien con un computador ya puede desarrollar una idea o una expresión musical, lo que abre un campo creativo antes impensado.
Ahora, en términos del trabajo específico que realizan ciertos grupos sociales, como ocurre con la música urbana, el análisis de eso —de cómo se produce, de qué temáticas aborda y cómo influye— nos lleva a reflexionar sobre cómo educamos a los jóvenes para valorar aspectos como el lujo, el éxito o el consumo. Todo eso forma parte de un análisis social más profundo sobre quiénes somos y qué representamos como sociedad.
Pero me quedo con lo que te dije al inicio: me parece muy positivo que todo el mundo tenga acceso a levantar la voz, decir lo que siente, lo que piensa y, sobre todo, poder conectar con otros a través de la música. Esa posibilidad de expresión compartida nos conecta mejor como sociedad.
Siguiendo el hilo de que todo el mundo tenga acceso a generar música, ¿qué opinas de la inteligencia artificial en el mundo de la música? ¿La usarías?
Bueno, es todo un tema la inteligencia artificial, en todos los aspectos de la vida, no solo en la música. Se puede entender como una herramienta que puede facilitar la vida en muchos sentidos. En cuanto a la expresión artística, la inteligencia artificial puede servir como un apoyo o un medio para crear, pero los contenidos emocionales y humanos que aparecen en la música —los sentimientos, las experiencias, la sensibilidad— son algo que difícilmente puede replicar una máquina.
No sé si este miedo o desconfianza que genera la inteligencia artificial sea del todo justificado. No es bueno dejarnos llevar por el susto, sino más bien aprender a convivir con esta nueva herramienta, sin olvidar que la emoción sigue siendo lo más importante en la música.
¿Qué legado crees que le estás dejando a la música chilena?
Uno es el menos indicado para hablar de legados, po’. Normalmente —y es algo que uno agradece— uno tiene puntos ciegos respecto al valor del trabajo propio, porque si tuvieras una conciencia muy analítica de todo lo que has hecho, te emborrachas fácil con eso. A mí me gusta mantenerme trabajando sin darle tantas vueltas, sin caer en la autocelebración.
Es bien difícil hablar de uno mismo en términos de legado, porque puede sonar pretencioso. Pero quizás, en términos básicos, desde que partimos con Electrodomésticos, lo que hemos hecho no se ajusta a estrategias, astucias ni a lo que quiere el mercado. Creo que siempre habrá un espacio para expresiones artísticas que no encajan en moldes, que son distintas, que parecen raras o sin espacio social. Y eso también tiene un valor: atreverse a ser distinto.

Un satisfactorio encuentro
Hablar con Carlos Cabezas es entrar en un territorio donde la música se vive más como oficio que como posesión. A sus 70 años, lejos de instalarse en la comodidad del reconocimiento, sigue pensando la creación como un espacio de riesgo, de apertura y de preguntas.
Su mirada sobre la música urbana, la inteligencia artificial y el concepto de legado revela a un artista que no se aferra a certezas, sino que elige mantenerse en movimiento.
En ese tránsito constante, su obra —ya sea con Electrodomésticos, en solitario o en el cine— se ha convertido en un espejo crítico de la sociedad chilena y en una invitación a ampliar los márgenes de lo posible.
Quizás ese sea, aunque él mismo no lo reconozca, el mayor legado de Carlos Cabezas: recordarnos que la música no es un producto de mercado, sino una forma de pensar, sentir y resistir colectivamente.