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El “ángel caído”, el cuadro más enigmático de Lucifer

El arte ha sido el gran vehículo de visibilización humana que ha tenido la propia raza desde que desde las cuevas prehistóricas se registraban rupestremente los acontecimientos y manifestaciones naturales de las que se era testigo, muchas veces, en una primera instancia y que maravillaban a los habitantes primitivos de los albores de la Humanidad. 

Los siglos y milenios avanzaron y aunque el ser humano, hombre y mujer, complejizaron su racionamiento y formas de manifestación, no dejó de lado la expresión de sus más recónditos sentimientos, pasiones e inquietudes, entre ellas, quién era y cómo era el hijo pródigo del dios católico, apostólico y romano llamado Lucifer, nombre real de aquel ángel perfecto, hecho realmente a su imagen y semejanza.

La historia de este ser sobrenatural que ha marcado -y seguirá haciéndolo- la imaginación e incluso las acciones de una gran cantidad de personas, ha retratado lo que sería, según los relatos bíblicos, la forma en que este “ser perfecto” fue construido y cómo desarrolló la primera gran rebelión de la historia.

Alexander Cabanel (1823-1889) era un pintor galo academicista, que saltó a la fama luego de que Napoleón III adquiriera en 1863 “El nacimiento de Venus”, lienzo que le valió el reconocimiento y financiamiento que le permitió la tranquilidad para incursionar en una de sus grandes inquietudes: el ángel caído

Alexander Cabanel

Pero utilizar la imagen y el concepto de ángel caído ya en el siglo XIX era algo más que visto y utilizado, por lo que necesitaba buscar un factor diferenciador, así quetomó la decisión de mostrar un Lucifer “humano”, cercano y siendo capaz de dar vuelta la lupa sobre cómo se ha visto históricamente a este personaje.

En la magnánima obra del francés Cabanel, el fondo claro actúa como metáfora de que aún se encontraba en el Paraíso, muestra a hordas de ángeles circulando a gran velocidad y actitud avasalladora, en señal clara de que la mítica batalla aún se desarrolla.

Sin embargo, la atención y el plano principal de la pintura, era que no, se las lleva el mismo Lucifer, quien se sitúa sentado con la pierna estirada sobre la tierra. Su brazo izquierdo le cubre el rostro, del que apenas es posible ver sus ojos de azul y forma perfecta de los que se esgrime una lágrima. Ni su cuerpo anatómicamente perfecto ni sus alas divinas son capaces de eclipsar la fuerza con la que Lucifer se muestra en esta obra de arte: humano, dolido y con gran desazón es mostrado en la derrota y el destierro. 

Cabanel sabía que detrás de esta obra había una historia y es que Lucifer, el hijo pródigo, también funciona como una metáfora de nuestros tiempos, en los que se espera la perfección, se delimita el destino y se coarta el libre albedrío y la decisión propia. La agonía del ángel caído es, a su vez, la agonía de aquellos que han sido moldeados a imagen y semejanza de aquellos que no han sido capaces de ver las divinas alas de un otro. 

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