Curva, círculo, rotura del cascarón, repetir y re-conectar conceptos, parece ser la forma idónea de acercarse a la lectura de “Curvatura del ánimo” (2018), de Daniela Escobar, como forma de entender el proceso en que estos adquieren sentido dentro de un compilado que no llega a brindarnos una sensación dócil del ejercicio lector -lo que normalmente nos imaginaríamos al pensar en algo curvo-, sino que, contrariamente, nos arrastra a lugares y situaciones accidentadas, repentinas y fascinantes dentro de la conformación de un imaginario, a ratos, difuso.
Las visiones que nos presenta Escobar en “Corvatura de ánimo”, muchas de ellas aparentemente inacabadas, tienen un efecto desestabilizador debido, precisamente, a la interrupción que las acompañan. También, quizá, gracias a la percepción particular e íntima que obliga al lector a desarmar toda objetividad. Se trata, en muchos casos, de un empujoncito a la piel del yo poético. Esto no solo se da en relación a aquellos poemas que refieren a cuadros que nos remiten a una familiaridad ajena -alusiones a figuras poco claras, aunque sabemos se trata de una pareja, padres, abuelo, abuela, etc.-, sino que al concepto anímico particular de cada porción de texto, asociado a la construcción de la visualidad y al pensamiento automático que a veces cruza la imagen.
Para muestra un botón:
Invierno.
Harina fría sobre la mesa.
Ir a la cima y descender,
ir a la cima y descender.
Hubiese querido vivir ahí,
en esa euforia.
En este circuito insidioso sobre la interioridad del hablante lírico, las imágenes no terminan de formarse. La harina fría deja entrever capas de algo sobre lo que no habíamos curioseado hasta que la autora nos lo impone. La curiosidad es repentina, algo de este tipo de relato se vuelve demasiado abrupto para percibirse como la desviación de una línea recta; más que una curvatura se siente un golpe, una quebradura, un círculo sin bordes claros, sin una dirección particular.
Esta incomodidad familiar es, de hecho, uno de los aspectos más positivos de esta obra: como se emula el cambio de ánimo, no gradual ni paulatinamente, sino que como un golpazo. A ratos no, a ratos sí. Como la vida misma, un día el cansancio, otro la rabia, luego una pandemia.
Este tipo de lírica causa un revuelco en el estado de ánimo, formando un muy acertado juego sensorial referente a la promesa de su título, gracias al intento del lector de proyectarse dentro de lo literal en esta obra. Sin embargo, esta subida de empatía en que en un comienzo deseamos permanecer, se queda a mitad de camino, un segundo efecto de este choque repentino, de esta forma de comunicar/presentar aquello intangible: la actitud frente a una cosa, el ánimo. Es, tal vez, uno de los puntos no gratos de esta experiencia en Curvatura del ánimo. Se comprende el deseo sensorial tras la obra, pero ¿cuál es la naturaleza de esta lírica? Sin esa respuesta, con el paso de las páginas tiende a desmoronarse ese ímpetu de conexión con la lectura.
Otro aspecto importante y llamativo de la obra de Escobar salta a la vista una vez somos capaces de unir la totalidad de su contenido (aun considerando el aletargamiento ya mencionado que puede producirse hacia el final del escrito), y se trata de la forma en que la autora aborda la elaboración de un mundo dictado por los simbolismos de los altibajos. La adultez y la niñez, el mundo vegetal/animal y aquel manufacturado, los cambios de estaciones, los roles de género. Todo convive a la vez que parece no tener punto de encuentro en un mismo verso. Sobre esto, la distribución de los poemas, en una segunda lectura, se torna protagónica, resultando en una crucial doble-significación de las temáticas abordadas por Escobar.
Curvatura del ánimo, obra ganadora del Premio Municipal Juegos Literarios Gabriela Mistral en el año 2018, género poesía, es por cierto una pieza que vale la pena leer. Dentro de una red de palabras móviles, de ritmo pausado y aún así colisiones estruendosas, nos muestra de muchas formas como la configuración de los diferentes estados del ser pueden ir formándose, deformándose, y transformándose. En una época de cambios y de pausas, Overol ediciones nos trae una obra que se inserta como una forma lúdica de comprender y unificar la multiplicidad que nos rodea.