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Opinión | Alfredo Castro, el emblema actoral de Chile

Los grandes talentos en el teatro chileno han florecido de generación en generación. Todas, en sus diferentes contextos y espacios temporales, han desarrollado su arte a niveles de expresión que los convierten hoy en leyendas de la actuación chilena.

Nombres como Alejandro Sieveking, Víctor Jara, Bélgica Castro o Delfina Guzmán, son solo alguno de los antiguos estandartes de las tablas nacionales. Posteriormente, ya más cercano a fines de los ochenta, harían su aparición nombres de la talla de Claudio Arredondo, Claudia Di Girolamo, Amparo Noguera o Cristián Campos.

Entre todos ellos, incluso siendo una especie de conexión intergeneracional, ha existido un nombre propio que une no solo a los viejos estandartes con los de la década de los ochenta y el boom de las teleseries, sino que en cada de una de las diferentes etapas que ha sido partícipe en distintos tipos de producciones dramáticas (teatro, cine, televisión), dejó una huella que traspasó generaciones, fue más allá de un escenario o set televisivo y rompió la barrera de la pantalla grande.

Hablamos de un actor que ha dado vida a un sinfín de personajes entrañables durante la época de la oro de las teleseries y que ha llevado su pasión por la actuación a la docencia y dirección de actores. Hablamos de un actor que ha marcado y marcará buena parte del teatro, cine y televisión chilenos: Alfredo Castro Gómez (64).

Alfredo Castro: el explorador incansable

Hablar de Alfredo Castro es también incursionar en buena parte de la historia del teatro chileno y de la actuación chilena en todas sus facetas; es dialogar, asimismo, acerca de un férreo defensor de los derechos laborales de todos los trabajadores de la cultura y, sobre todo, de sus colegas; es parlar, sin duda, de un hombre-actor transversal a su tiempo y al tiempo.

En el histórico Teatro Itinerante, siendo uno de sus fundadores, Castro, entre 1978 y 1981, se desempeñaría en esta compañía para luego pasar, en 1982, al Área Dramática de TVN, iniciándose una extensa y exitosa carrera en la pantalla chica.

Sin embargo, esto no lo separaría de su más grande pasión: el teatro, espacio en el cual un año más tarde partiría a perfeccionarse a British Council, específicamente a la The London Academy of Music and Dramatic Arts, una de las más prestigiosas academias de arte y expresión del mundo.

Posteriormente, en 1989 partiría a las ciudades de París, Estrasburgo y Lyon para especializarse en dirección de teatro, rol que ha cumplido a gran nivel, siendo reconocido por la crítica como un director complejo, exigente y con la capacidad de crear grandes y sólidas obras de teatro, en las cuales sus dirigidos potencian su trabajo actoral gracias a excelsos trabajos de libreto y representación escenográfica.

Alfredo Castro lograba en poco tiempo destacarse, sentando las bases de un trabajo que, ya a esas alturas, se vería como uno de los mejores realizados del país: siempre atingente y preocupado de mejorar su rol como obrero de las tablas, independiente de su posición. El teatro, las tablas y la actuación, todo en su conjunto parecieran estar en el ADN de Castro.

https://www.instagram.com/p/CARCmL-Jvfs/

Del teatro al séptimo arte: un viaje incansable

La obra de Alfredo Castro es reconocida, en primera instancia, masivamente por su fructífero periodo en las teleseries, que marcaron a toda una generación entre la década de los 90’s y la primera parte del siguiente siglo, destacándose sus diversos papeles como en Los Títeres, Jaque Mate, El Amor Está de Moda, Amor a Domicilio, Iorana, La Fiera, Romané, Pampa Ilusión, entre otras tantas exitosas producciones, la mayoría bajo la dirección de Vicente Sabatini.

No obstante, su carrera también ha sido un constante motor de la industria cinematográfica chilena, reluciendo internacionalmente en el cine italiano con películas como È stato il figlio (2012) y Busu Il mondo fino in fondo (2013), siendo así un agente de exportación entre los actores chilenos. Dentro de nuestro país se ha destacado, a partir de 1999, en películas como La Chica del Crillón, Fuga, Tony Manero, Post Mortem, No, El Club, Neruda, Los Perros, entre muchas otras.

Sin duda alguna, Alfredo Castro es probablemente el actor más grande, versátil, sólido, irreverente, complejo y con una capacidad de diversificación pocas veces vista en su manejo de emociones, trabajo físico, caracterización y registros, conviertiéndolo en una verdadera caja de sorpresa.

Castro, casi sin importar mayormente el guion o formato o el contexto al que se enfrente, es capaz de crear instintivamente personajes y escenarios que llenan y enriquecen al espectador, junto a un talento que ha desbordado generaciones completas.

Un talento tremendamente trabajado que actualmente lo ha llevado a ser reconocible por toda generación en sus diferentes papeles, mas también por sus pares al ser un constante motor incansable que ha bregado por la formación incesante, promoción y perfeccionamiento de su profesión. Muestra de esto fue la fundación en 1989 de Teatro de la Memoria (cerrado en 2016 y que reabrió el año pasado), además de su centro de investigación donde imparten seminarios de actuación, dramaturgia, dirección y escritura.

Alfredo Castro como Lazlo California, su icónico papel en Romané (TVN)

A pesa de su retiro de la masividad dada por la televisión se dio hace casi una década en 2012 con la teleserie La Doña (CHV), Alfredo Castro sigue siendo reconocible no por su aspecto físico o realizar tal o cual comercial, sino que es simple y directo: por su talento, amor y pasión hacia la actuación y las tablas.

Y, a título personal, es el mejor actor, el más completo y complejo miembro de la teatralidad chilena que ha dado este país a razón no solo de su trabajo concreto en la interpretación de personajes, sino de todos sus esfuerzos y dedicaciones en las diferentes plataformas dramáticas en la que se ha desarrollado, ganado la admiración y cariño del público en una carrera que, ojalá, y por el bien de la artes dramáticas chilenas, se extienda por mucho tiempo más.

Alfredo Castro, con toda su trayectoria, reconocimientos e instancias de desarrollo teatral y actoral, sin dudas podría ser considerado como el mayor emblema actoral de Chile en la actualidad.

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