Desde el comienzo llamaron la atención por su sonido atípico: bases en batería y bajo con pulso narrativo y guitarras que explotan como gritos de recuerdos que se mimetiza con una voz que canta y a veces narra pasajes de canciones cuyas letras toman inspiración literaria, filosóficas y políticas. Con estas características es que alzaron la voz en el rock nacional con un discurso que los acompaña hasta hoy, mientras atraviesan por un presente que parece una reunión de una separación que jamás existió.
La banda compuesta por Eduardo Pavez en voz, los hermanos Sánchez en guitarras (Juan José y René), Álvaro Urrea en bajo y Christian Rodríguez en batería — cargo que luego pasó a Matías Acuña y hoy ocupa Matías Gray—. Con esa formación lanzaron su primer EP “Intervención Enérgica en los Asuntos de la Nación” (2010) con canciones que hoy son clásicos de la banda, como “El Misterio de Kosovo” y “Antígona 404” . Si tuviésemos que definir las canciones de Tenemos Explosivos, podríamos decir que estas funcionan como pinturas: comienzan con un lienzo que captura momentos exactos — en la vida de alguien, un país o un sistema como el que habitamos— y lo colorean con recuerdos y memorias, con los trazos que nos han dibujado durante todos estos años.
Desde 2012 sobrevivieron a la distancia – con Pavez viviendo en distintos países -, pero arreglándoselas para continuar sacando discos e incluso haciendo conciertos con el mismo Eduardo cuando venía a Chile. Pero con el regreso definitivo de su vocalista al país la banda vuelve a estar completa en un mismo territorio, lo que se siente como un relanzamiento. Y así se vivió en la Sala Metrónomo el 5 de septiembre, en el primer show de esta nueva era, que trae consigo un desafío mayor: ser parte del show de Linkin Park en Chile, nada menos que en el Estadio Nacional, el escenario más grande del país.
En La Máquina conversamos con Tenemos Explosivos para sumergirnos en ese trayecto junto a ellos.
La banda recibiendo su premio PULSAR en 2023. En la imagen falta Eduardo Pavez quien no se encontraba en Chile
El nombre Tenemos Explosivos sigue siendo provocador más de una década después. ¿Qué significa para ustedes hoy, en esta etapa de la banda?
El nombre siempre ha sido un rótulo para poder trabajar. El nombre de un proyecto. No podría decir que ha cambiado su peso, su significado o el marco conceptual que lo envuelve, porque siempre lo hemos tratado como lo que es: un nombre. Yo me llamo Eduardo o Álvaro o René, y así me conoce la gente. De la misma forma, este proyecto tiene este nombre y así nos conocen. Que ello acarree una carga semántica particular es parte de la historia del nombre. Yo tengo el mismo nombre de mi padre y eso acarrea una historia. Es parecido en este caso.
Si hay algo que caracteriza a Tenemos Explosivos, es que tienen una temática que atraviesa sus discos, desde Derrumbe y Celebración hasta Cortacalles: la memoria. ¿Cómo han logrado cruzar la memoria de un país con sus memorias personales para darle forma a letras significativas?
Es una operación estética de la escritura. Mientras más específico es algo, se vuelve paradójicamente más universal. Si hablo desde el yo en su dimensión más íntima, voy a conectar con eso que todos tenemos adentro: los dolores, la pérdida, la esperanza, la belleza, la búsqueda de justicia. No somos tan especiales. Todos tenemos adentro los elementos que nos hacen igualmente humanos. Intentamos hablarle a esa parte de nosotros. Nuestro objetivo ha sido siempre sacar el tema de la memoria de ese espacio abstracto medio falsamente histórico que busca una supuesta objetividad, y lo llevamos a la dimensión del individuo, a ese espacio donde la memoria se vuelve indistinguible de la experiencia del cuerpo de alguien en particular. Hablar de “la memoria” es frío y abstracto, pero contar la imagen de esa tarde en que mi madre tenía las bolsas de la feria colgando y me abrazó entre lágrimas porque se habían llevado a mi tío, tiene un peso completamente distinto. La forma es ahondar en algo de forma tan particular que logre explotar en una universalidad.
A lo largo de su discografía han transitado entre la rabia y la reflexión. ¿Dónde sienten que está hoy la brújula emocional de Tenemos Explosivos?
La brújula sólo aparece retrospectivamente. Cuando terminamos un disco podemos decir “ahá, estas canciones se trataban sobre esto”. Pero antes de eso, no tenemos idea. Nos vamos dejando guiar por la intuición y el interés genuino. Puede ser el interés en un sonido, en un tema, en una palabra. A veces componemos canciones sin saber qué estamos haciendo, y luego aparece una palabra o una frase que junta algo, y eso le da un norte. Lo difícil del proceso es eso mismo: distinguir cuándo encuentras algo verdadero y cuándo estás aferrándote a una imagen solo porque quieres tener alguna certeza en el camino. El proceso creativo es difícil porque es confuso, caótico. Te recuerda que la vida no tiene un orden real, que todo lo que creamos ocurre desde la contingencia y la falta de barreras. Tienes que dejarte afectar por el proceso creativo: experimentar el miedo y la confusión. Si te pones una brújula y un camino antes del viaje, vas a llegar a donde ya tenías planeado y vas a hacer lo que querías antes de salir. Si es así, te mueves por el proceso creativo como un turista. Nosotros nos movemos explorando, perdiéndonos, buscando ayuda entre nosotros. Hay algo bello en eso, en el no saber. La ignorancia se vuelve un poco indistinguible de la valentía, en ese caso.
Después de más de una década sin coincidir todos en el mismo país, y con el regreso de Eduardo Pavez a Chile, ¿qué nuevas posibilidades creativas se abren ahora que vuelven a estar juntos físicamente?
Muchísimas. Reaparece el espacio para componer juntos, probar ideas en tiempo real, armar proyectos y poder llevarlos a cabo en poco tiempo. Antes teníamos dos semanas al año para hacer todo. Ahora podemos darnos el lujo de decidir cuándo queremos hacer algo. Es un cambio radical para componer, para pensar los shows en vivo, para armar la estética de la banda. Es como volver a enamorarse.
A lo largo de sus discos han explorado distintas texturas dentro del hardcore y el rock. ¿Hay algún sonido o territorio musical que todavía no han tocado y que les gustaría experimentar?
Hay muchos, pero todos tenemos gustos muy dispares en la banda, por lo que nos mantenemos en el terreno que compartimos en común. Hay espacios que no hemos explorado, como la música electrónica, la atonalidad, la música concreta, la serial… pero no diría que son espacios que necesitamos explorar para llegar a algo que nos represente. Creo que hay algo interesante en explorar dentro de las limitaciones que se plantea un proyecto de esta naturaleza: somos una banda de rock que habla sobre la memoria histórica, y eso nos deja inmediatamente un campo de exploración más o menos acotado. Podemos salirnos a momentos, pero no vamos a dejar de ser nosotros. Al mismo tiempo, nada está cerrado. Como decía antes, nos guiamos con la intuición y el interés. Si en algún momento llegamos a sentir el genuino interés de explorar, qué se yo, la microtonalidad y el clavicordio, pues así lo haremos. Hasta ahora no ha sido así.
Volviendo a la banda y su relación con la memoria y los temas sociales, ¿han sentido un cambio en la forma en que el público se relaciona con su música en estos últimos años, especialmente después del estallido social?
Lo que sí hemos visto es un cambio en cómo somos percibidos o cómo se recibe el mensaje. Cuando había ocurrido el estallido, vine de visita al par de años, antes del rechazo, y mucha gente que me entrevistaba en ese tiempo me preguntaba qué se sentía “tener la razón histórica” o qué se sentía “haber predicho lo que está pasando” …y mi respuesta siempre fue la misma: los movimientos sociales y los cambios de estructura no son tan simples. No es como que cantábamos sobre justicia social y mágicamente teníamos razón. Siempre hemos cantado sobre la necesidad de mantener la historia y la responsabilidad de la memoria del país y sus atrocidades. Que esas atrocidades se vuelvan más evidentes o se intenten ocultar, es algo contingente al panorama político del momento. Nosotros no podemos estar comentando sobre lo que pasa en el día a día porque esa velocidad de eventos es demasiado rápida y se pierde en la gran masa de eventos de cada día. Nosotros hablamos de las lógicas de apropiación y violencia que forman la estructura social. Bajo ese prisma, lo que ha cambiado es que ahora hay gente nueva escuchando la banda. Apareció un público joven que está buscando guía o respuesta o eco o reflejo de sus propios pensamientos… y si podemos aportar un poco y acompañarlos en ese camino, nuestra tarea está completa.
Entonces ¿cómo viven ese cruce generacional en sus conciertos y en la forma en que se escucha su música hoy?
Es lo que comentaba recién. Hay algo en ese público nuevo que sentimos responde a una falta de espacios para replicar este discurso sobre la urgencia de la memoria. Hay jóvenes que buscan ese discurso, así como nosotros lo buscábamos a su edad. Cuando yo iba a shows a mis quince años, no había bandas cerca del mainstream cantando lo que cantamos nosotros. En la escena hardcore independiente el discurso siempre ha estado, pero es una escena un poco más hermética para el público masivo. Nosotros hicimos esta banda para llenar ese espacio que se nos hacía tan necesario, y aportar lo que pudiéramos. El tiempo juzgará si logramos nuestro cometido, pero verdaderamente lo hemos intentado.
La confirmación de que abrirán el concierto de Linkin Park en Chile los pone frente al escenario más masivo del país. ¿Cómo se gestó esa invitación y qué significó para ustedes recibirla?
Trabajamos con un booking agent y ellos ven las invitaciones que nos llegan para tocar. Como somos una banda independiente, antes lo hacíamos todo nosotros, pero en un momento se volvió imposible coordinar los shows y la logística y los ensayos y el merch y armar temas y qué se yo… así que empezamos a delegar responsabilidades. En ese sentido, no nos llamó un día Mike Shinoda y nos dijo “¡los quiero a ustedes!”. Todo funciona con agentes mediadores que ven los contratos y nos entregan opciones de lugares donde podemos tocar y tiene sentido según las fechas que queremos y podemos hacer. En todo caso, es muy emocionante para nosotros llegar a un escenario así de grande. Nunca hemos tocado para tanta gente y esperamos dar lo mejor que tenemos.
Linkin Park marcó a toda una generación. ¿De qué manera creen que esa huella dialoga con lo que ustedes mismos han querido transmitir con su música?
No podría decirlo con certeza porque las huellas que dejan las bandas, especialmente en un grupo donde todos escuchamos música tan distinta, no son huellas que aparecen fácilmente en la música o a la hora de tocar. Son más bien como las huellas que deja la gente que has querido. Yo me río parecido a un amigo y tengo las inflexiones de voz de mi primo y me paro como mi padre y lloro como mi madre, etc. Creo que las influencias musicales de nuestra juventud (que son muy diversas) se cuelan así, en espacios donde sólo los otros que te ven desde afuera pueden verlos y decir “mira, haces con la mano el mismo gesto que hacía nuestro abuelo” y ahí aparece un otro, como fantasmitas cariñosos que llevas encima y haces vivir cada vez que hablas.
Ese día compartirán escenario también con Poppy, una artista con una propuesta muy distinta. ¿Qué les provoca ese cruce de estilos dentro de un mismo concierto?
Es interesante compartir con músicos que están armando propuestas distintas. Nosotros también éramos “los distintos” en los shows hardcore donde comenzamos a tocar. Tenemos un sonido más cercano al rock o incluso al pop, a momentos. Por lo mismo, valoramos compartir escenario con bandas que no son parecidas a nosotros. Siempre podemos aprender tanto nosotros como el público. Quienes escuchan a Poppy probablemente no se encuentren con nosotros en su servicio de streaming, por lo que ese cruce abre puertas para conocer nuevas audiencias y compartir espacios con personas nuevas.
Después de tantos años en la escena, con discos que se han vuelto referencia y una base fiel de seguidores, ¿cómo sienten que se posiciona Tenemos Explosivos dentro del rock chileno actual?
No tenemos una noción clara de eso, porque la escena del rock chileno actual es muy grande y hay bandas muy interesantes. Siempre hemos avanzado haciendo lo nuestro, sin preocuparnos de si a alguien más le va a gustar o si haciendo tal o cual cosa lograremos posicionarnos. Creemos que más bien se trata de trabajar, ponerle cariño, y hacer las cosas lo mejor posible.
Si miran hacia atrás y piensan en todo lo que han construido como banda, ¿qué creen que ha sido lo más importante que Tenemos Explosivos le ha aportado a la escena chilena?
No creemos ser capaces de juzgar nuestro aporte. Es muy parecido a lo que decía antes sobre los gestos involuntarios. ¿Cuál ha sido tu aporte en la vida de tus amigos? Ellos son los únicos que pueden responder eso. Es parecido en este caso.
La banda en su concierto del 5 de septiembre en el Metrónomo
Hoy la banda está viviendo una época de —como dicen en la misma entrevista— re-enamoramiento. Y esperemos que eso los lleve a editar nuevos discos y afrontar desafíos como el que está a punto de llegar el próximo 2 de noviembre, cuando el Estadio Nacional los reciba y puedan mostrar su música a un nuevo público. Un público al que también quieren relatarle la historia de un país que, cada vez más, hace esfuerzos por olvidar esa memoria histórica que es vital rescatar. Como cantan en “Agamenón”, una de sus canciones más populares: “Y me decías esto, querida, esto va a durar para siempre”.