La eterna disputa: Críticos versus público general. Así resumiría esta reseña.
Sin duda, hay veces en las que uno coincide con los “profesionales”, mientras que, en otras ocasiones, compartes tu opinión con gente común y corriente, el perraje como le dicen por ahí, aunque en realidad los críticos también lo son, por mucho que los enaltezcan.
Calificada por muchos sitios especializados como la mejor película del año, The Souvenir deslumbraba con un puntaje de 92 en el sitio Metacritic y un 89% de aprobación en Rotten Tomatoes, la cinta daba la primera sensación de que sería muy buena, pero tras verla, realmente coincido con la puntuación que entrega el público general, ya sea en IMDB (6.8/10), FilmAffinity (6.7/10) y los usuarios de Metacritic (6.6/10), es decir, una media cercana a un 7 de 10, la cual realmente sería la calificación que le daría a este filme británico.
A pesar de poseer altas expectativas, no me dejé llevar por ellas. Tan solo decidí verla para ver qué tan interesante era esta relación entre una estudiante de cine con un “sospechoso hombre”, la cual en realidad no se desarrolla como una historia de amor (ni típica o atípica), sino más bien como una introspección de la vida que tiene la protagonista, Julie, quién está personificada por la primeriza Honor Swinton Bryne, hija de la gran Tilda Swinton, que también dice presente, pero no tanto como uno esperara.
Una película buena, pero no la mejor…
Basándonos en esta introspección, la directora, Joanna Hogg, pareciera buscar desde el inicio la conexión entre el ojo espectador de nosotros con la mirada personal que tiene la protagonista, casi como una simbiosis entre lo visto por ella/yo y lo grabado por la cámara.
Pero la verdad es que estas intenciones -o interpretaciones-, no son suficientes para poder conectar realmente con la cinta y la historia que cuenta, siendo este su principal pecado del cual se desglosan una serie de detalles que me aburrieron al verla.
Desde el inicio nos salpica a la cara estar frente a una cinta demasiada británica (admito mi prejuicio en esto), lo cual no resulta para nada malo, sino que denota el contexto que viven todos los personajes, no obstante el primer error es dar por hecho que sabemos la temporalidad, en qué momento están presentes los sucesos a observar.
Se habla de una “gran sensibilidad de Joanna Hogg para los detalles específicos de la época” (dicho explícitamente en una crítica con calificación perfecta en Telegraph), pero como espectador ajeno a ese mundo europeo que muchos aman y alaban, tan solo se encuentran atisbos de la época que se está viviendo, a causa de que, en realidad, el uso de cheques, de cartas, escenarios comunes sin computador, solo me hacen pensar en que esta historia no se desarrolla en nuestra época (o quizás yo fui muy lento para darme recién cuenta a los 40 minutos en qué momento del tiempo estaban los sucesos vistos).
Aquel detalle de la temporalidad puede pasarse por alto, aun cuando la frialdad del relato resulta exhaustivo y realmente generó una sensación de hastío a medida que transcurría la película.
Resulta comprensible que estas transiciones a sucesos sin conexión alguna, más allá de los protagonistas en escena, sean un reflejo de la evolución y construcción de la relación tóxica que empieza a sufrir la joven directora de cine, pero es que a pesar de esta elaboración cinematográfica detallada y minuciosa para emparentarse con la historia, no hace nada más que generar un bloque o, mejor dicho, una pared emocional que impide conexión con lo vivido por la protagonista.
Pareciera ser que esta es la intención de la cineasta, dado que busca que estemos en la penumbra de la ignorancia de lo acontecido tal como lo está Julie al no saber realmente qué hay detrás de Anthony, un joven característico que resulta ser la mejor actuación de la película, dado a su aire sofisticado e introvertido, con sus secretos ocultos bajo la manipulación verbal que realiza.
Si bien resulta incómodo lo planteado en el anterior párrafo, no significa una total desconexión con todo lo contado, ya que encontramos unas potentes actuaciones y una cinematografía realmente bellísima, destacándose la dualidad de actitudes y personajes en pantalla gracias a planos magníficos con una paleta de colores de grisáceos lúgubres y pasteles reconfortantes, hacen que uno se mantenga firme hasta un final que, incluso con la gran manufactura para hilar este fin, termina siendo predecible y carente de corazón -aunque tal vez sea yo el que no tiene corazón para esta película-.
He de agregar un punto bastante importante en mi recepción del largometraje británico, el cual resulta en un prejuicio que acepto en mí, como lo es el sentirme incómodo cada vez que tratan de establecer el paralelismo casi académico de cómo hacer una película dentro de una película.
En este caso, una mitad del filme busca retratar el proceso creativo detrás de la cinta que filma esta directora ficticia, pero resulta casi como una acción para satisfacer al mundo del cine, en donde la directora abre su alma sólo para los amantes del séptimo arte compuestos por pseudo-intelecutales amantes del cine arte y los mismos críticos que alaban ese círculo.
Esto me resulta desagradable cuando se trata con tanta minuciosidad para que alguien al escuchar una conversación de cine sobre Luc Besson o la Nueva Ola Francesa salga enamorado por este diálogo tan aburrido…
Ya, digamos que son los fantasmas que fuera de cámara ahogan los pensamientos de esta cineasta acomplejada con el equilibrio entre la construcción de su película con su vida personal, pero lo siento, este tipo de cosas me resultan tan “fan service” al cine arte para aparentar superioridad y satisfacción personal al comprender esta discusión tan vacía como la vagoneta en que viajan.
Quizás sea la mejor del año, mas en mi caso, por muchas cosas destacables que posea, está lejana ser mi favorita del año pues necesito conectarme con la película; peca de no generar sentimentalismos mínimos para mantener en pie esta historia de amor, incomodidad y toxicidad.
¿La recomendaría? Sí, porque no soy dueño de los gustos de nadie y sí hubo a gente que le gustó, ¿por qué a otras personas no le va a gustar?. Yo tan solo soy dueño de mi opinión, pero no necesariamente de la tuya.