“¿Qué te hizo pensar que me iría a la cama contigo después de un whisky y una conversación ligera?”. Esa frase representa en cuerpo y alma la rudeza, crudeza y sinceridad de uno de los fenómenos de Netflix, el servicio de streaming que ha revolucionado junto a sus exitosas producciones, entre ella, la reconocida Peaky Blinders.
La premisa de la historia va más o menos así: una familia de gángsters irlandeses de ascendencia gitana dirigen en Birmingham, Inglaterra, una de los negocios ilegales más fructíferos después del azote que significó la Primera Guerra Mundial para Inglaterra. Encubierta en la fachada de una de apuestas hípicas, los Peaky Blinders rápidamente la atención del Inspector Jefe, Chester Campbell, detective que es enviado desde Irlanda, específicamente desde la Real Policía Irlandesa, por el propio Primer Ministro Británico Wiston Churchill.
La misión encomendada a Campbell es restaurar el orden y recuperar un alijo (grupo) de armas robadas que serían enviadas a Libia. La serie de cinco temporadas ha calado tan hondo en la cultura popular moderna, que incluso los peinados y vestimentas (propias de principios del siglo XX) han sido emulados por las personas en la actualidad.
Detrás de la rudeza, frialdad, el bajo mundo y un relato que representa muy bien a las zonas del hampa inglés de la época, donde personajes como Tommy y Arthur Shelby (Clian Murphy y Paul Anderson, respectivamente) se han transformado rotundamente en personajes iconos de la cultura pop de nuestros tiempos, se esconde un historia real, de criminales reales y que el escritor Kevin Knight, también de la zona de Birmingham, ha transformado en todo un éxito mundial.
Peaky Blinders: la verdadera historia más allá de Tommy Shelby
La modernización y avances tecnológicos que representó a fines del siglo XIX y comienzo del XX el periodo conocido como Industrialización, como era de esperarse, no fue beneficioso para todos.
Mientras grandes empresarios controlaban poderosas fábricas, el Rey Eduardo VII, abuelo de la actual Reina Isabel II, ejercía su reinado, los primeros clubes de fútbol se formaban y competían y los comidillos literarios solo hablaban de Sherlock Holmes, el reconocido detective creado por Sir Arthur Conan Doyle, las zonas más pobres de todo Inglaterra veían cómo las diferencias sociales entre ricos y pobres se acrecentaban, dejando pocas opciones de sobrevivencia para el nuevo siglo que había llegado y, a la luz de lo que había sido la historia de este segmente de la población, a lo que le suman las consecuencias de empobrecimiento tras la Primera Guerra Mundial (1914-1917), surge una banda de criminales: Los Peaky Blinders.
“Para comenzar, el término “Peaky Blinders” en realidad se refería a una sola banda, pero con el paso de los años y la fama lograda por estos criminales, el término se acuñó en forma genérica”, según lo apuntado por Phillip Gooderson en su libro Las Pandillas de Birmingham. Esto demostraba el gran poderío que los verdaderos Peaky Blinders tenían en la época.
A fines del siglo XIX, los Peaky Blinders ya habían logrado establecerse como la gran banda criminal, que no solo ejercía su rol en asaltos o atraques típicos, sino que además expandía su “rubro” a delitos como fraude, contrabando, secuestro, robo y apuestas, entre otros.
A contraposición, la doctora en Historia de la Universidad de Leeds, Healther Shor, afirma que los Blinders era más asiduos al combate cuerpo a cuerpo, con navajas y diferentes “armas callejeras” en lugar de establecerse como una banda dedicada al crimen organizado. Sin embargo, esta diferencia de visiones no significa que la banda criminal no haya logrado el control criminal de los barrios bajos de Birmingham e incluso, a fines de la década de 1910, haber extendido su influencia a las zonas más vulnerables del Londres de a comienzos de siglo.
Así, ya con una red delictual montada, los Peaky Blinders, aproximadamente por el 1915, eran una de las más bandas criminales más poderosas, sobre todo afamadas y temidas de la gran Inglaterra.
Pobres, criminales, pero no conscientes
La gran fama y pequeña fortuna (grande si se considera su contexto) en lugar de invertirla en crecer, como por ejemplo la compra de armas, fue destinada por miembros de la banda a satisfacer su vicios y necesidades mundanas, siendo grandes “anfitriones” de diversas tertulias de vino, mujeres y compadrazgo.
Estas reuniones, por lo general, según el propio historiador Gooderson, casi siempre terminaban en una demostración de su violencia, para la cual elegían a rivales más débiles y vulnerables, sin tener siquiera consideración por Marahia McCarthy, quien si bien no aparece en la serie como personaje, sí fue una persona importante dentro del submundo Blinders, recibiéndolos en su caverna a pesar de las constantes peleas y destrozos.
Ocaso Blinders
Pese al gran poder y fama obtenida en los barrios bajos, las consecuencias sociales en cuanto a seguridad que trajo la Primera Guerra Mundial así como también la disminución de habitantes de los habituales terrenos de los Blinders, derivaron, recién terminada la Gran Guerra, sumado a la aparición de nuevos y más jóvenes pandilleros, entre ellos los Birmingham Boys, liderados por Billy Camber, quien en la serie es nada más y nada menos que el mismísimo Tommy Shelby, interpretado por Cillian Murphy.
Finalmente, la banda llegaría a su ocaso en 1930, cuando luego de décadas de peleas y encuentros, más la aparición del grupo criminal encabezado por Charles Sabini, terminaron por desintegrar a la banda que volcó tanto a la policía inglesa como irlandesa y que llamó la atención del propio Churchill.
Los Peaky Blinders son más que estilo en su forma de vestir, peleas, cigarrillos, cortes y peleas a muerte, donde la ley del más fuerte, la ley de la calle es la que termina ganando una posición para poder sobrevivir, sino que son el reflejo de abandono sistemático, de dejar a su suerte a comunidades enteras que, intentando obtener mejor réditos para su diario vivir, traspasan cualquier límite, incluso el de sus propias fronteras. L
Los Peaky Blinders puede que se hayan disuelto hace mucho, sin embargo su espíritu ronda por cada suburbio y por cada rincón de marginados.