En la construcción social del cine, muchas veces se piensa que los documentales son la manera más objetiva para retratar y analizar, desde lo macro hasta lo micro, cualquier contexto, ya sea social, familiar o personal, pero la verdad es que todo trabajo fílmico en realidad es subjetivo desde el nacimiento de la idea.
Esta aseveración no se basa en el conocimiento académico que muchas veces nos ciega en la comprensión y emoción que nos transmite el cine, sino que se cimenta por las series de documentales que uno ve, en donde, por muy realista que sea el relato, siempre hay atrás un discurso que nos dice en el oído: “es a él a quien tienes que odiar” o “mira esta hermosa flor, es hermosa, obsérvala“.
La construcción de los documentales tiene mucho más en común de lo que pensamos con el cine de ficción, pues la idea principal se construye a base de imágenes y relatos reales que van configurando tu discurso a través de la selección minuciosa en el montaje para satisfacer el fluir del relato.
Uno podría pensar “me siento engañado” cuando lo que se está contando va en contra del realismo conocido por uno o cuando uno se da cuenta de esta telaraña tejida por un documentalista que nos atrapa en sus hilos con su convincente historia, pero ¿qué hay de malo en ese engaño cuando nos revelan detalles interesantes que antes no conocíamos?.
Planteo esto porque desde el inicio de este documental producido por Netflix, “Al filo de la democracia”, nos vamos dando cuenta del enfoque ideológico que posee el filme y no por eso se ha de crucificar por su tendencia izquierdista del contexto político social que sufre Brasil. Adelantando mi perspectiva final, es completamente satisfactorio ver un documental tan denso que al menos nos permita mínimamente acercarnos a una realidad que no está lejos de afectarnos a nosotros como sociedad.
He allí el interés que surge en este documental, puesto que más de alguno ha de recordar toda la vorágine que aconteció hace un tiempo en Brasil con la investigación Lava Jato que afectó a los expresidentes Lula da Silva y Dilma Rousseff por las denuncias de corrupción asociadas a empresas como Petrobras y Odebrecht. Digo hace un tiempo, porque externamente uno no se percató de lo vertiginoso que fue toda esta seguidilla de sucesos, haciéndonos pensar que fue hace uno o dos años… pero no, esto no fue hace uno o dos años, sino que tal como lo plantea la película de manera cronológica, es algo que venía acercándose lentamente por diversas situaciones.
Si bien es difícil resumir 30 años de un país con tanta historia como cualquier otro en realidad (toda nación posee grandes historias, por muy chico o grande sea este), el filme nos entrega suficientes pistas que nos adelantan en el inicio cuáles serán los personajes y tópicos de los cuales se hablarán: La dictadura brasileña, Lula da Silva, Dilma Rousseff, Michel Temer, Jair Bolsonaro, Odebrecht, Petrobras, Impeachment, Partido de los Trabajadores, Partido de la Social Democracia Brasileña.
Todos son mencionados, ensalzados y enjuiciados en una cinta que nos cuenta la reciente debacle política de la nación más poderosa de Sudamérica y sus consecuencias. Aun así, la figura familiar posee un peso aún mayor al pensar en el trabajo personal que tuvo que realizar la directora Petra Costa, puesto que llega incluso un momento en que se plantea de qué lado estaría su familia en el juicio político que sufrió la primera y única presidenta de Brasil, ya sea en el bando de quienes pedirían su cabeza (toda su familia empresaria dueña de una empresa constructora) o de quienes defienden con su último aliento la “democracia” del país (sus padres quienes fueron torturados en la dictadura militar).
¿Sin embargo qué democracia se defiende? o, aún más compleja la pregunta, ¿qué es la democracia?.
Uno podría esperar que este largometraje nos diera la respuesta a algunas de estas preguntas, siendo que, de hecho, tiene como título “Al filo de la democracia“, mas tristemente no responde correctamente ninguna de las dos.
Puede resultar insatisfactorio esto, pero es que por mucho parafraseo dicho en la narración de la cineasta, ni la más sabia podría definir un concepto aceptado universalmente, por lo que el riesgo de al menos plantear el debate mental de qué definimos como democracia y cuáles son sus aristas, son un hecho a destacar en este documental brasileño.
Me quedo con la frase que dice una limpiadora del Palacio de gobierno brasileño, quien asevera que la democracia en realidad no existe, que ese derecho a voto no existe y que ojalá se pudiera limpiar la corrupción tal como ella limpia las alfombras de los escalones.
La voz de esta trabajadora es la más comprensible y sincera que se ve en el transcurso de la película, no obstante hay una serie de discursos y personajes que provocan que uno se retuerza en el suelo por la poca sensibilidad e ignorancia al hablar tan libremente de asesinar a gente, de permitir nuevamente la dictadura o de violentar figuras con una sonrisa en la cara, lo cual es un claro maniqueísmo de la cineasta, pero aún así intolerable.
A pesar de mostrar y dar voz al pueblo, el documental es mucho más interesante por mostrarnos desde dentro, con los mismos protagonistas en cámara, cómo van sufriendo las consecuencias del manejo político, gracias a imágenes sorprendentes tanto en el grado técnico como también en el contenido presente en los encuadres.
Resulta irrisorio cómo la votación de un juicio político pareciera más un partido de fútbol que un debate con fundamentos claros y bien argumentados, pero la verdad es que resulta triste la forma en que uno asocia este escenario, el contexto político, con lo vivido en nuestro país.
Uno piensa cuando ve estas noticias: “uf, menos mal que no estamos como los brasileños“, pero abramos los ojos, somos parte del mismo sistema igual que ellos, siendo manejados por titiriteros que cambian de nacionalidad pero que nos controlan de la misma manera.
No necesitamos que la serie de reflexiones establecidas en el documental nos hagan pensar sobre este contexto externo, pues en nuestro país tenemos suficientes casos de corrupción, de violencia, de injusticias, que por sí solos nos deberían hacer reflexionar y movilizarnos por todo lo sucedido en nuestro país. Y seguimos como si nada… viendo un documental en Netflix para luego levantarse a tomar once.