“Los Roses”, con Benedict Cumberbatch y Olivia Colman: Cuando el odio es más placentero que el amor

Esta nueva versión de la novela “La guerra de los Roses” de Warren Adler, promete sacar más de una carcajada con su humor ácido y directo, mientras contemplamos el inminente deterioro de un matrimonio que creía tener todo lo que necesitaba para ser felices. Ya está disponible en salas de cine en Chile y en La Máquina te contamos todo.

Theo (Benedict Cumberbatch) y Ivy (Olivia Colman) son una pareja de británicos que radica en la ciudad de Mendocino, Estados Unidos, donde han criado a sus dos hijos. Él es un exitoso y prometedor arquitecto y ella, una chef que tras muchos años priorizando la maternidad, vuelve a reinsertarse en el mundo laboral cuando su marido le compra su propio restaurante. Todo cambia entre ellos después que una tormenta azota al estado de California, siendo un fenómeno climático que derrumba la estabilidad profesional y emocional del señor Rose, al igual que uno de los edificios que construyó, mientras que su esposa empieza a triunfar en el medio gastronómico, transformándose en un ícono de la nueva cocina de la noche a la mañana.

Por más que Ivy y Theo simulen que expresan y dicen todo lo que sienten por el otro, el paso del tiempo enciende los celos más primitivos que poseen, haciendo que se den cuenta del desgaste de su relación. Divorciarse simbolizará una declaración de guerra, en donde la costosa y enorme casa que comparte el matrimonio, será el premio del que querrán apoderarse tanto Theo como Ivy, cueste lo que cueste.

Para muchos debió ser una sorpresa que en Hollywood se acordaran de esta historia, que fue todo un éxito comercial y de crítica en 1989, cuando fue adaptada por primera vez a la pantalla grande por Danny DeVito, que también estelarizó esta comedia negra, al lado de Kathleen Turner y Michael Douglas. En tiempos en que se está normalizando que las franquicias se extiendan más de lo razonable y se estrenen secuelas de películas que podrían afectar la reputación que estas tienen en el inconsciente colectivo, es natural mirar con desconfianza la idea del remake de una cinta que es recordada, mas no tan icónica.

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“Los Roses” es en realidad una versión bastante libre y actualizada de la historia original de Warren Adler, que adaptó Tony McNamara (“La Favorita”, “Cruella” y “Pobres Criaturas”) y que dirigió Jay Roach (“Austin Powers”, “La Familia de mi Novia” y “El Escándalo”). Se mantiene el apellido de los protagonistas, el tipo de núcleo familiar, el resentimiento acumulado entre la pareja, y la propiedad en la que viven sigue siendo el símbolo y bien material por el cual el divorcio matrimonial adquiere ribetes descarnados. Pero las bases de la idea de hace más de cuatro décadas no impiden que se pueda enriquecer al universo de los roles de Colman y Cumberbatch al expandirlo, sumar nuevos personajes, e incluir escenas y diálogos que tienen su razón para estar presentes, ya que casi nada de lo que dicen o hacen los protagonistas acaba siendo casual en esta historia.

Todo pareciera tener como objetivo definir, justificar y volver bilateral el creciente nivel de frustración entre Ivy y Theo, y que acaba empujando al clímax del filme. Pero en esta fortaleza también radica una debilidad en la cinta de Roach, ya que si terminamos de comparar a estos Roses con los primeros Roses, en la versión de finales de los 80 demora mucho menos en estallar la famosa “guerra” conyugal en contraste con los nuevos.

Es la primera película en la que coinciden Benedict Cumberbatch y Olivia Colman en sus respectivas carreras, y ambos artistas demuestran mucha química juntos, sobre todo al enunciar diálogos rápidos, mordaces, que en algunos casos parecen extensos, pero no por eso menos efectivos, como suele ocurrir dentro de las comedias inglesas. Del resto del elenco que participa en “Los Roses”, pese a tratarse de roles muy secundarios, hay que destacar el notable trabajo de Allison Janney y Kate McKinnon. Es una película entretenida e ideal para quienes gustan del tipo de humor, donde temas relacionados con la muerte, el fracaso, la sexualidad y las apariencias se presentan y desenvuelven de forma ágil y natural, y aunque haya un cierto abuso de las groserías, éstas solamente esconden la profundidad de las temáticas que se quieren insinuar o plantear en cada escena, donde puede ser perfectamente posible y real que una relación de pareja se mantenga unida por el desprecio mutuo, en vez de sentimientos nobles y románticos. Porque así como existen amores en silencio, también odios callados y extensos dentro de cada uno de nosotros.