Entro ansiosa a ver la serie de Amazon Prime que ha estado tan en boga hoy: “La Jauría“. No solo porque es una producción chilena, que siempre agrega un grado de expectativa mayor, sino porque me preocupan de antemano los posibles errores panfletarios asociados a hacer una serie feminista inspirada en el caso de ‘La Manada’ en nuestros tiempos.
El feminismo está “de moda” y eso ha traído enormes beneficios, como la consecuente visibilización de casos y la reflexión necesaria que debemos tener como sociedad acerca de cómo estructuramos el género en nuestras vidas. Pero el problema de que las luchas sociales se vuelvan moda, es precisamente esa falta de profundidad y reflexión que muchas veces conlleva el hacer algo de manera somera y rápida para un mayor impacto.
Al entrar a ver “La Jauría”, dirigida por la argentina Lucía Puenzo (Wakolda), lo anterior es mi mayor preocupación.
Me preocupa a causa de que solo con el trailer diviso que el caso de ‘La Manada’ se vuelve una organización elaborada que busca atacar directamente a las mujeres mediante un juego virtual que luego ve su práctica en la realidad. De entrada pienso que la potencia del caso real se dio precisamente porque no era un grupo terrorista preorganizado, sino un grupo de chicos “normales” (de normal no tienen nada), que se constituyó como un hecho aislado del cual luego surgieron comparativas en todo el mundo, demostrando así la existencia de un problema estructural más que un caso aislado.
Sin embargo, es cierto también que las series que hablan de estos temas son necesarias, por más errores que puedan tener.
Entro a ver este programa, protagonizado por Antonia Zegers, Daniela Vega, Mariana Di Girolamo, Paula Luchsinger, Alberto Guerra y María Gracia Omegna, con todo esto en mente, pero con la emoción de estar ante una producción chilena que sé que va a ser importante y que va a marcar un antes y un después en cómo elaboramos producciones audiovisuales seriales en el país.
Antes de partir…
Existe el pequeño prejuicio en nuestro país de que toda producción nacional debería ser necesariamente buena. Es mal visto criticar algo interno… aun cuando no tenemos pelos en la lengua para criticar lo extranjero. Siempre es fácil dar una opinión libre sobre producciones que están alejadas, en donde uno no conoce a nadie involucrado. No obstante, cuando son producciones nacionales, pasa algo diferente.
Es el trabajo de compañeros del rubro el que se evalúa en detalle y muchas veces uno matiza los comentarios por miedo a dar una opinión negativa. El rubro audiovisual en Chile está creciendo y, en ocasiones, la intención asociada a eso es que no se puede tocar por miedo a que se destruya ese mismo crecimiento. Pero la verdad es que sin caer en el error es imposible mejorar. Y mientras más producciones se desarrollen, mejores propuestas van a ir saliendo a la luz. Antes de degustar una serie perfecta es necesario hacer un número de producciones no tan perfectas…
Con todo esto dicho, entro a analizar “La Jauría” de manera honesta, sin tapujos, como analizaría cualquier otra producción internacional, sin embargo con el cariño que le tengo a cualquier producto audiovisual y a la gente que trabaja en ella.
Creo que nunca he hecho una crítica lapidaria y esta no va a ser la primera, porque siempre hay algo bueno en absolutamente todo lo que se produce y se genera.
Capítulo 1: Popurrí de primeros lineamientos
La serie parte rápido… más rápido de lo que me gustaría.
Las conclusiones se toman de manera apresurada y quedan enunciadas. El rol interpretado por Antonia Zegers solo viendo un polerón ya sabe todo lo que le pasó a la víctima y solo viendo un video en blanco y negro es capaz de identificar su edad y que la capucha que usa (de la cual no se ve absolutamente nada) es de un colegio en específico que está en toma. De entrada se comienza a tensionar el límite de verosimilitud que puede tener la serie y eso puede llegar a ser un problema.
La historia del profesor me atrapa porque es inteligente. Una trama de abuso compleja, en donde los límites se difuminan con la argumentación de cada personaje, pero que, en términos de culpabilidad, queda claro a ojos del espectador. Es inteligente porque saca a colación el sinfín de funas y acusaciones que han habido en redes sociales, pero pone de manifiesto la importancia de escuchar a las víctimas, de no negarlas. Los primeros planos dicen todo de manera extremadamente sutil. Vemos abuso por primera vez sin la necesidad de mostrar una violación en pantalla y lo impactante es que no por eso llega a ser menos violento.
En la primera parte del capítulo de “La Jauría” veo condensada las dinámicas sociales del último tiempo (tanto de Chile como del mundo entero). Las funas, el abuso, la clase política representada por esos apoderados pidiendo la vuelta a clases, la autoridad negando la existencia de los jóvenes y sus problemas y la dualidad existente en el portavoz de la verdad. La serie no pone en duda la inocencia de Ossandón, pero nos muestra la duda de los que lo rodean.
Las actuaciones se instalan de a poco, pero de manera rotunda. Me quedo con la escena de la biblioteca entre Mariana Di Girolamo y Paula Luchsinger, con Antonia Zegers, Amparo Noguera y Marcelo Alonso. El desfile de actores chilenos se nota que va a ser interminable.
Me queda en el aire la escena de la fiesta, en donde el hijo de Olivia (Antonia Zegers) eyacula prematuramente luego de que una chica lo besara. Es una escena interesante, pero que sucede demasiado rápido y que, por ende, no se instala. La reflexión de la masculinidad preadolescente, la fragilidad y vergüenza de esos cambios corporales imposibles de controlar me interesa, no obstante, reitero, la escena pecó de excesiva precisión para ser totalmente influyente en la trama.
La interfaz del juego me suena a los 90’. De todas maneras, dudo que hackers profesionales diseñen un juego con esa interfaz en esta fecha. El mundo hacker se parece bastante al universo de la serie “Mr.Robot”, pero los colores y el tipo de fuente que seleccionan me recuerda más a la estética Matrix.
Espero, solo espero, que la trama siga más la historia del profesor y no tanto la organización terrorista interfaz noventera… mi intuición me dice que probablemente va a ser todo lo contrario.
Capítulo 2: ‘La Manada’ y la responsabilidad de la víctima
Más allá del tema de apertura de la cantante chilena Ana Tijoux, hace falta una banda sonora más contundente. El segundo capítulo va acompañado de una música ambiental tensa y constante, que queda como adorno de la historia. Es difícil establecer cómo opera o debería operar una banda sonora, sin embargo una de sus características básicas es que la pieza tenga desarrollo más allá de las imágenes que acompaña, que exista por sí sola como obra. Al menos en este capítulo, la música parece ser solo un acompañante a cada una de las escenas, aun cuando no logra construir en conjunto con ellas ni potenciarlas realmente.
El segundo capítulo parece confirmar mis sospechas anteriores y la trama pareciera ir más por la temática “Mr. Robot” que ahondar en la historia del abuso de Ossandón (a mi pesar).
Al final del capítulo se retoma el caso de ‘La Manada’. La serie juega con el factor de la víctima enfiestada, facilitando así el famoso argumento de responsabilización de la mujer en lo ocurrido (uno de los factores mas polémicos del caso original). La serie es inteligente en esos aspectos, ya que evita el cliché e introduce puntos de reflexión más interesantes. No es la víctima que estaba en su casa y a la cual secuestraron a la fuerza. Es la adolescente que salió con su pareja a festejar, que decidió tomar alcohol con mas hombres y que luego fue violada grupalmente sin justificación alguna. Es bajo ese contexto que el espectador se ve obligado a reflexionar.
Me pregunto también hasta qué punto se vuelve reivinidicativo mostrar violaciones explícitas en este tipo de producciones. ¿Cumple realmente la función de horrorizar más al espectador? ¿O se vuelve una herramienta morbosa que en lugar de aportar resta, sobre todo desde el punto de vista de la víctima? Volvemos al punto de que siempre es la mujer la que más se ve expuesta y vulnerada en este tipo de escenas. Son interrogantes que se asoman y que difícilmente tienen respuesta a falta de referentes que trabajen este tipo de temáticas de manera contraria.
La representación de abuso que se manifiesta con Ossandón hay una clave. No es el típico abuso que trabajan este tipo de producciones. Es más sutil y, por ende, más problemático y reflexivo a ojos del espectador. Necesita, necesariamente, de una reflexión para poder comprenderse y eso hace que sea particular y se aleje de lo panfletario.
Capítulo 3: Padre Joannon
Definitivamente la historia de Ossandón queda en nada… se suicida… se acabó esa línea argumental.
La serie parece construirse a base de diferentes hechos reales sueltos y dispares entre sí. Ahora viene a colación el padre Joannon, cura que se robaba guaguas del hospital y se la daba a las familias pijas del país. Guaguas que venían de menores de edad cuyos padres no querían abortar pero tampoco responsabilizar a sus hijas con la crianza de un hijo. Belmar personifica las corrupciones internas de la Iglesia en un Chile que pasó muchísimos años glorificándola.
Me da la sensación de que le están encontrando pareja a todos los personajes femeninos…
Capítulo 4: Referentes internacionales y polémicas en el mundo real
Me supera la decisión estética del mundo hacker.
Es en esa línea que la serie comienza a perder verosimilitud, por el simple hecho de cómo se retrata ese mundo. Gran parte de los referentes visuales a los que alude la serie son extranjeros. Películas y series como “Mr.Robot”, “Matrix” y “V de Vendetta” responden a cánones culturales diferentes al nuestro, por lo que siempre me queda ajeno cuando la representación nacional hace uso de esos referentes que se alejan de nuestra realidad como país latinoamericano.
Miro este capítulo con toda la controversia que ha suscitado el programa. Comentarios que apuntan a que uno de los actores de ‘La Jauría’ está acusado por abuso sexual o personas que reflexionan en torno a la representación de víctimas del mundo ABC1. Rondan preguntas interesantes en torno a la decisiones de trama y personajes que lleva la serie. ¿No sería más llamativo y contingente elaborar una producción que reflexione en torno a las fallas de nuestro sistema judicial? ¿A la injusticia con la que se trata a las víctimas dependiendo de su sector social?
Producciones como “When they see us” brillan porque toman esos focos como punto de atención. Poniendo sobre la mesa la importancia de los hechos reales como parte de nuestra realidad.
Vuelvo al hecho de que la ficcionalización radical del caso de ‘La Manada’ por medio de este juego lo hace parecer más irreal, menos probable, más alejado de esos hechos cotidianos que alumbran nuestras noticias todos los días. Y si “La Jauría” fuera una producción que meramente busca entretener estaría perfecto, pero es una historia que busca generar reflexión. Finalmente, hay una serie de decisiones que apuntan a esa búsqueda:
Toma el caso de la manada como inspiración por algo.
Elabora un casting y un elenco predominantemente femenino por algo.
Elijen a una directora por algo.
Capítulo 5: Pasan muchas cosas y la gente tiene pistolas
La historia se comienza a perder por la rapidez y la cantidad de líneas argumentativas que se van sucediendo. Es lógico que ocurra, máxime si la longitud de la serie está limitada a 8 capítulos. Al intentar introducir tanta información, muchas escenas no se logran profundizar, debido a que necesariamente requieren de más tiempo para hacerlo.
En este episodio vuelve a aparecer mi dilema con los referentes internacionales, porque, al menos en mi propia realidad, no sabría el primer paso para conseguir una pistola. Me falta una secuencia que me explique cómo Celeste obtiene el arma, de dónde la saca, a quién le habla, dónde la compra. La posesión de armas es algo que quedó en la generación de nuestros abuelos, pero que en el mundo cotidiano es completamente ajeno, en especial si uno no tiene familiares que pertenezcan a alguna institución que faciliten ese acceso.
Para muchos será algo circunstancial que no es relevante. Pero una de las bases para que una producción funcione y tenga el impacto que busca es la verosimilitud que logra en su coherencia narrativa. El vínculo con el espectador se sustenta en ese pacto, en donde las leyes internas de coherencia se respetan en el universo creado por el director. Así como es factible que existan naves espaciales en un universo como ‘Star Wars’, uno crea un parámetro de expectativas en una serie que nos presenta como marco a Chile.
Capítulo 6: Las reglas del juego
El juego está diseñado de manera confusa.
En el primer grupo de hombres el modus operandi era entre todos elegir una víctima y marcarla, sin embargo en el segundo grupo (el de Gonzalo), cada uno debía marcar a su propia víctima. Son claves que la serie pasa por encima, dando a entender que no es un juego masivo y establecido de manera genérica para todos y que en cambio funciona de manera particular con cada grupo.
Sin embargo, cuando Celeste jugaba, tuvo que marcar a su víctima antes de conocer al resto del grupo que conformaría su jauría (hechos opuestos al caso de Gonzalo en donde conoció a su jauría antes de tener que marcar a su víctima), por congruencia una vez más los pasos se intercalan y cambian de lugar en función de cada situación.
El NN que encuentra Elisa Murillo da a entender que el modus operandi es siempre el mismo y que es el mismo destino que va a sufrir Blanca. Pero luego nos damos cuenta de que sucede algo diferente con cada una de las víctimas, que la manera de accionar con cada una de ellas es también radicalmente distinta en cada caso.
Queda claro que no es un juego estandarizado, como lo dan a entender en un comienzo en “La Jauría“.
Me interesa la dinámica que se genera entre Olivia y Gonzalo, que de cierta manera reflexiona en torno a la maternidad y a la imposibilidad de cargar con lo que pueda llegar a hacer un hijo. Me recuerda a la película “Tenemos que hablar sobre Kevin”, en la cual desde una perspectiva más extrema se reflexiona acerca de la responsabilidad de la crianza, el desarrollo de otro ser humano y la culpa que muchas veces se le atribuye a la figura materna cuando algo sale mal. Algo de eso hay en esta relación, pese a ello no logra profundizarse lo suficiente como para que se genere la reflexión de manera contundente.
Capítulo 7: Un Chile que no es Chile
Vuelve el Chile que no es Chile. Al menos en mi experiencia, a menos que uno sea de región, nadie se va a vivir solo al entrar en la Universidad. Una experiencia usualmente norteamericana o europea se incorpora a un país latino que no responde a esa realidad.
La verdad es que pocos trabajos juveniles que se puedan mantener mientras uno estudia permiten pagar un arriendo en Santiago de Chile. Incluso, pocos trabajos de recién egresado lo permiten, por lo que pensar en una niña de 18 años recién salida del colegio que va a entrar a la universidad viviendo sola en un departamento, es un poco (mucho) alejado a la realidad de nuestro país.
Siento que son dos series en una. La del comienzo, con el abuso de Ossandón, la toma, las denuncias. Y la segunda la del juego de La Jauría. Personalmente, prefiero la primera.
Capítulo 8: Un final feliz
Quedan los lineamientos para una segunda temporada. Eso está más que claro.
El final es coherente, pero no extremadamente sorpresivo. El desenlace es relativamente simple en el sentido de que encuentran al culpable de manera rápida y el conflicto clímax se resuelve sin que ninguno de los personajes principales corra un riesgo muy significativo.
“La Jauría” establece un lineamiento para una nueva manera de hacer series en Chile. Es la primera producción que decide atacar la contingencia feminista actual de manera directa y, en ese sentido, es un tremendo precedente.
Ahora, es una producción que peca de todos los aspectos negativos que se pueden encontrar en este tipo de tramas que buscan la masividad con temáticas sociales y políticas. Es panfletaria y superficial en muchos de sus tratamientos. Pero son, finalmente, tratamientos necesarios.
Conclusiones
“La Jauría” es una serie necesaria con muchos peros, sin embargo finalmente necesaria.
Me habría gustado mayor profundidad en muchas escenas que fueron desaprovechadas, no obstante la visión está. La visión de otorgarle importancia a ese periodo de desarrollo de la adolescencia, a las contradicciones que existen en los jóvenes y en todo ser humano. A la complejidad detrás de una relación abusiva y al funcionamiento de la manipulación en los vínculos humanos. La serie da cuenta de todas estas subtemáticas y las antepone de manera inteligente (como el caso de abuso de Ossandón), de la mano de actuaciones contundentes que se instalan desde un comienzo.
En donde creo que falla es en la idea del juego, de ficcionalizar extremadamente un caso real que ya de por sí sentaba las bases necesarias de discusión y reflexión. Pero este es siempre el riesgo al hacer una producción de ficción, al decidir desarrollar una historia con personajes para hablar de un tema y/o un caso en particular.
“La Jauría” intenta abarcar demasiado, provocando que varias de las historias y temas que son tremendamente relevantes por sí solas queden relegadas a un segundo plano y a medio terminar. La representación de abuso que hace con Ossandon es magistral, pero en lugar de seguir esa línea y profundizar en ella la termina rápida y abruptamente en el tercer capítulo.
Pareciera ser que, por miedo a aburrir al espectador, deciden bombardear por diferentes frentes con líneas argumentales tremendamente complejas que difícilmente pueden resolverse eficientemente en dos capítulos. Y eso genera que el desenlace de la serie sea satisfactorio, mas no deslumbrante, algo que finalmente resume la serie:
Una tremenda serie para streaming, con bastantes imperfecciones.
Es un primer paso para nuevas producciones en el país y es por eso que es necesaria de ver. Tiene aciertos que son tremendos y esperemos que siga desarrollándose y no repita exactamente la misma fórmula en una segunda temporada.
Esperemos que ahonde en todos esos puntos positivos y no replique un tratamiento superficial de situaciones que dan muchísimo más en términos audiovisuales.
Esperemos, que “La Jauría” no sea “La casa de papel” de nuestro país.