Crítica de “La Ola”: Un oleaje lleno de atrevimiento y belleza visual, pero con una narrativa que roza lo superficial

La Ola es polémica, extrema y divisiva. Con un lenguaje musical único en su especie, contradicciones constantes, pero con una fotografía impecable. En La Máquina te contamos más.

Hace algunos días, y gracias a Fábula, pudimos asistir a un visionado especial de la cinta chilena La Ola, película musical inspirada libremente en las tomas feministas y universitarias del año 2018. La cinta está dirigida por Sebastián Lelio, ganador del Óscar por Una mujer fantástica, y fue presentada en el Festival de Cannes.

La cinta se estrena en salas nacionales el jueves 28 de agosto.

La trama sigue a Julia, una estudiante de música que se une a la toma feminista en su universidad y que, de forma repentina, se ve convertida en la líder de este movimiento, tras comenzar a recordar un encuentro con el ayudante de la profesora de su carrera, en el que asegura haber sido violentada sexualmente.

NOTA DE AUTORA: Primero, algo que debo explicitar: soy mujer y escribiré una reseña lo más objetiva posible, dejando de lado la mala primera impresión, en la que la cinta se sintió vacía, extremista y hasta ofensiva. Sin embargo, si la vemos como una película más, cumple su objetivo de provocar y generar conversación. Pero cuidado: cuando ese es el único motor de tu creación, pareciera que todo está permitido. Y no, no es tan así.

UNA CINEMATOGRAFÍA MARAVILLOSA

Sebastián Lelio no necesita mayor presentación: es uno de los mejores cineastas chilenos y ganador del único Óscar en la categoría de Mejor Película Extranjera. Aquí hace gala de su talento y de su exquisito ojo para el montaje. Con planos brillantes, convierte a Santiago en una ciudad casi poética.

La paleta de colores integra el vestuario con el entorno, mostrando un Metro de Santiago apoteósico y cortes de edición precisos. Símbolos como el chicle aparecen recurrentemente, sugiriendo que algo está a punto de estallar, que lo que estaba dormido ya ha despertado. Es un recurso muy bien logrado. La ciudad se transforma en un hermoso caos.

Pero el guion… ahí la historia cambia. Esta es una producción de Fábula, la productora más importante de la industria audiovisual chilena, que a menudo ha sido criticada por “apropiarse de ciertos discursos y darles una mirada elitista y alejada de la realidad”. Y volvió a suceder. El guion, escrito por el propio Lelio junto a tres mujeres —Manuela Infante, aclamada directora y guionista teatral; Josefina Fernández, guionista de teleseries; y Paloma Salas, comediante, actriz y guionista— es lineal y superficial.

Sebastián Lelio y su película “La Ola”: “Trata de cómo el poder hace suyas las causas y las neutraliza” « Diario y Radio Universidad Chile

La narración muestra a Julia en una fiesta, luego yéndose con un hombre a su departamento, para después verla ya en clases. Entonces comienza la música, la agitación, las acusaciones y la toma universitaria. Julia une cabos y asume que fue abusada. Llega la sentencia y… fin. El escrito superficial y roza el meme de redes sociales, con diálogos repetitivos como “SORORIDAD COMPAÑERAS” o “ESTAMOS DECONSTRUIDOS”, escenas como la coreografía de uniformados bailando y símbolos excesivamente obvios como la unión entre el padre y el patriarcado ancestral. Quizás la idea era justamente esa.

El guion presenta a los hombres como villanos por ser hombres y a las mujeres como víctimas y heroínas, aunque muestra algunos matices, como la fractura interna del grupo femenino ante diferencias en la comunicación con la prensa o un momento meta en el que el director se expone y justifica ser “un hombre dirigiendo una cinta feminista”.

Aquí el discurso empieza a tambalear. El género musical se presenta extremista, caricaturesco y carente de profundidad en sus personajes. Incluso en Wicked encontramos drama real y momentos emotivos, pero aquí todo es caos, explosión y rabia. Esto no es negativo en sí, pues es el tono de la propuesta, pero sí lo es que ningún personaje tenga verdadera profundidad.

Respecto a la elección del formato musical, el propio Lelio explicó en una entrevista a Radio Universidad de Chile: “Recuerdo que vi en el kiosko una foto de las estudiantes con sus máscaras y pensé: CHILE ROCKS”. Añadió: “Al principio lo justificaba por mi propio interés en hacer musicales y en lo rupturista de la idea, pero luego lo entendí en el hacer: hay una relación entre la protesta, el cambio, el cuerpo y el canto. Cuando los anhelos son tan grandes, las palabras sobran, entonces estallan en expresión”. 

Aunque hubo meses de investigación —Infante es profesora universitaria y Salas hace stand-up comedy en universidades—, todo se resquebraja porque el discurso no se refleja en pantalla. Termina siendo un ejercicio de provocación: hacer un musical en un país sin tradición en el género y en un continente que lo desconoce en gran medida. Pero ser el primero no significa hacerlo bien, pese a ser un buen primer paso. A pesar de la investigación, se evidencia una profunda desconexión con el tema, reduciendo lo ocurrido en 2018 a un espectáculo.

SÁTIRA Y UN TIMING QUE NO FUE PERFECTO EN LA OLA

La cinta es provocadora, extremista y caricaturesca y se ha promocionado como “un musical feminista”. Sin embargo, en entrevista con The Clinic, Lelio afirmó que “hay que verla como un juego. El espectador que entre viéndola de forma seria, quizás no va a enganchar tanto”. Confieso que tal vez debí leer esas palabras antes de verla.

Las declaraciones suenan a un parche antes de la herida, un intento de justificar lo injustificable. La cinta no está concebida como sátira, pues su propio director afirma: “el corazón de esta película está con las mujeres”, y aborda temas graves… pero sin la profundidad necesaria.

Cae en un cliché evidente: todas las estudiantes que participan en la toma son de carreras artísticas —artes, música, teatro—, cuando el movimiento feminista se supone inclusivo. No hay, por ejemplo, médicas, abogadas o arquitectas.

El metraje se divide en tres actos: los dos primeros son superficiales, pero el tercero es más sólido. Aquí vemos una realidad cruda de la sociedad chilena: la víctima carga con el peso del abuso durante años, es juzgada y marginada por sus pares, mientras el abusador sigue libre. Si el tono se hubiera mantenido así desde el inicio, otro habría sido el resultado.

Lo más debatido es su timing. Llega tarde, en un momento en que el apoyo al feminismo está en su punto más bajo, acusado por ciertos sectores de ser extremista o ridículo. Palabras como “COMPAÑERE”, “SECA AMIGA” o “MARCHA SEPARATISTA” se usan para ridiculizarlo. Paradójicamente, este contexto podría haber favorecido a la película como una bofetada al público para reflexionar, pero solo terminó confirmando la caricatura y la burla que circula en redes.

La ola' de Sebastián Lelio: un musical feminista en Cannes - Crónica Cultural

ACTUACIONES A TONO

Tenemos que aplaudir el casting. Porque si bien hay caras conocidas, apreciamos que se le haya dado una oportunidad a una nueva camada de actores y actrices jóvenes, con mucho talento y potencial.

Primero hablemos de Daniela López, la protagonista innata. Personifica a Julia, una introvertida estudiante de música que se ve involucrada en el centro de la manifestación, cuando asume su propio abuso. Daniela nos brinda una Julia fuerte, llena de capas, temblorosa, dubitativa, pero luego segura. Para al finalizar verla con una sensación de fracaso pero siempre con dignidad. Maravillosa.

No obstante, todos los demás personajes en La Ola carecen de cierta profundidad y caen en lo general. Tenemos a su fiel grupo de amigas que siempre la apoyarán, la fiel y bonita muestra de sororidad. También tenemos a un trío de mujeres que sólo piensa en la resiliencia y lograr la paz en conjunto. También vemos a los hombres “aliades” que quieren estar sí o sí con las chicas y no entienden por qué son apartados. Y así podría sumar y seguir.

LA OLA EN PALABRAS SIMPLES…

La Ola es polémica, extrema y divisiva. Con un lenguaje musical caricaturesco, contradicciones constantes y, sin embargo, una fotografía impecable, busca desafiar e incomodar. Pero sus discursos se distorsionan y su narrativa se diluye. Esta ola no logra mojar del todo… ni siquiera humedecer.

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