Crítica de “La misteriosa mirada del flamenco”: La ópera prima que hizo volar al cine chileno a lo más alto

Gracias a FICValdivia, asistimos a la Premiere Nacional de La misteriosa mirada del flamenco, ópera prima de Diego Céspedes y representante de Chile en los Premios Óscar y Goya. La cinta nos sumerge en la vida de una familia queer en el norte de Chile durante la década de los 80, un contexto donde la discriminación y el miedo son parte del día a día.

Esta familia vive aislada, señalada injustamente como la responsable de haber traído una peste al pueblo minero. En medio de ese entorno hostil, Lidia, la niña de la familia, sufre acoso constante por parte de sus compañeros. Su madre —apodada Flamenco— y el resto de su familia salen siempre en su defensa, alimentando así una red de afectos y resistencia.

A partir de ese conflicto, Lidia comienza a cuestionar la naturaleza de la peste y a preguntarse si realmente puede transmitirse a través de la mirada. Todo cambia con una muerte inesperada que desata una espiral de discriminación, venganza y dolor, obligando a la familia a enfrentar una nueva y dura realidad.

La película es, sin duda, una de las obras más sensibles y honestas del cine chileno contemporáneo. Con una profunda reflexión sobre la identidad, el amor y la exclusión, La misteriosa mirada del flamenco se consolida como una de las grandes cintas chilenas de los últimos años. Preciosa, potente y necesaria.

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UNA MARAVILLOSA CINEMATOGRAFÍA

Diego Céspedes entra pisando fuerte en el panteón de los cineastas chilenos contemporáneos. Ya no hablamos de una promesa, sino de un nombre con voz y estilo propios. Su ópera prima, ganadora del premio Un Certain Regard del Festival de Cannes, también premiada en el Festival de Cine de San Sebastián y seleccionada para representar a Chile en las premiaciones más importantes del mundo, es una auténtica maravilla visual.

Gran parte de esa belleza se debe a su dirección precisa y a la notable fotografía de su directora de fotografía. Céspedes nos transporta al norte de Chile en los años 80, donde cada plano parece sacado de un western poético y árido, de esos que rara vez vemos en el cine nacional. Su técnica de dirección logra sumergirnos en el pasado con una naturalidad asombrosa, mientras la fotografía resalta los tonos tierra, la sequedad del desierto y la vulnerabilidad de sus personajes.

Planos generales que nos muestran la inmensidad del paisaje, primeros planos que revelan la sensibilidad y el dolor, y una cámara en mano que transmite la esperanza y el temblor emocional. Todo se conjuga para crear una experiencia cinematográfica visualmente hipnótica. Bellísimo.

La misteriosa mirada del flamenco
Póster de “La misteriosa mirada del flamenco”

UN GUIÓN ÍNTIMO Y CONTENIDO

El guion, también escrito por Céspedes, está impregnado de elementos personales y familiares. Según sus propias palabras, muchos personajes y vínculos nacen de sus propias experiencias y lazos afectivos. El relato combina realismo y tintes de fantasía, construyendo una historia donde la discriminación, el amor y la resistencia se entrelazan con gran sensibilidad.

El texto se siente como una pieza llena de esperanza y contención emocional, y aunque por momentos decae en ritmo, el final deja al espectador sin aliento. Aplausos para Céspedes por mantener el lenguaje chileno sin adaptarlo al público extranjero, reivindicando así la identidad y la oralidad local.

La familia queer que protagoniza la historia es entrañable y profundamente humana; el espectador empatiza rápidamente con su vulnerabilidad y fortaleza. Es un guion sensible, bello y honesto, que no busca moralizar ni victimizar, sino mostrar la ignorancia de una época desde una perspectiva compasiva y realista. Maravilloso.

La misteriosa mirada del flamenco
La misteriosa mirada del flamenco

ACTUACIONES BRILLANTES

Matías Catalán, en el papel de Flamenco, realiza una interpretación profundamente conmovedora. Su actuación transmite toda la sensibilidad y contradicción del personaje, logrando que empaticemos con él desde el primer momento. En su rol de madre y cuidadora de Lidia, Flamenco encarna la fortaleza silenciosa y el amor incondicional, incluso mientras convive con la “peste” y la mirada ajena. El amor, en su caso, es a la vez redención y condena. Un trabajo soberbio.

Por su parte, Tamara Cortés, quien interpreta a Lidia, se roba la pantalla. No es la típica niña que solo representa inocencia; su personaje irradia determinación, empatía y una madurez emocional impresionante. En las escenas más duras, Cortés logra sostener una tensión emocional natural y poderosa. Una actriz con muchísimo futuro.

El antagonista, Pedro Muñoz, da vida a Yovani, un hombre violento, reprimido y atormentado por sus propios deseos. Su interpretación es visceral y calculada, construyendo uno de los villanos más memorables del cine chileno reciente. Su complejidad radica en que no es puramente malvado, sino un producto de su entorno y sus frustraciones.

Paula Dinamarca y Tato Dubó conforman una dupla entrañable. Sus personajes, Mama Boa y su eterno enamorado, encarnan el amor libre de prejuicios y aportan momentos de ternura y humanidad al relato. También destacan Claudia Cabezas y las actrices que interpretan a las chicas de la cantina, quienes junto a Flamenco y Lidia conforman una familia simbólica dentro de la adversidad. En contraste, los mineros del pueblo representan la ignorancia colectiva, una metáfora potente sobre el miedo a lo diferente. Un reparto coral impecable.

LA MISTERIOSA MIRADA DEL FLAMENCO EN PALABRAS SIMPLES…

La misteriosa mirada del flamenco es, sin lugar a dudas, la mejor película chilena del año. Con una sensibilidad a flor de piel, sin prejuicios y desde la resistencia y la contención emocional, la cinta nos enseña que el amor y la familia —en todas sus formas— son espacios de refugio y dignidad.

Porque, al final, somos familia, y la familia —biológica o elegida— siempre estará ahí, en las buenas y en las malas. Una obra hermosa, valiente y profundamente humana.