Comic-Con. Un evento nacido en San Diego, Estados Unidos, en el cual se han presentado, durante sus muchas versiones, distintos artistas de historietas, adelantos de series, películas e incluso videojuegos.
La San Diego Comic-Con se ha vuelto un acontecimiento tan legendario para la cultura Geek (e incluso sobrepasado la misma, abriendo puertas a todo tipo de individuos y objetivos), que, al realizarse sus versiones homónimas en distintas partes del mundo, es imposible no comparar cualquier imitación a la original.
Si entramos en las comparaciones, se pueden hallar varias versiones de la convención del cómic que son respetadas por el mundo, como lo son, por ejemplo, la de Brasil y La Mole (México). Pero en nuestro caso, en el último rincón del mundo, la Comic-Con no ha parado en su aparente misión de decepcionar a la mayor cantidad posible de seguidores anualmente. Como si de una competencia se tratase, cada año, la convención chilena, logra perder asistentes y, a su vez, ganar nuevos detractores. Siempre imponiendo nuevos récords.
Desde la dificultad para llegar al recinto, hasta la reutilización de recreaciones a escala real de personajes de películas de hace varios años en el pasado (como es el caso del siempre presente Iron Man con el Mark 42, traje que fue visto en la tercera película del superhéroe que, sorpresa, sorpresa, se estrenó el año 2013), la convención siempre deja mucho de qué hablar, negativamente por supuesto, y este año no fue la excepción.
Para la entrega 2019, nos encontramos con el primer gran regalo, que, por lo demás, es primera vez visto en las versiones de Cómic Con: Estacionamientos pagados de $3.000 pesos chilenos por día, que, al más puro estilo de CC Chile; para variar, no fue informado de forma correcta por la organización del evento, por lo que si algún asistente no hubiese tenido dinero suficiente consigo, no habría podido disfrutar de un estacionamiento seguro, cercano y vigilado por Carabineros.
De más está hablar sobre la innovación nula con los muñecos inflables a las afueras del edificio principal que, por otro año más, son los personajes del show ya finalizado de Cartoon Network, “Hora de Aventura“, con Finn, el Humano y Jake, el Perro.
Pero ¿cuáles son los detalles que hicieron tan deplorable la organización de este año?
Para contextualizar, el evento de este año fue realizado desde el viernes 7 hasta el domingo 9 del presente mes en Espacio Riesco, ubicado en Av. El Salto #5000, Huechuraba, Santiago, al igual que se ha estado realizando por los últimos 6 años.
Entre los invitados que se presentaron a la octava edición de la convención, se encuentra el joven actor protagonista de Stranger Things, Noah Schnapp, junto al actor de doblaje, Mario Castañeda. Uno de los platos fuertes dentro del mundo del cómic chileno fue la presentación de Los Guardianes del Sur y su nueva historieta: “Janequeo“.
Si bien vamos a entrar a criticar duramente a Comic Con Chile, se debe destacar que este año no ocurrió algo como el papelón presenciado el año pasado con la “presentación” de la actriz y cantante mexicana Karol Sevilla, que tardó mucho tiempo en subir al escenario a compartir con los asistentes.
Sin nada más que agregar, iniciemos con este análisis del evento en decadencia de esta década: Cómic Con Chile.
Mundo Cosplay
Visión de Benjamín Vásquez, periodista de cine y videojuegos (y cuando la ocasión lo merita, cosplayer).
Como alguien que puede ser considerado en mayor o menor medida un cosplayer, para mí, no solo como periodista, sino también como asistente al evento, este punto es algo transversal a lo que es, por esencia, una Comic Con.
El “Cosplay“, o como muchas personas ajenas a este mundo lo llaman: “Disfrazarse”, consiste en traer a la vida a un personaje de forma tanto física como psicológica, representando actitudes y talentos asociados al personaje, durante una presentación, sin salir del personaje.
Este año se presenció una gran ausencia de cosplayers asistentes a la convención. No es que no hubiesen, pero era una cantidad lejana a lo que ha sido en otras ocasiones.
Hubo cosplayers oficiales dentro del evento, como DaedalCosplay, FabibiWorldCosplay o la dupla Fjer & Thyme, quienes, sin duda, tienen mucho talento como cosplayers y cosmakers y cuentan con el talento y dedicación de muchos otros de estos últimos. No obstante, según varios asistentes, no fueron suficientes, aún con el renombre y talento de los artistas del cosplay presentes este año.
Esta sensación de “pocos cosplayers” se presenció por parte de la gente que iba sin trajes, ya que para tomarse fotos con los oficiales debían esperar para tener su turno y, para los amateur, era tarea de una o dos horas dando vueltas por el recinto para conseguir una foto con cada personaje.
Como alguien que estuvo usando un traje de Spider-Man durante la nueva edición 2019 de Comic Con, pude obtener el punto de vista del cosplayer, ya que al usar un traje (sin importar la calidad), te fijas en los asistentes sin caracterización por los pedidos que te hacen para tomarse fotos contigo más que en la cantidad de cosplayers que hay a tu lado, aun cuando uno mismo pida “selfies” con ellos y esté en constante contacto con cada uno.
En años predecesores, era común encontrarse cada cinco pasos con un cosplayer nuevo, sin embargo este año era sencillo empezar a repetir caras si permanecías en el evento por más de 3 horas. Este efecto de “pocos cosplayers” puede considerarse una consecuencia (que puede ir en aumento) del desprestigio generado con cada nueva edición de Comic Con Chile.
Mundo Cómic
Vision de Felipe Gutiérrez Cortés, periodista de cómics y videojuegos (Moon Knight para los amigos).
Actualmente, tengo 19 años y creo que mentiría si dijese que no he pasado más de la mitad de mi vida con un cómic en la mano. El noveno arte me formó como la persona que soy y cuando tuve la edad suficiente fui a mi primera Comic-Con con mis amigos. Era 2014 y la más grande atracción que ofrecía el evento era Christopher Lloyd, conocido por ser “El Doc” en Back To The Future o como el hombre que culpó a Roger Rabbit.
El evento cumplió las expectativas que tenía como joven de 14 años y llegué contento a mi casa con los recuerdos de recorrer Estación Mapocho viendo cómics, las fotos con cosplayers y el botín de historietas que rescaté en mi jornada. Creía que con el paso de los años todo iba a ser mejor, invitados de renombre, novedades en películas y cómics, escritores e ilustradores de fama mundial… Y jamás había estado tan equivocado.
Después de viajar por cerca de una hora por fin me vi en Espacio Riesco, o al menos en la calle que lleva al recinto. Abarrotada hasta donde llegaba la vista por la pobre organización del estacionamiento. Poca fue mi sorpresa al ver los (ya moribundos) inflables de Adventure Time, serie que terminó el año pasado y no tenía “mono que pintar” en la convención.
Tras pasar el laberinto de vallas que había que cruzar para poder mostrar mi entrada y acceder al evento pensé: “Bien, hora de ver cómics“, pero esa hora debía esperar, debido a que tras pasearme por el recinto luego de varios minutos, al fin me encontré con un stand de venta de cómics, uno de los 3 o 4 (no recuerdo bien) que habían en TODA la “convención de cómics“, no esperaba mucho del evento y aun así logró decepcionarme.
Habían stands de Airsoft (¿Por qué?) e incluso uno inmenso de ropa interior (Pero con temática de cómics… ¡¿hurra por intentar mantener la esencia del evento…?!) haciendo visible a simple vista que intentaron meter a calzador cosas que hicieran ver “llena” la convención. Así que, sin pena ni gloria, tras una hora y media de viaje llegué a mi casa con el par de cómics que compré y con un amargo gusto a “Not Comic-Con” en la boca.
Al llevarse a cabo esta octava versión, me pude dar cuenta de que, a estas alturas, “Comic Con” es solo un nombre comercial, lejano al significado que le corresponde por derecho, el cual solo busca vender sin más.
Visión de Claudio Alarcón, periodista de videojuegos y cultura pop (a veces pasa más tiempo junto a una consola que escribiendo, pero bue)
Corría 2011 y la Comic-Con se manifestó como el evento homónimo al original, prometiendo invitados de categoría hollywoodense y emplazándose en la ya conocida Estación Mapocho. Desde ese entonces he ido a cada Comic-Con durante 8 años y, a partir del segundo, empecé a darme cuenta del declive del evento, dominado por la mediocridad, cosa que con el pasar del tiempo convirtió de la gran convención del cómic en un simple nombre vació y sin esencia.
Por ejemplificar, los invitados nacionales eran una clara evidencia del desinterés por la esencia del evento, como es el caso de “Locos Rayados” (participantes de MasterChef Chile 2019), que se dedicaron a hacer un concurso de cocina durante el evento -muy atingente al evento de cultura pop, por cierto-, o las humoristas Loretto Bernal, Alison Mandel y Natalia Valdebenito, quienes tuvieron su espacio para presentar su próxima película de comedia.
Por otro lado, tenemos el evidente uso de stands o puestos con figuras gigantes como es el caso de Los Simpsons (el cual fue cancelado en su último día), objetos de la serie Game of Thrones y la reutilización de las figuras gigantes de Los Vengadores (esas que siempre están en los supermercados), con el fin de rellenar los espacios vacíos dentro del edificio, pues no cumplían con otra función más que la de sacarse una foto, con filas de hasta 2 horas.
Además, estaban las llamadas zonas de “homenaje“, que cumplían exactamente la misma función que los stand antes mencionados, ya que de homenaje, no tenían nada. Se limitaban a unas simples maquetas gigantes, como las del espacio Dragon Ball con la nube voladora, el cráter de la muerte de Yamcha y unas tristes y miseras vitrinas con figuras que solo buscaban promocionar su venta. La antes mencionada zona de Game of Thrones pecaba de una forma similar, ofreciendo un “homenaje” solo contando con algunos trajes de personajes y un trono muy lejano a llamarse réplica (que es como le decían en el evento).
Para los menos entendidos, una zona de “homenaje” es un lugar que rinde respeto y admiración a una persona o tema, mostrando la historia, hechos y vivencias de estos. Una especie de “carta de amor” que, a duras penas, fue logrado por el sector de “homenaje a Stan Lee“, pues solo la entrada, junto con dos vitrinas pequeñas, exhibían una huella del trabajo de este creador, mientras que todo el espacio que quedaba, lo dominaban dos vitrinas gigantes (o más bien containers) y paralelas entre sí, que formaban un pasillo y que se encontraban llenas de estatuillas de superhéroes con sus respectivos valores de coleccionista, que estaban a la venta, ademas que solo una persona con varios ceros en su sueldo podría permitírselos.
Al otro extremo de estas zonas, por el sector norte del edificio, se encontraba el Artist Alley, dos pasillos pequeños e incómodos por el espacio de división entre puesto y puesto llenos de dibujantes extraordinarios, que no tuvieron ninguna difusión dentro ni fuera del evento, por lo que para saber de ellos, debías deambular por la convención y rezar por tener la suerte de entrar por ese sector.
Todo esto hace que, sin mucha dificultad, Comic Con Chile pierda su personalidad año tras otro, dejando solo el nombre como representante, por lo que, lejos de recuperar el respeto y el interés de las personas, lo pierde con cada nueva edición. Hoy, la empresa encargada de la producción del evento ( *Coff Coff* Vibra Marketing *Coff*) , solo busca ganar y, a toda costa, no perder por lo que se esmera en convertir a la convención de cómics cada vez en algo menos “Cómic” por algo más “Mainstream”.
Conclusión por Benjamín Vásquez
Como equipo de La Máquina, pudimos presenciar distintas realidades dentro del evento que debería ser lo más importante para la cultura geek en Chile y, sin duda, quedamos con mal sabor de boca.
La organización de la convención solo se basa en la apariencia que quieren entregar en la publicidad en vez del producto final que prometen, a causa de que las entradas ya fueron compradas y, por consecuencia, la ganancia ya se generó, así que ¿para qué preocuparse de la calidad?.
En vez de ser la convención con mejores invitados, los asistentes a este evento terminamos mirando hacia el lado y esperando el próximo festival que traerá a tal Power Ranger y a tal actor de esa saga de ciencia ficción, todo el tiempo con una resignación, pero aún comprando la entrada por si la CC Chile vuelve a ser lo que fue en sus inicios. Por si el evento vuelve a ser bueno.
Como individuo, no siento emoción por lo que puede traer Comic-Con el próximo año, pero sigo pensando, inocentemente, en que puede recuperarse y mejorar. Díganme optimista, pero fielmente considero que todo puede ser solucionado si se toman las decisiones correctas, aunque sea en pequeña medida; esta crítica y todas las otras que colegas periodistas han escrito luego del evento en su edición 2019, hagan cambiar a la gente encargada y, de una vez por todas, empiecen a pensar en los fanáticos que año a año reducen sus filas y, año a año, se sienten estafados.