Crítica de “La Fuente”, con Luis Gnecco: Un monólogo político y desmesurado con pretensiones de película

Tuvimos la oportunidad de ver La Fuente, nueva película chilena que nos narra la historia de Luca Barella, dueño de La Fuente, una clásica fuente de soda ubicada en plena Plaza Baquedano durante el Estallido Social de 2019-2020. Allí, él se queda defendiendo su local de los manifestantes y, en más de una ocasión, se enfrenta a ellos para proteger el negocio y el trabajo de toda una vida.

La cinta está inspirada en un hecho real que todo el país conoce: Carlos Siri, uno de los dueños de La Antigua Fuente, quien tuvo mucha exposición durante este proceso social en el país por sus apariciones en matinales mostrando el “Lado B” de las manifestaciones. Y se supone que la película pretendía mostrar lo mismo. Y lo hace: sin imparcialidad.

Es un filme que se atrinchera en su postura, con graves deficiencias narrativas y una exaltación desmesurada de su personaje principal. Una de las peores del año. Pero, aun así, algo tiene interesante, algo que va más allá de la película en sí misma.

Te contamos qué nos pareció esta película, que se estrena este jueves 4 de diciembre, acá en La Máquina.

UNA CINEMATOGRAFÍA CORRECTA, PERO QUE SE DESMORONA

El director de la cinta es Daniel Vivanco, conocido por su película El Mal Trato y el cortometraje La Mujer de Iván. Ahora suma a su filmografía La Fuente, la cual es, por lejos, la película más grande y reconocida de su carrera.

Si comenzamos a analizar, su cine suele tocar temas controversiales o, por lo menos, el “Lado B” de un discurso. Si El Mal Trato hablaba sobre la violencia física ejercida en hombres, ésta aborda el otro lado del Estallido Social y apoya fuertemente a las “víctimas de la violencia silenciada” durante el 2019 (frase con la que cierra este filme).

Celebramos la fotografía del filme, ya que es fiel a lo sucedido en esos años: vemos un centro de Santiago convulsionado, con protestas incendiarias, destrucción y tensión permanente. Sin embargo, luego de ese acierto, todo comienza a desmoronarse. Aparecen abruptos cortes entre tomas que dan la sensación de que existen subtramas inconexas o que no terminan de cuajar.

Y después viene algo aún más confuso: escenas oníricas que supuestamente debieran transmitir las crisis de pánico o angustia del protagonista, pero que en realidad no logramos comprender del todo. Los efectos especiales son básicos y carecen de sentido narrativo. Además, pareciera que la cinta quiere contar algo épico, una proeza descomunal, pero solo logra el efecto contrario. Uno de los peores estrenos del cine nacional de este año.

Ahora viene el guion. Y esto sí que tiene para analizar. La historia muestra a esos locatarios que sufrieron la destrucción de sus locales debido a las manifestaciones de 2019. Pero algo sucede aquí: la narración está estancada, no avanza nunca. Con dos horas de duración y tres finales falsos, se transforma en un ciclo de nunca acabar. Va más o menos así: Luca va al terapeuta, Luca toma clases de artes marciales, Luca trabaja en su local, Luca cuida su local, Luca sale herido… y así sucesivamente, sin ninguna tensión real. Es un Día de la Marmota completamente mal narrado.

A eso se suman las ya “memeables” frases para referirse a las manifestaciones, como: “Estallido delictual”, “Viejo facho”, “Octubrismo”, entre muchas otras. El guion cae en una profunda superficialidad, donde todos los personajes son clichés y carecen de tridimensionalidad. Los “villanos son villanos porque sí” y los “buenos son buenos porque lo son”. Nada tiene profundidad. Y ojo: aquí creemos que se pretendía buscar reflexión, pero el resultado fue paupérrimo.

EL CINE POLÍTICO NO TIENE POR QUÉ SER MALO

Pero aquí hay algo interesante, quizá lo único realmente interesante del filme. Es una película llena de contradicciones, pero que abraza fuertemente un discurso conservador y claramente de derecha. Apreciamos que lo haga sin vergüenza alguna, que se atreva y sea valiente al llevar estos discursos a la pantalla grande.

Y para eso hay pruebas: durante la avant premiere se pasearon figuras como el alcalde de Providencia y exministro de Sebastián Piñera, Jaime Bellolio, el diputado republicano (acusado de tráfico de influencias por el caso “Muñeca Bielorrusa”), Cristián Araya, el propio Carlos Siri, además de diversas reacciones del público diciendo: “Veo las imágenes del estallido y me da escalofríos”. Sin embargo, se tiende a negar esa posición mediante declaraciones del director Vivanco, quien asegura: “una película humana en vez de una película sobre el Estallido”, y de Luis Gnecco, afirmando que “esta es una película mucho más simple”.

Todo esto abre espacio para contradicciones cuando, en realidad, la cinta tiene solo una lectura posible: mostrar las manifestaciones como una explosión delictual, sin matices, sin reflexiones, sin espacio para la duda.

Aquí entra el término “batalla cultural”, donde el cine político toma partido y ofrece lecturas ideológicas que buscan defender una postura, no generar reflexión. Esto se confirma también con las declaraciones de Carlos Siri a DF Financiero, asegurando que: “La película refleja el Lado B del Estallido Social. Ese que se intenta romantizar y eran puros delincuentes.”

Y aquí me detengo. Aunque odiamos las comparaciones, es imposible no hacerlas. Hace algunos meses se estrenó La Ola, de Sebastián Lelio y Fábula, película que abordaba las tomas feministas y las llevó a la pantalla grande. ¿El resultado? Un rotundo fracaso, una burla hacia el movimiento, estrenada en un timing completamente erróneo. Pero La Fuente es todo lo contrario: llega en el momento exacto, con una estrategia perfecta a días de una elección presidencial, apropiándose de discursos conservadores para llevarlos al cine. Hay que aplaudir la estrategia, ya que su discurso, en el Chile actual, es apoyado por un número no menor de personas. Decir que esta película no es política es ingenuo. Y aquí no lo somos.

ACTUACIONES QUE NO PODÍAN DAR MÁS EN “LA FUENTE”

Partamos por él: Luis Gnecco como Luca Barella. Si bien todos sabemos de su calidad actoral, aquí no hace gala de su talento. Aunque sostiene la película, cuesta empatizar con su historia. Es un hombre testarudo, que no escucha al resto y cree tener siempre la razón. Pero el problema es su mal diseño de personaje: no tiene tridimensionalidad, pareciera que le llueve en todos los frentes, pero ninguno lo afecta de manera profunda. Con una sobreactuación exagerada en las crisis de pánico, este está lejos de ser el mejor trabajo de Gnecco. Un camino del héroe que no emociona, no transmite, no eriza. Y además es un sensei de artes marciales que no usa sus habilidades para defenderse, porque así demostraría que está “por encima” de los violentistas. Una lectura que solo el director entendió, porque para el público común solo vemos a un hombre con delirios de grandeza y un ego descontrolado.

Luego está Roberto Farías como Mirko, su antagonista. Y aquí sí: si esta película tiene un punto alto, es Farías. Aunque su personaje es antagonista “porque sí” y no profundiza nada, Farías es intenso, profundo, y su último monólogo cobra mucha más fuerza hoy. Aun cuando no se sale del estereotipo violento, su tecla actoral parece siempre la correcta.

Los personajes secundarios, en cambio, son casi irrelevantes: Paola Giannini como la esposa con amante que no es amante; una hija con un conflicto sin desarrollo; Francisco Pérez Bannen como un terapeuta–sensei… Nada tiene peso. Sin desarrollo, no se puede construir historia. Mal aquí.

Fotos | Película "La Fuente" termina etapa de rodaje y avanza hacia su estreno para este año: "Prometí que saldría sí o sí" | Emol.com

“LA FUENTE” EN PALABRAS SIMPLES…

La Fuente es uno de los peores estrenos del cine chileno de este año: una cinta sin desarrollo, sin tensión y completamente ideologizada. Si bien el cine político es válido, debe generar reflexión; de lo contrario, deja solo una lectura posible. Con efectos básicos, una duración que se siente eterna y una historia sin matices, esta fuente solo brilla por sus exquisitos sándwiches.

Porque de cine… mejor ni hablar.