Con Eddington, su cuarto largometraje, Ari Aster vuelve a salir del género que lo lanzó a la fama. El director estadounidense que irrumpió con fuerza en el panorama del cine de terror con Hereditary (2018) y que se consolidó con Midsommar (2019), se aleja de la comodidad y replica el giro excéntrico y divisivo que fue Beau Is Afraid(2023) dentro de su filmografía. Entérate en La Máquina.
Eddington –nuevamente producido por A24– se adentra en el terreno del western contemporáneo, atravesado por la comedia negra y el absurdo político. Estrenada mundialmente en Cannes 2025 y arribando a salas nacionales el 11 de septiembre, Aster presenta una sátira sobre el colapso social de Estados Unidos durante la pandemia. Una realidad extrapolable al presente global marcado por la desinformación, la polarización y las fake news.

Ambientada en 2020, la historia transcurre en el ficticio pueblo de Eddington, en el peak de las restricciones de la pandemia de Covid-19. Allí, el sheriff Joe Cross (Joaquin Phoenix) entra en conflicto con el alcalde Ted Cruz (Pedro Pascal). Lo que comienza como una disputa aparentemente trivial sobre el uso de mascarillas pronto revela tensiones más profundas. Conflictos ligados a ambiciones políticas, heridas personales y delirios conspirativos, todo con una puesta en escena al estilo wéstern.
Phoenix, que ya había trabajado con Aster en Beau Is Afraid, repite aquí la fórmula de un personaje desbordado, paranoico y al borde del colapso. El sheriff es un negacionista empedernido, convencido de que el virus es un invento y que el verdadero enemigo es la manipulación estatal. Movido por su obsesión por Ted Cruz, un político populista más cercano al progresismo estadounidense y que busca instalar un gigantesco centro de datos, decide lanzarse compulsivamente a la carrera por la alcaldía de Eddington. Esto desencadena en una delirante disputa política, cargada de conspiraciones, venganzas privadas y un clima enrarecido por la avalancha de fake news.

Junto a Phoenix y Pascal aparece Emma Stone en el rol de Louise, la esposa del sheriff. Personaje que tiene un pasado relacionado con el alcalde Cruz (mejor evitar spoilers). Aunque su papel es silencioso y con poco diálogo, Stone logra transmitir con gestos mínimos la sensación de una mujer atrapada en un matrimonio vacío y cargada de secretos. Confidencias que, tarde o temprano, terminan por encender el conflicto. Tras haber recibido en 2023 su segundo Oscar por Poor Things, la actriz confirma aquí su capacidad para construir incomodidad desde la contención.
El elenco de Eddington se conforma por nombres que cualquier megaproducción de Hollywood desearía tener. Austin Butler interpreta a un líder conspiranoico, carismático y atrapado en sus propias teorías. Mientras que Deirdre O’Connell da vida a la madre de Louise (Stone), absorbida por la posverdad y la desinformación en internet. Ambos personajes, aunque secundarios, refuerzan la sátira de Aster sobre cómo la paranoia y las fake news afectan a toda la comunidad.

La película ridiculiza todo el espectro político estadounidense, desde los neofascistas hasta los liberales autocomplacientes, evidenciando cómo grupos de blancos privilegiados se apropian de banderas de luchas que no les pertenecen, mientras otros se refugian en la violencia y el racismo abierto. Aster enfatiza la fragilidad de la sociedad contemporánea. Una sociedad donde la información circula sin filtros, el algoritmo decide qué creer y la comunidad se tensiona y divide, mostrando con ironía y crudeza cómo la desinformación y la polarización no son fenómenos aislados, sino mecanismos que configuran la vida cotidiana y la interacción social.
La estética wéstern de Eddington, respaldada por la fotografía de Darius Khondji (reconocido por su trabajo en Irrational Man, Amour y Seven, entre muchos otros, y nominado al Oscar por Evita) se convierte en uno de los mayores aciertos de la película. Khondji logra capturar la esencia de un pueblo atrapado entre la tradición y la modernidad, donde se refuerza la tensión entre civilización y salvajismo. La fotografía y el montaje (de Lucian Johnston) resaltan el absurdo, la paranoia y la ambición de poder que atraviesa a los personajes.

Sin embargo, Eddington no está exenta de problemas. El principal es la dispersión, que hace parecer que estamos revisando el feed de X (más conocido como Twitter). La película busca abarcar demasiados temas: las vacunas, los pueblos nativos, las armas, los algoritmos, la polarización política, el Black Lives Matter, los centros de datos, entre otros. Y aunque todos son temas relevantes y dignos de cuestionamiento, la acumulación termina diluyendo la potencia de la sátira inicial. A esto se suma una duración excesiva, que hace que la trama se resienta hacia el final, perdiendo ritmo y contundencia.
Aun así, hay algo claro. Aster consigue incomodar, en un registro diferente a Hereditary y Midsommar. Eddington es una obra excesiva, rabiosa y misantrópica, que muestra un presente donde la posverdad y las fake news han reemplazado cualquier consenso. La película recuerda que el absurdo que vemos en pantalla no está tan lejos de lo que ocurre en las calles, los noticieros y en nuestras redes sociales.
Puede que no sea la película más redonda de Aster, pero sí una que resulta necesaria. Una sátira que funciona como espejo incómodo. Una película que ridiculiza tanto al poder como a las masas, en tiempos en que la desinformación se ha vuelto parte de la cotidianidad. Eddington aparece como una comedia negra sobre el delirio colectivo, un western en la era del algoritmo y una confirmación de que Ari Aster no necesita del horror para incomodar.