Intrigante, adictiva y atrapante. Tres conceptos que engloban a “La Jauría”, la nueva serie chilena estrenada por la cadena de streaming Amazon Prime Video, que se supera, increíblemente, con cada una de sus producciones y se acerca cada vez más al gigante del streaming Netflix. Esta vez su propuesta convence, encanta y cuenta con el sello de aprobación que el espectador exige al ser una creación para el cada vez más popular streaming.
Sin embargo, este programa cae en errores sosos, abusa del tan bullado “cliché” en ciertas ocasiones y algunos personajes terminan por no cuajarnos del todo. “La Jauría” tiene un 90% de dulce y un 10% de agraz…. Y ese agraz podría arruinarlo todo.
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Las actuaciones: lo más brillante
En primera instancia, hay que destacar que el elenco de “La Jauría” es soberbio. Manejan la actuación frente a cámara muy bien, todos son honestos y bastante creíbles. La dirección de casting es notable. Como ejemplo de eso pongo a Daniela Vega (‘Una mujer fantástica’) y la actriz que la personifica cuando es joven, Maite Pino. Son prácticamente idénticas y se agradece la elección de un casting tan bien hecho, ya que ayuda a que la serie sea más creíble aún.
Analizando el trabajo actoral en general, todos brillan en sus roles. Vega sorprende con un sólido personaje de detective e incluso la vemos en una intrigante relación de “tira y afloja” con el personaje de Alfredo Castro. Su firmeza traspasa fácilmente a la pantalla y justifica al 100% el arco de su personaje. No deja preguntas ni dudas del porqué de su actuar, ya que el personaje está muy construido.
Dentro de esa misma línea está Antonia Zegers, por la cual estamos muy agradecidos de su naturalidad en la pantalla, traspasando emociones y situaciones sin mayor esfuerzo. Eso no quiere decir que el personaje está débil en su construcción, la vemos sólida y siempre respondiendo a la altura del personaje que se le presenta.
De todas maneras, la gran sorpresa del trío de detectives la da María Gracia Omegna, a quien vemos en un personaje que no habíamos visto en ella y logra dar con el ancho de manera perfecta. No está forzada en ningún momento y logra gran traspaso de emociones a cámara.
La juventud de la serie no se queda atrás y responden a la altura del desafío que se le presenta.
Vemos a Giordano Rossi, en un personaje fuerte, el líder del grupo de amigos rugbistas, con personalidad avasalladora y es capaz de pasar por encima de sus amigos, manipularlos y controlarlos a su antojo. Eso no quiere decir que Rossi no haya mostrado tridimensionalidad: el joven rugbista flaquea con la presencia de su madre (Claudia Di Girolamo) y se puede leer que necesita más presencia de su familia en su vida, ya que es un adolescente completamente solo en las laderas familiares.
Luego está Raimundo Alcalde, un adolescente con personalidad, pero manejado por Rossi y, tal como su amigo, es un adolescente con falta de tiempo y cariño familiar y eso se puede ver fácilmente en las interacciones con su padre (Luis Gnecco). Alcalde cumple de manera presentable su rol como el “amigo del medio”.
Pero si hay uno que hay que destacar es Lucas Balmaceda, el amigo más afectado después del acto de violacion grupal que cometen, que aunque él llevó a Blanca (Antonia Giesen), su novia de aquel momento, al lugar para cometer las órdenes de “El Lobo”, vemos en él una fragilidad al primer instante que lo vemos en pantalla, vemos un real arrepentimiento en el joven y Balmaceda cumple con el rol al 100%. Traspasa toda la complejidad de su personaje de manera simple, honesta pero no por eso menos brillante.
Las chicas mueven la trama de “La Jauría” y lo hacen de manera brillante. Paula Luchsinger es, por lejos, la protagonista del grupo de adolescentes. La vemos sólida en su desperada búsqueda por su hermana y realmente atrapante. Luchsinger cumple con la tridimensionalidad a cabalidad. La vemos valiente, fuerte y pero también quebrada y sensible cuando se reúne con su hermana. Ella le añade humanidad a su personaje y lo bueno de esto es que no queda como una “superheroína”, sino que es una adolescente que busca a su hermana, pasa por un cúmulo de emociones en poco tiempo y vuelve a su encuentro.
Luego vemos a Mariana di Girolamo, pareja de Luchsinger y una de las víctimas de abuso del profesor Ossandón (Marcelo Alonso). Cumple con su rol. Es una adolescente que pasa a tener voz en el movimiento feminista de la toma de su colegio, no obstante divisamos que su personaje pierde relevancia desde el suicidio de Ossandón. Mariana, sin duda alguna, está sólida al momento de mostrar emociones en pantalla y no la vemos siempre enojada o siempre siendo la líder del movimiento; tiene un par de escenas en donde se vislumrba su lado sensible. Sin embargo, su primera escena siendo víctima de abuso es notable y su relación con Luchsinger queda un poco desdibujada y superficial.
Y por último vemos a Antonia Giesen, el motor de la serie, ya que estamos en su búsqueda constante. Poco podemos hablar de su desempeño, en realidad. En sus escenas traspasa su dolor y su angustia, pero también sólo la vemos en flashbacks (los cuales no muestran en los más mínimo la personalidad fuerte y valiente de la que hablan).
De todas maneras, se aplauden las interpretaciones de Geraldine Neary y María-José Weigel.
Personajes secundarios en La Jauría: No sobran, pero tampoco se afirman
Aquí uno puede empezar a visualizar los problemas de la serie. Uno de los personajes secundarios que más sobresalen es el de Alfredo Castro, como es habitual. Un personaje enigmático, interesante y misterioso y que cada intervención que tiene en pantalla la llena y la justifica. Convive con el personaje de Daniela Vega y uno pensaría que no existiría uno sin el otro. Es uno de los secundarios más justificados de la serie.
Luego le sigue Alejandro Goic como el jefe de las detectives. Goic nos ofrece un personaje promedio, bien ejecutado y bien justificado. Aunque podríamos decir con total franqueza que su personaje representa el “cliché” del jefe de detective. Y no nos ofrece más que eso.
Dentro de esa misma línea está Néstor Cantillana, exmarido de Zegers; este actor siempre responde a la altura de sus personajes. Pero esta vez el problema no es él, sino que su entrada a escena se ve completamente forzada y aunque tratan de justificarla (con su hijo dentro del juego del lobo) no lo logra del todo. E incluso pasa a ser una suerte de anécdota.
Y por último tenemos el debut actoral de Ana Tijoux. Es la creadora del tema central de la serie y hubiéramos preferido que se hubiera quedado solo en eso. No porque su desempeño frente a cámara fuera malo, todo lo contrario, sino que es poco justificado y el personaje de Zeta fácilmente pudo no existir o existir sin que nadie lo conociera. Su presencia no tiene ninguna preponderancia en la serie más que ayudar a hackear los sistemas a Luchsinger y dar una puerta de entrada a una posible segunda temporada.
Los padres de los adolescentes se hacen presente en discretas, pero no por eso menos importantes apariciones. Amparo Noguera y Daniel Muñoz personifican a los padres de Giesen y Luchsinger. Aunque llenan la pantalla con su presencia y transmiten vivencias algo ocurre con Muñoz. Luego de saber la adopción ilegal de Giesen y el posterior encuentro con su hija el personaje, pasa completamente a un segundo plano y queda relegado al 100%. Noguera se afirma y tiene escena donde reafirma su relación con sus hijas, pero de Muñoz… Nada de nada.
Luego está la siempre elegante y sólida Claudia di Girolamo como la madre de Rossi. Claudia está muy bien en su rol de madre que daría cualquier cosa por su hijo e incluso vemos un poco de la tridimensionalidad del personaje al mostrarse fría e indiferente frente a las atrocidades cometidas por su hijo. Un personaje con carácter que Di Girolamo lo sabe llevar al 100.
Y por último vemos a Luis Gnecco como el poderoso padre de Rey Alcalde. Un exmilitar retirado que incluso y por la honra de su familia entrega a su hijo a la policía. Es el típico personaje promedio del militar y Gnecco cumple con el rol. No nos ofrece ni más ni menos que eso.
Y los últimos, pero no menos importantes, son Francisco Reyes, Marcelo Alonso, Alberto Guerra y Clemente Rodríguez. Al primero lo vemos bastante firme en su rol. Es un personaje de cura que no es el “cliché” ni del bueno ni del malo. Es un cura duro, que cuida a su manada de alumnos como nadie y que además participa de adopciones ilegales. A Reyes es soberbio en cada aparición en pantalla y, aunque su historia no va más allá después de que es apresado, creemos que es una de las pocas historias secundarias que concluye bien.
Luego está Marcelo Alonso como el profesor de teatro acusado de abuso sexual. Alonso mantiene su personaje hasta su último momento, pero no se desarrolla a tal punto de ver una tridimensionalidad. Es abusador, se defiende y luego se suicida. Su personaje está bien ejecutado, empero recae en el mal llamado “cliché”.
Alberto Guerra, por su parte, sorprende. Ejecuta bien su personaje de terapeuta, pero aquí estamos en presencia del epítome del personaje tipo. Bueno, con todos, sin embargo al final…. No caigamos en spoilers. Alberto Guerra responde bien en cámara y no tiene ningún desacierto. Pero que sea tan “cliché” puede llegar a serlo poco creíble; es más, hay más de algún atisbo de inspiración en producciones internacionales, como “La casa de papel”.
Y por último, hallamos a un interesante y joven Clemente Rodríguez, hijo de Zegers en la ficción. Responde con creces como un perdido adolescente de 15 años, víctima de bullying y buscando su personalidad. Rodríguez no nos ofrece nada pretencioso y le agradecemos por ello. Cumple con las expectativas y las sobrepasa de sobremanera.
Trama e historias secundarias: Comienza el problema para “La Jauría”
La trama de “La Jauría” es tremenda y engancha de inmediato. Agradecemos su manera de ver el feminismo, de reivindicar las luchas sociales y poner en el tapete de manera directa el tema. Agradecemos que no haya violencia sexual explícita que podría bordear el “morbo” o simplemente podría llegar a ser grotesco.
Sin embargo, el “cliché” es un fantasma que abunda en la serie. Y pone en riesgo la credibilidad de la producción. Es un tema tan grave que muchos personajes bordean lo tipo y no nos agrada.
Por otro lado, la serie es bastante vertiginosa, pero en un solo capítulo pasan demasiadas cosas y pedimos un respiro. Por ejemplo: el grupo de amigos es un cliché en sí mismo. Está el “alfa”, el “del medio” y el “débil”. Aunque en la cotidianidad podemos ver estos casos, este grupo de amigos resulta ser muy extremo y polarizado al máximo en su personalidad y nos aleja bastante. La utilización del recurso de que “el bueno termina siendo el malo” es un chiste podrido y no sorprende en lo absoluto.
Y la relación de “complejidad” entre las detectives hechas por Vega y Zegers y que luego son grandes aliadas lo hemos visto en incontables ocasiones y como espectador exigimos ver algo más allá del “cliché policial” (en realidad todo lo relacionado al funcionamiento de la PDI no sorprende para nada). Creemos que la serie tiene un desenredo rápido gracias a la utilización del cliché como base de construcción. Quizás nos mantiene al borde del asiento y nos engancha, pero luego asumimos que esto sí lo veíamos venir.
La serie, asimismo, comienza a llenarse de historias secundarias que empiezan a no cuajar del todo y causan poco enganche al no tener un desarrollo correcto. Ejemplos hay por montones. El matrimonio de Zegers y Cantillana es poco justificado y sin desarrollo. Si solo lo van a poner para que el hijo de Zegers se ponga rebelde, exigimos más desarrollo de esta relación y que no quede solo en la anécdota.
La relación lésbica entre Di Girolamo y Luchsinger, por otro lado, no tiene ningún sentido dramático. Esto a pesar de que entendemos el deseo de la serie por transmitir nuevas realidades.
Del personaje de Antonia Giesen se dicen un montón de cosas. Que es fuerte, valiente y la líder del movimiento feminista de la toma del colegio, aun cuando no vemos esa faceta de su personalidad en ninguna escena, ni siquiera en los flashbacks que nos ofrecen de ella. Todo queda en palabras, cuando podría haber sido un rol sumamente navegable.
Esto lo hemos visto antes
Encontrar algo 100% original y novedoso es prácticamente imposible hoy. Y en realidad, nunca ha habido una obra totalmente “propia”, ya que siempre hay inspiraciones y las típicas “se basa en”. Esto de igual manera se refuerza por la crisis creativa que arrastran algunos estudios hace demasiado tiempo. Y aunque “La Jauría” es contingente a sus tiempos, mostrándonos personajes femeninos fuertes y dignos de admirar, su tema no es algo precisamente novedoso en las plataformas de streaming.
Por ejemplo, se nos propone un juego mediante RR.SS (que existen en la realidad como “La Ballena Azul”), pero que también lo vimos en la película “Nerve”, protagonizada por Emma Roberts, que nos muestra hasta dónde podemos llegar para ganar los desafíos de un peligroso juego de redes sociales. Y por dar otro caso, tenemos la serie “Unbelievable” (nuevamente una producción de su competencia directa Netflix), en donde nos muestra un caso de denuncia de violacion y cómo intrépidas y valientes detectives van en busca de justicia.
Si analizamos estos alcances de trama, podríamos deducir que Amazon Prime Video aún va un paso atrás en cuanto a “tramas originales” se refiere, ya que todas las temáticas la ha tocado con anterioridad (y de manera brillante) el gigante del streaming Netflix.
Culturalmente, hemos aceptado que todo lo que venga de una plataforma de streaming viene con un sello de calidad instantáneo, carece de errores de corte y son producciones que están a años luz de realizarse en canales nacionales. “La Jauría” cumple con el sello de Amazon, la dirección de Lucía Puenzo está perfecta y no hay mucho que decir…. Salvo esos errores que espectadores encuentran y los hallamos insólitos… Pero si los llevamos a un debate serio, no se pueden dejar pasar.
Primero está el detalle en el celular de María Gracia Omegna (la actriz lo tiene al revés). Luego observamos el garrafal error del camarógrafo saliendo en el reflejo de la ventana en una escena entre Zegers y Vega (esto es imperdonable). Y después viene una escena final de acción sin concluir. La balacera protagonizada en la casa de la familia de Omegna en donde Zegers recibe un disparo cerca del pecho (nótese el lugar gravisimo donde recibió la bala y pareciera que no lo sufre en realidad), la escena queda sin término y nos preguntamos que pasó con todos ellos. Estos son algunos ejemplos que, desafortunadamente, no pasaron inadvertidos.
Son errores sosos, básicos y que hasta nos sacan una sonrisa, pero debemos recordar que es una producción que se emite en muchos lugares del mundo y debe mostrar una calidad que se responsabilice por eso.
La fotografía, no obstante, está un 10 y la calidad de la producción también. No dejemos que estos pequeños errores (que no deben volver a ocurrir) le quite el piso a la calidad de lo que nos propone. Pero debe trabajar con la seriedad que se le exige.
En general, aplaudimos la producción de “La Jauría” en su totalidad, debido a que engancha rápidamente al espectador y cumple con el “thriller policíaco”. Pero más que eso, es una obra necesaria en cuanto a dar a conocer no tan solo una realidad, sino que muchas que, en el 99% de las ocasiones, son olvidadas, enterradas o, como ocurrió en esta producción, totalmente desvirtuadas y enclipsadas por “temas” más relevantes.
“La Jauría” es necesaria. La Jauría es importante que más gente la vea. Es relevante que “La Jauría” no quede como una historia más. Es crucial que no haya más desgracias como las expuestas en esta serie.