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“Nadie sabe que estoy aquí”, el íntimo relato de un sueño roto

Las primeras veces siempre suelen ser las más difíciles y llenas de incertidumbre, pero también un debut que te lleva a lo más alto. Tal es el caso de la película “Nadie sabe que estoy aquí”, ópera prima de Gaspar Antillo, producida por Fábula (Una mujer fantástica, No, El Club, La Jauría) y ganadora de un Fondo Audiovisual.

Esta primera cinta chilena original de Netflix nos trae a Jorge García (el recordado Hurley en la serie Lost) encarnando a Memo Garrido, una ex estrella infantil que ahora pasa sus días aislado en el sur de Chile junto a su tío Braulio (Luis Gnecco).

En flashbacks nos enteramos del pasado de este intrigante personaje y por qué vive sus días bajo un constante tormentos. Con un talento natural para el canto, su padre Jacinto (Alejandro Goic) decide probar suerte con el niño y parten a Miami, Estados Unidos. Ahí conocen a quien sería el mánager de Memo (Roberto Vander) y quien lo llevaría a la cima. Pero el aspecto de Garrido no es un “producto vendible” para este representante, por lo que les ofrece que el niño preste su voz para que otro joven, con la belleza “necesaria”, cante por él y consiga la ansiada carrera y fama que le correspondía a Memo.

Este niño llamado Ángelo Casas (Vicente Álvarez), es la estrella juvenil del momento gracias a la canción “Nobody Knows I’m Here”, al igual que esta cinta, pero cantada por Memo. Esto provoca un quiebre en el niño, que luego desencadena un accidente en pleno set que deja tetrapléjico a Ángelo. Dicho suceso marca por completo la vida de Memo y se “exilia” en el sur de Chile junto a su tío Braulio.

Trabajando en la granja de su tío, Memo pasa su vida en una pausada rutina, no obstante en las noches su mente se escapa a los escenarios y brillando debido a su potente voz. En uno de estos rutinarios días conoce a Marta (Millaray Lobos), quien llega a poner frescura a la vida de Memo y lo hará salir de su zona de confort.

La chica tiene un celular tipo smartphone (donde vive el protagonista esto es inexistente) y nuestro introvertido protagonista se atreve a cantar en un video que luego es subido a la plataforma YouTube, desencadenando una serie de problemas como el forzado reencuentro con su padre y prácticamente es obligado a salir de su aislamiento para enfrentar la vida pública y los daños a la imagen de Ángelo que ha provocado la viralización del video.

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Ni más ni menos, ofrece lo justo

Gaspar Antillo nos propone una cinta sensible, íntima, conmovedora (si logras conectarte con ella) y emotiva. Tampoco es pretenciosa en su realización y logra avanzar de manera rápida y sin rodeos. Pero el largometraje no es para todo público y puede caer en el típico largometraje “índie” que logras encontrar en las plataformas de streaming.

Con una hora y media de duración, el metraje en términos generales se hace bastante fácil de llevar y comprender, ya que la trama no es para nada complicada y, si logras conectarte, no habría problema alguno. No es pretenciosa bajo ningún punto de vista. Antillo ofrece el viaje de Garrido de una manera sencilla, simple y delicada. Pero podría caer en la “extrema simpleza” que hace que algunos espectadores esperen el clímax de esta cinta que, si bien llega, no es tan explosivo para hacerse notar.

La dirección de Antillo es clara, pero no tiene planos excepcionales y, además, al elaborar una película de drama realista, las actuaciones de todos van en ese tono y nadie brinda una actuación fuera del tono o de la tecla que quiere tocar (cosa que agradecemos).

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La fotografía y las actuaciones son lo más destacado del filme

La fotografía de “Nadie sabe que estoy aquí” es estupenda. Los bellos paisajes naturales del sur de Chile le dan el toque de nostalgia, calma y soledad que descansan en los hombros de Memo. Y si analizamos más allá, podríamos pensar que es una extensión del personaje en sí mismo y que no podrían existir el uno sin el otro. El sur de Chile es la calma y la eterna rutina de Memo mientras que cuando va a la ciudad podemos ver la frialdad y la falsedad de los tratos para con Memo y eso en una parte se logra gracias al traslado de locaciones (en una película todo habla y, en este caso, la foto es un lenguaje preponderante en el filme).

Jorge García nos ofrece un introspectivo e intrigante personaje. Su overol verde se mimetiza con los bosques del sur de Chile y se hace parte de él. Logra transmitir sus pesares, su eterno anhelo por el escenario y las luces, pero no logra llegar a una real empatia con el espectador.

Aunque queda claro que no hay víctima ni victimario, uno no conecta de inmediato con su tormento, sin embargo sí logra algo demasiado importante: No te preguntas si el actor tiene poco diálogo porque no maneja el idioma, sino que te crees la actuación de García y además el guion reafirma la teoría de que “el personaje no habla porque no tiene deseos, porque no lo necesita”. Aunque es imposible negar la poca conexión que logra con su familia, en este caso se justifica por el tipo de personaje que García nos muestra.

Repito: Es difícil empatizar con él y lo sientes demasiado lejano y omnibulado a ratos, pero no quita el hecho de que la propuesta se sostiene tan bien, que terminas por aceptarlo.

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Jorge García

Millaray Lobos, Luis Gnecco y Alejandro Goic, asimismo, brillan en sus roles. La primera logra con creces darle la frescura a la cinta y agradecemos mucho su presencia en ella, ya que gracias a Marta, Memo encuentra respuestas y debe enfrentarse a sus problemas. Sin su presencia, hubieramos sentido el filme demasiado tedioso.

Por otro lado, Gnecco no decepciona y otra vez cumple con creces su rol de tío del protagonista, logra una contraposición de personajes con García y es parte fundamental de la película, a causa de que un accidente de trabajo ocurrido con su personaje es uno de los primeros giros de trama.

Y, finalmente, Goic cumple con rol de padre negligente a cabalidad, pero poco vemos de sus tridimensionalidad: El personaje es frívolo con su hijo y, aunque tiene posibilidad de cambiar y acepta la culpa, no lo realiza; su vida pública pesa más que cualquier cosa. No hay un desarrollo de este personaje, todo se centra en García y los demás aportan dentro de la vida de él. Los personajes no sobran, pero no se desarrollan más allá.

Nadie sabe que estoy aquí - película: Ver online

Giros de trama que se agradecen

Es completamente cierto que la película no es para todo público. Es una película que bordea lo “índie” (pero no de esas índie mainstream, sino las verdaderas índie), y muchas personas llegarían a los 30 minutos y no la seguirían viendo. Pero lo bueno es que hay giros que ayudan a sobrellevarlo.

Los giros de trama que propone Antillo son pequeños, sin embargo bastan para darle un vuelco de 180 grados al personaje de García. No son explosivos. Entonces te empiezas a preguntar cuándo comienzan los problemas para nuestro protagonista (se hacen evidentes, no obstante nos gustaría algo mucho más dramático… Quizás así se rompería lo lineal del filme).

Estos giros, la simpleza de su trama, la tranquilidad con que el actor enfrenta el clímax y la rutina diaria que nos presenta nos hace recordar mucho al filme “Paterson”, protagonizado por Adam Driver y dirigido por Jim Jarmusch. Ese filme nos muestra la vida de un conductor de bus que en realidad quiere ser poeta, nos proyecta su vida rutinaria junto a su esposa y por giros de trama simples logramos sobrellevar la cinta. Parecida en su realización pero no en su trama.

El aislamiento como tema clave

La soledad y el exilio en el que vive este personaje son dos de los temas importantes de la cinta. Es la zona de confort de Memo. Como se menciona, esto es una extensión del personaje de Memo y su trabajo como granjero, la inexistente relación con su tío, la laderas del sur de Chile y la poca conexión con la vida de ayudan a construir la personalidad de Guillermo.

Tema aparte es la llegada de los dispositivos con Internet a la zona. Un simple hecho como ese quiebra a Memo y lo hace venir a la realidad. Si analizamos en profundo este suceso, el director nos plantea que la tecnología nos afecta a cada uno, pero es decisión personal si haces que esto sea vital para tu vida. En el caso de Memo, vemos cómo esto lo afectó en demasía, pero no lo suficiente para lograr un cambio de vida ni de costumbre en el protagonista.

“Nadie sabe que estoy aquí” cumple, es llevadera y demasiado íntima. Una buena realización chilena que está a la altura de las películas latinoamericanas que están en Netflix.

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