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“Planeta salvaje”: ¿la humanidad frente a un espejo?

Planète sauvage (Planeta salvaje) se estrenó en 1973 y es, sin duda alguna, una parada obligatoria para todos los aficionados del cine, la animación y la ciencia ficción. Dirigida por el artista francés René Laloux, la cinta se hace cargo de muchos temas importantísimos y que difícilmente se han retratado tan seria y certeramente como lo hace este filme.

“La planète sauvage”, está basada en una novela de ciencia ficción que escribió Stefan Wul, años antes de su adaptación cinematográfica. Los dos creadores unieron sus fuerzas y su creatividad junto al talento del ilustrador Roland Topor, para crear la estética tan especial y característica del universo de los draags.

Un verdadero viaje visual al surrealismo y una introspección filosófica necesaria. 

Muy, muy… ¿lejano?

El argumento es sencillo de entender y las consecuencias de reflexionarlo son realmente maravillosas.

En un escenario muy distante de nuestra realidad actual, una raza de humanoides grandes y azules son la especie dominante. Los humanos viven en estado salvaje, ignaros y nómadas, completamente a merced de esta especie superior en tamaño y en tecnologías. Seguimos de cerca a Terr, un bebé humano que es rescatado por una niña draag, Tiva, que lo adopta como su mascota. Terr crece junto a Tiva, con collar, alimento y ropas de mascota, participa en sus juegos y, al igual que los juguetes en Toy Story, observa la realidad de otros “oms” (nombre para nuestra raza en la ficción) y se comunica con ellos a su propia manera.

La espectacular tecnología de los draags en esta sci-fi produce envidia a cualquier estudiante, especialmente en esta época de clases a distancia. Las escuelas no existen y el conocimiento es casi “insertado” en el cerebro a través de unos dispositivos con forma de cintillo en la cabeza. Tiva asiste a sus “clases” colocándose el cintillo y recibiendo una especie de onda magnética que le comunica todo lo que debe saber. Terr juega en sus brazos y, de una u otra manera, su cerebro humano logra captar mucho de lo que Tiva aprende.

Y al igual que la vaquerita Jessie, cuando llega la pubertad-adolescencia, Tiva abandona los juegos con su mascota de la infancia, dejando a su amigo con suficiente tiempo libre y un desarrollo neuronal que ella desconoce: Terr roba el dispositivo de aprendizaje y sale en búsqueda de otros humanos.

Preguntas filosóficas

La narrativa de la cinta contiene varios fragmentos donde un panel de draags expertos opina y discute acerca de los derechos de estas criaturas que parecen tan extrañas. Si tienen o no sentimientos, si tienen o no inteligencia. Escenas que ponen a la humanidad frente a un espejo: estas son las discusiones que tenemos sobre los animales.

¿Pueden haber personas no-humanas? La bioética y el acercamiento que han tenido los divulgadores científicos al terreno de la ética ha propiciado en la comunidad académica estas discusiones que la gente común también se hace en una sobremesa o entre amigos. ¿Pueden los animales tener autonomía sobre sus cuerpos? Una vez más, el arte nos muestra que somos más capaces de comprender lo que hacemos o pensamos a través de analogías o experimentos mentales.

Y la analogía de “Planeta salvaje” funciona porque parece que estamos de acuerdo en una cosa: el conocimiento es una de las cuestiones más importantes. Cómo accedemos a él, qué hacemos con él, qué nivel o tipo de conocimiento tiene una especie, son preguntas filosóficas que nos resultan relevantes a la hora de evaluar el respeto que vamos a darle a otro ser viviente.

Y, aunque suene cliché, el conocimiento es lo único que puede salvar a la humanidad. Si no me creen, vayan a ver la película.

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