La nueva serie de FX, “Mrs. America”, creada por Davhi Waller (Mad Men), nos traslada a principio de los años ‘70, en pleno auge de la segunda ola del movimiento de liberación de la mujer y la campaña en torno a la ratificación de una de las enmiendas en la Constitución estadounidense.
El estilo personal aparece en la intersección del individuo con la cultura en general, permitiendo, a través de la moda, levantar la imagen que desea proyectar. En este sentido, las mujeres, en comparación a los hombres, históricamente han tenido mayor herramientas a su disposición en cuanto al vestuario, donde sus elecciones representan y significan algo, entendiendo “la moda” no desde un sentido banal, que vaya en desmedro de la figura de la mujer. Eso lo entienden perfectamente los creadores de “Mrs. America“.
Moda y reivindicación: hermanas en la lucha
Si bien la serie no se trata de una visita a las colecciones de diseñadores de la época, la moda es un elemento más, inteligentemente puesto a disposición de la narración y en la construcción de los personajes, que sin duda enriquece lo estético en la imagen.
Como toda buena trama, nos presenta dos bandos en pugna: Liberales y Conservadores, con figuras femeninas potentes que fueron parte de la historia, como Gloria Steinem, Betty Friedan, Shirley Chisholm, Bella Abzug y Phyllis Schlafly, quienes representan fielmente los valores de su sector.
La batalla es entre mujeres, cada bando presenta los modelos de cómo debieran ser estas mujeres: qué valores mantener, su relación con los hombres y cómo vivir de acuerdo a esos valores. Su estilo personal es parte del terreno en el que están luchando.
Bina Daigeler, vestuarista de la serie, hace un trabajo magnifico entendiendo la importancia del vestuario como parte de esta narración y una herramienta de guerra. “Como son personajes que fácilmente puedes googlear, tuve que hacer harto trabajo de investigación para ser lo más fiel posible a ellos y no sólo con sus vestuarios públicos, sino también proyectarlos a sus lugares más íntimos”, señaló en una entrevista.
Cada bando hizo de su vestuario su mejor arma de batalla. Para la activista conservadora Phyllis Schlafly y su tropa de dueñas de casas, el uniforme consistía en una imagen ya establecida, presionando por un retorno a un pasado ideal en la moda y en su visión política.
Las mujeres alrededor de Schlafly están cómodas en los años ‘50 y ‘60, su única liberación fue sustituir telas más modernas por las rígidas que usaban las mujeres en ese momento, una forma sutil de unir el pasado y el presente. Destacan: botones a cuadros, chalecos cortos, estampados floreados, las perlas y el exceso de laca, todo esto esculpido en una silueta de posguerra.
Las feministas, por el otro lado, trataban de buscar su propio futuro, despegándose de un pasado opresor, haciendo el ejercicio de repensar el vestuario, de acuerdo a las nuevas visiones en cuanto al trabajo, el género y la familia. Usaban jeans, vestidos holgados y camisetas blancas y, por supuesto, estaban mucho más dispuestas a experimentar que sus oponentes. Recordemos que el jeans pertenecía a la clase trabajadora y se convirtió en un símbolo de resistencia al poder.
Si alguien entendía la importancia del vestuario es justamente este personaje. Así lo corrobora su hija, Cori Schlafly. “Jamás vi a mi madre en pijama, se levantaba antes que todos para estar impecablemente vestida, como si todos los días fuera a dar una entrevista en televisión, incluso un día sábado en la mañana cuando iba al supermercado, estaba perfectamente accesorizada con perlas, trajes de sastre y maquillada”, señaló.
No podemos dejar de lado a la ganadora del Óscar, Cate Blanchett, que nuevamente se luce actoralmente, dando vida a Phyllis Schlafly, una mujer conservadora, que puedes llegar a odiar y, si bien su nombre no es familiar para nosotros, ella fue la principal responsable en la derrota de esta enmienda que buscaba la igualdad de derechos para los ciudadanos sin importar su sexo, movilizando a una tropa de dueñas de casas, no dispuestas a perder su lugar.
Blanchett y Daigeler entendieron esto en la construcción de la imagen del rol, creando un aspecto meticuloso, con accesorios conservadores de buen gusto: un broche, un collar de perlas, un pañuelo de seda atado al cuello, en colores pasteles, levantando la imagen de la perfecta esposa y madre americana de los años 60.
Así podemos entender que Phyllis Schlafly siempre estaba “armada”, haciendo que hasta su sombra de ojos fuera pintura de guerra.