“Hasta ayer (12 de enero de 2020), pasaron 4 años desde el día en que decidí dedicar mi vida a la música y empecé a hacer mis propias canciones”.
Fernando Raza, de 35 años y oriundo de la ciudad de Copiapó, se refiere a la crucial noche de agosto de 2015 cuando, cansado de la rutina de 10 años de trabajo como ingeniero civil, guitarra en mano y escuchando sus clásicos españoles e italianos de fondo, se rebeló y se preguntó: “¿Dónde siento que podría trabajar y a la vez ser feliz con ello? ¡La música!”.
Desde pequeño, Fernando fue un apasionado por el canto. Cuenta que a los 3 años comenzó a cantar y a los 8 tocó por primera vez una guitarra. Sin tener demasiadas influencias musicales por parte de su familia, se presentó en cuanto festival de la voz organizara su colegio. En la enseñanza media y en su etapa como universitario, reconoce que dejó de cantar en público por vergüenza. Sin embargo, la música siempre estuvo presente en su rutina diaria. “Canto todo el día, no me doy cuenta”, dice.
Entre 2006 y 2010 vivió en Antofagasta, ciudad al norte de Chile en que se tituló como ingeniero civil industrial en la Universidad Católica del Norte. Allí, Fernando experimentó su lado más bohemio, cantando regularmente karaoke en bares nocturnos. “Tuve una formación familiar súper cebolla. Te mentiría si te dijera que en mi casa se escuchaba a Pink Floyd. Mis referentes en aquella época y hasta hoy son los clásicos como Nino Bravo, Raphael y Salvatore Adamo”.
Cuando decidió emigrar a Santiago en 2010 por temas laborales, abandonó la música para dedicarse plenamente a su trabajo.
Ser artista: un camino maltrecho y escabroso
En agosto de 2015, luego de rebelarse aquella “noche mágica”, según dice, determinó que quería dedicarse a la música y escribir sus propias canciones. Se hizo independiente y comenzó a estudiar cursos de grabación de micrófonos, desarrollo de musicalidad, introducción musical y composición. “Soy muy estudioso”, reconoce. “Más que salir a carretear, me gusta quedarme en mi casa escuchando discos, haciendo playlists y leyendo historia de la música en Wikipedia. De lo que más sé es de música”.
“Dediqué miles de horas y madrugadas a la composición y producción de mis canciones. La mayoría de ellas reflejan etapas de mi vida, como del desamor y algunas sombrías”, ríe, siempre acompañado de su libreta del argentino Charly García, uno de sus máximos referentes junto a Luis Alberto Spinetta, Víctor Jara, Violeta Parra y The Beatles.
Reconoce que no le gusta mucho la música más contemporánea (trap, ritmos urbanos), pues, desde su visión, se resalta mucho la imagen, lo externo y superficial, como las redes sociales, los “likes” y los seguidores, aún más que las propias composiciones.
“Mi bandera en la música es: puedes tener todo el público, recursos y productores, pero si no hay desde la base una buena canción y emoción que transmitir, el resto no importa. La música es lo que tiene que trascender“, afirma Fernando.
Sobre sus inspiraciones para crear una canción, reconoce que se basa en el lado luminoso de la vida, con temas existenciales y de trascendencia social. “No me gusta hacer canciones banales. No quiero ser alguien que le cante al amor adolescente. Ya no estoy a la edad de esa pluma”, declara el cantautor, que también estudió filosofía.
Fernando, por otro lado, sostiene que vivir de la música en un país como Chile es una tarea casi imposible. Afirma que la base económica que le brinda su trabajo como ingeniero le fue fundamental para los recursos y la promoción de su primer disco, “Volador de Luces”, estrenado en 2019, y que cuenta con temas con identidad en el folk, pero también inspiradas en el lado rockero de los 70′ y 80′.
Crisis social y la música como representación
Para él, asimismo, el denominado ‘estallido social’ iniciado en octubre de 2019 “rescata el despertar de la calle”. “He estado en la calle y lo más significativo es esa comunión de llamarnos nuevamente ‘pueblo’. Chile despertó y se siente en el ambiente”, reconoce.
Al consultarle por el rol de la música de visibilizar los problemas de la sociedad, Fernando afirma que esto siempre ha sido así, pero que ahora se le da más tribuna. “Es cosa de ver lo que hicieron Los Prisioneros en plena dictadura y cómo están pegando ahora con el ‘estallido social’. La misma música combativa que algún tiempo hicieron Víctor Jara y Violeta Parra mucho tiempo”, dice.
“Estamos ante un hecho inspirador e histórico, debemos dejarlo reflejado en alguna obra”, sostiene Fernando.
Luego de conformar su banda y lanzar su disco en 2019, el gran desafío para Fernando fue presentarse en vivo como músico, algo que jamás había hecho en sus 35 años. Luego de tocar cientos de puertas, el bar el Corral, conocido por dar oportunidades a artistas emergentes, aceptó la propuesta del cantante para que se presentase con su banda. El 12 de enero de 2020 fue la ocasión.
La experiencia, según Fernando, fue de “plenitud”. A un día del primer concierto de su vida, el cantante reflexiona y afirma que se siente tranquilo, pues “dejé algo antes de morir relacionado a la música al grabar un disco, y ahora tuve la oportunidad de dejarlo plasmado con la gente. Me siento orgulloso”, concluye.
“Me di la vuelta larga”, reconoce. “Somos miles los que estamos en las sombras de la música y que tratamos de surgir”, sostiene el cantante, cuyo sueño es equilibrar su trabajo con la música.
“Quiero vivir de esto: Despertar y componer, tocar guitarra, cantar, gestionar shows y crear nuevas canciones todo el día”, concluye.