Las praderas y especialmente las granjas suelen ser espacios donde la tranquilidad permite el correcto desarrollo de sus funciones. El aire era puro, inmaculado, el pasto y la vegetación colindante no tenían grandes modificaciones.
Los días en la localidad de Bethel, ubicada a solo algunos kilómetros de Nueva York, la urbe donde todos los valores del hipismo se contraponían con la velocidad mercantil y neoliberal del sistema estadounidense, estaban a punto de ser rotos, pero no por excavadoras o grandes industrias, sino por el sonido, la libertad y la capacidad de la juventud de demostrarle a Estados Unidos y al mundo de que existían, de que estaban vivos y que los 60 no sería el fin de los cambios.
La tarima, las instalaciones, los tiempos, todo era diferente a lo que finalmente ocurrió. Y era que no, si se suponía todo pasaría con cierta calma; no fue así. Woodstock, de un momento a otro, se comenzó a transformar en el mayor evento de la música en los últimos cien años.
Según Michel Lang, su organizador, no esperaban más de 60 mil espectadores. Esto ya era un número considerable, pues Bethel es una pequeña localidad que hoy no posee más de 4.500 espectadores aproximadamente, no obstante todo se saldría de las manos cuando las entradas, que solo tenían un costo de 18 dólares, se hicieron insuficientes y todos los paradigmas y controles policiales no dieron abasto, como una linda y casual metáfora de lo que fueron los 60’s, para las 400 mil melenas abundantes, faldas colorinches, pulseras de jóvenes y adultos que se daban cita para decirle “No” a la Guerra de Vietnam, a los valores tradicionales de la sociedad americana, al Capitalismo y a las reglas morales.
Estas melenas abundantes comenzaron a llegar en gran cantidad, aun cuando la ubicación del evento tuvo que ser cambiada a última hora, ya que originalmente se efectuaría en la granja de Woodstock, de ahí su nombre, para finalmente ser trasladado hasta la mencionada granja de Max Yasgur, un granjero local que rentó su predio para el recital que, según se creía, podía ocasionar pérdidas, pero que sobrepasó toda expectativa y convirtió sus instalaciones a todo nivel en prácticamente inservibles a la hora de tener que aguantar tres tercios de personas extra, dejando la seguridad y salubridad en manos del “correcto” comportamiento de estos amantes de la -según ellos- verdadera libertad.
Sexo libre, amor, rock y una total reunión de los valores de la juventud revolucionaria de la época se daban cita al son de los acordes de los más grandes músicos del siglo pasado.
¿Quiénes tocaron en la más grande fiesta del rock?
Sí, las consignas eran claras: la década de los 60 se caracterizó por tener una juventud combativa, rebelde, que fue en parte influida por la postura de personas como John Lennon, la “Generación Beat” o hechos como la matanza que estaba llevando a cabo Estados Unidos en Vietnam.
Pero ¿eran solo estas consignas, más bien de origen político, suficientes para reunir a 400 mil (500 según otras versiones) jóvenes en pro de escuchar durante dos días, duración oficial del megaconcierto, que pasarían a ser tres a los mayores exponentes del rock? ¿Quiénes eran estas personas con tal poder de convocatoria?
El viernes 15 de agosto de 1969, la cita ya congregaba a más personas de las que se habían pensado en un principio, pero aun así, las condiciones estaban dadas para que en el primerísimo primer turno fuera Richie Havens quien diera sonido inicial a Woodstock.
Havens, quien a pesar de contar cierto reconocimiento dentro de los Estados Unidos, no era considerado un artista de talla mundial, categoría que cambiaría luego de las tres horas, aproximadamente, que estuvo arriba del escenario. El músico de raza negra con tendencia al folk, soul y blues, estaba previsto para que fuese el quinto en la lista de presentaciones de este festival, sin embargo las casualidades, los extravíos y retrasos de los artistas que lo antecedían lo obligaron a extenderse más allá de lo previsto.
El segundo turno en la gran cita del rock le correspondería a Sweetwater, banda de rock psicodélico fundada apenas un año antes por la joven de 17 años Nancy Nevins (voz y guitarra). La banda que había sido habitual en los círculos under de Los Angeles (California), se subiría al escenario después a presentarse con un estilo que abordaba una línea psicodélica, pero que además mezclaba en su sonido ciertas inclinaciones al jazz y al folk melódico.
Luego de la que incipiente pero a esas alturas conocida banda tocara, algunos artistas solitas como Bert Sommer, Tim Hardin y Joan Baez fueron partícipes del magno evento.
El primer día concluía sin la presencia de los grandes emblemas de la época.
La música llegaba a su fin durante el primer día, pero no así lo hacían los miles de jóvenes que se habían reunido en torno al amor libre, el sexo sin prejuicios, drogas recreativas, fundamentalmente con la intención de hacer comunidad, de demostrarle al mundo que otras lógicas son posibles.
El segundo día tendría elementos diferenciadores.
El éxito del gigantesco recital ya se había propagado por los alrededores, por lo que a las ya 400 mil personas, se sumaron otras 100 mil personas que, en diferentes grupos, fueron imposibilitados de llegar a la gran cita. En lo estrictamente musical, la segunda jornada estuvo marcada por la presencia de bandas y artistas como Quil, Joe McDonald, The Who, Creedence Clearwater Revival, entre otros. El día viernes y sábado ya habían pasado y a esas alturas Woodstock ya podía ser considerado un éxito sin precedentes. El séptimo día, o mejor dicho el día domingo llegaba y los artistas sobre la tarima serían Joe Cocker, The Band, Johnny Winter, Crosby, Stills Nash & Young, Neil Young, entre otros.
La Santísima Trinidad de Woodstock
La música, el rock y sus variantes efectivamente se habían hecho presentes. La psicodelia y la diversidad de las drogas también, pero a la que prometía ser la gran reunión de la música de la época -y muy probablemente de la historia- aún tenía pendientes. Todos los grupos y artistas solitas eran de un nivel que les permite, hasta nuestros días, ser recordados, pero había un pequeño grupo que hoy se lleva la atención de todos. Santana, Janis Joplin y Jimmy Hendrix, los tres ilustres de la música rock, la Santísima Trinidad de Woodstock.
Janis Joplin, la chica triste de Woodstock y la historia del rock, hacía su presentación en la tarima de Bethel el día 19 de agosto de 1959. La Bruja Cósmica ya era la gran estrella de la música, pero particularmente en esa ocasión dio un espectáculo que, seguramente, hizo que desembocara en el escenario todo su poder musical. Joplin, con canciones como «Raise Your Hand» o «As Good as You’ve Been to This World» conquistaba al condado de Nueva York, a 400 mil personas y al mundo con la entrega de un canto y una presentación llena de libertad de movimiento y sentimiento, siendo ella una sola con los ideales que Woodstock buscó retratar. La presentación de Janis Joplin fue recopilada y lanzada en formato de CD el 1 de abril 1999 bajo el nombre de Live at Woodstock: August 19, 1969.
Santana, una banda psicodélica de San Francisco que incorporaba polirritmos latinos y africanos al blues-rock, era uno de los grupos menos conocidos en Woodstock. Pero ahí, entre miles de espectadores y precarias condiciones, se transformaría en parte importante de la trastienda de lo que hoy recordamos como el mejor festival de todos los tiempos.
La aparición de Carlos Santana se daría el día sábado a eso de las 2 de la tarde, sorprendiendo a propios y extraños por su precisión, ritmo y agilidad sumados a una capacidad de distorsión armónica y agradable y ligera del ambiente. Aún sin haber lanzado su primer álbum, Santana hacía que todo Woodstock conociera Soul Sacrifice.
Lo último no necesariamente es lo más malo, es más, por lo general se deja como plato de fondo, como una manera de mantener la atracción de los asistentes. Dicho y hecho, el número final, y claramente el más esperado, era el de Jimi Hendrix, el legendario guitarrista que llegaba para dar el punto y final a la que, esas alturas, era sin lugar a dudas la mayor concentración musical y política de la época. El tercer día fue testigo de cómo el sol salió.
The Experience, su banda, recién se había separado por lo que Hendrix asistía hasta los pastos de Woodstock en compañía una nueva banda uvo que armar una nueva agrupación para poder estar presente en Woodstock, así conformó «Gypsy Sun and Rainbows», inicialmente presentados en el escenario como «The Jimi Hendrix Experience», junto al baterista Mitch Mitchell, de la antigua formación, el bajista Jimmy Cox y el guitarrista Larry Lee, ambos amigos del ejército y dos percusionistas, Jerry Velez y Juma Sultan. Aunque a pesar de la presencia de excelentes músicos, hubo alguien que se robó la atención de los asistentes: su guitarra Fender 1968 Stratocaster.
Un concierto de dos horas y diez minutos comenzaba el fin de Woodstock con un deleite repleto 16 canciones, improvisaciones y probablemente la jugada maestra: tocar el himno nacional de los Estados Unidos, haciendo gala, como si su vida hubiese estado destinada a ese momento, de insuperables trucos y maniobras con la guitarra, por supuesto, causando polémica en los sectores más conservadores. Pero no hablaremos de eso hoy.
Los que no se dieron cita (pero aún así son grandes)
Era vecino, probablemente, quizás a lo lejos, sentía los estruendos de los acordes de canciones icónicas en una instancia icónica, pero no estaba ahí, y no porque no fuese un símbolo contracultural y musical, sino porque simplemente estaba sumamente molesto por el acoso de los hippies.
Hablamos de Bob Dylan (sí, el mismo que se ganó el premio Nobel), quien vivía precisamente en la localidad de Woodstock. Otro que no asistió a la instancia fue el legendario John Lennon, quien ya estaba distanciado de lo que eran The Beatles (quienes se separarían solo algunos meses después, en 1970), por lo que quiso asistir con su nueva agrupación Plastic Ono Band, situación que la organización no aceptó.
Otros que se quedaron fuera de la mayor cita fueron The Doors, quienes creyeron que el evento se realizaría en el Central Park de Nueva York y Led Zeppelin, quienes no aceptaron no ser el principal número de la convocatoria.
Woodstock. 15 de agosto de 1959. Rock. Amor libre. Paz y Revolución. Todos estos términos se agrupan en un espacio que a pesar de haber ocurrido hace ya 50 años sigue presente entre quienes vivieron de alguna forma la época y el momento y quienes han crecido con la leyenda de que alguna vez, en alguna granja en algún rincón desconocido de los Estados Unidos, se reunían los más grandes e influyentes de la músicos de la época moderna.