Alex Anwandter en el Teatro Caupolicán: Una noche para no olvidar

Entre lágrimas, bailes y gritos de amor, Alex Anwandter convirtió el 11 de abril en un viaje sonoro y emocional que dejó al público flotando en el éxtasis del pop latinoamericano.

El Teatro Caupolicán comenzó a llenarse desde temprano, sin un dresscode oficial, pero con un lenguaje visual compartido: colores otoñales, cuero, y una estética grunge noventera que parecía vestir a la multitud como si hubiesen ensayado. El lugar vibraba con expectativa.

Era imposible definir un solo rango etario. Desde adolescentes que lo descubrieron en plataformas digitales, hasta fans que lo siguen desde su etapa en Teleradio Donoso, todos confluyeron en un mismo latido. Una audiencia unida por la nostalgia, el amor queer y la potencia emocional de sus letras.

Los primeros aplausos surgieron espontáneamente, como si intentasen invocar al artista. La espera se hacía tangible. De pronto, las luces se apagaron y el grito colectivo fue ensordecedor: “¡Alex, Alex, Alex!”.

Simonne Cifuentes para Revista La Máquina.

Y apareció. Con el rostro maquillado, un cigarro en mano, y los primeros acordes de “Te enamoraste de otro corazón” inundando el teatro. Desde ese momento, el público cantó con él. Algunos grababan con sus teléfonos, otros lloraban o se abrazaban, y otros simplemente se dejaban llevar, flotando en ese universo musical que él sabe construir tan bien.

El romanticismo se apoderó del ambiente cuando se sentó al piano para interpretar “Fin de semana en el cielo” junto a sus tres coristas. Fue un momento cinematográfico: parecía la escena final de una película donde dos personas se dan cuenta de que siempre se amaron. Los celulares desaparecieron. Solo la música, Alex y su audiencia.

Las parejas se fundían en abrazos, otros bailaban como si estuvieran solos en el mundo. El canto del público venía del alma, como si cada palabra fuese también una historia personal.

Simonne Cifuentes para Revista La Máquina.

Con un simple “muy buenas noches”, Alex dio paso a “Malinche”, cambiando el mood hacia un funk irresistible. Nadie podía quedarse quieto. El humo de cigarro flotaba, y el cuerpo seguía el ritmo de forma inevitable.

Una fan gritó “¡Te amo!” y Alex respondió con ternura: “Yo también te amo, y sin ir tan lejos, esto es para ti”. Así rescató “Tatuaje”, una joya olvidada en el repertorio de Alex, pero que el público coreó con una emoción palpable. Fue una sorpresa celebrada como un regalo íntimo.

“Que se acabe el mundo por favor” encendió otro momento de catarsis compartida. Alguien gritó “¡amo esa canción!”, y era evidente que no estaba sola. Cada verso se cantaba como si la vida dependiera de ello.

Uno tras otro, los hits siguieron cayendo como lluvia: “Cordillera” desató una vibración casi telúrica. El público saltaba, gritaba, y grababa. La canción era más que una melodía: era un acto político, un canto a la memoria y al futuro de un país.

“Algo que perdimos, pero que sin duda volveremos a recuperar”, se escuchó decir a Alex entre aplausos.

Simonne Cifuentes para Revista La Máquina.

“Esta es una de mis favoritas”, dijo antes de interpretar “Axis Mundi”, una pieza que transportó a todos a otra dimensión. Mientras tomaba nota, era imposible ignorar cómo la audiencia lo vivía en trance, hipnotizada por cada acorde.

Luego vino “Intentarlo todo de nuevo”, una canción de letra triste pero ritmo traicioneramente bailable. Alex se dejó llevar por la pista, y el público también. “Me anduve emocionando un poco ahí”, confesó entre risas una vez acabada.

“Tormenta” bajó las revoluciones y envolvió a Alex en una luz azul melancólica. El humo en el ambiente se volvió más denso, otros “aromas” flotaban, ya no era solo el cigarro el que nos acompañaba. En las gradas, los brazos al aire, los corazones abiertos. La gente cantaba con fuerza, con emoción real, sin importar cuán lejos estaban del escenario.
“Te voy a echar de menos desde lejos”, y el público, moviendo las linternas de sus celulares al ritmo de.

Tras una breve pausa, comenzó la segunda fase del show: el baile. Así lo anunciaba el programa de la noche. Volvió la batería, regresó un Alex sin maquillaje, liberado y moviéndose como si estuviera poseído por el groove.

“Pueblo fantasma” marcó el inicio de la fiesta. Las coristas cambiaron sus camisas por lentejuelas. Todo el Caupolicán se transformó en una pista de baile. “No te puedes escapar” sonó como soundtrack de ese momento desbordante.

El público gritaba, silbaba, lo entendía todo: la fucking vibra estaba viva.

Ya no era un concierto, era un carrete. El piso se movía, el sudor y la alegría eran colectivos. A diferencia de la primera parte, esta fue continua, sin pausas, como si estuvieras escuchando el disco de corrido, solo que con Alex Anwandter bailando frente a ti.

“Este es el momento en que nos despedimos”, dijo entre risas y gritos. Pero nadie le creyó.

 “Siempre es viernes en mi corazón” hizo lo que prometía: dejar la sensación de que la noche podía durar para siempre. Porque, para todos los que estuvimos ahí, ese viernes en el Caupolicán fue eterno y emocional.

Y por supuesto Alex, como buen showman, no dio un final… sino que dio otra canción más.

Setlist Alex Anwandter en Teatro Caupolicán:

Llanto

  • Te enamoraste

  • Fin de semana en el cielo

  • Malinche

  • Tatuaje

  • Que se acabe el mundo, por favor

  • Cordillera

  • Axis mundi

  • Intentarlo todo de nuevo

  • Tormenta

  • Dime precioso (Live debut)

  • Vanidad

Baile

  • Pueblo fantasma

  • No te puedes escapar

  • Precipicio

  • Unx de nosotrxs

  • Ahora somos dos

  • Prediciendo la ruina

  • Gaucho

  • Traición

  • Shanana

  • ¿Qué piensas hacer sin mi amor?

  • Siempre es viernes en mi corazón

  • Locura

  • ¿Cómo puedes vivir contigo mismo?

  • Paris, tal vez?

  • Toda la noche

Galería de Fotos de Alex Anwandter por Simonne Cifuentes (@simocifuentes):

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